Great Amwell House, 7 de enero de 1950
La idea de la violencia en el trabajo

En muchas oportunidades hemos hablado de la violencia. A este respecto se han dicho muchas cosas en los últimos años acerca de que las emociones negativas, conducen a la violencia. Los hombres y mujeres que son presas de los estados negativos empiezan, digamos, a dejarse dominar por la autoconmiseración que lleva con el tiempo a una reacción violenta contra los sucesos de la vida. Así es preciso comprender que en el fondo de las emociones negativas está la violencia. Y puesto que el Trabajo habla tanto de observar los estados negativos y no identificarse con ellos cabe comprender que lo que dice en realidad es que hemos de vencer al hombre violento, a la mujer violenta, en nosotros mismos.

Aclaremos esta idea lo más posible. Cada uno de ustedes, ya sea hombre o mujer, tiene en lo hondo de sí mismo una persona violenta. Para acercarse a esa persona basta ser un poco negativo. Se empieza a sentir que no lo tratan bien a uno —¿y quién no lo hace? Y desde ese momento se encamina uno por un camino en el propio país psicológico que conduce a los barrios bajos de la violencia—. Es por eso por lo cual hemos de ser tan cuidadosos, si tratamos realmente de practicar el Trabajo, para prevenir que pronunciemos hasta la más pequeña observación de naturaleza negativa. Pero la cuestión es aun más profunda. Una persona puede ser muy cortés, de buenas maneras, cuidadosa y bien hablada, en apariencia agradable para con los otros, y sin embargo en su mundo interior le disgustan, los aborrece, los odia, no los puede aguantar. He hablado recientemente aquí sobre este particular, y dije que solemos refrenarnos de ser externamente violentos en presencia de otras personas porque tememos perder nuestra reputación o vernos en complicaciones con la policía, pero una persona de esa índole no está haciendo realmente el Trabajo —es un hombre mecánico, que se comporta cortésmente en el exterior—. ¿Por qué se comporta civilmente fuera? Hay ciento una cosas que impiden a un hombre expresar realmente lo que piensa. Menciono temor a perder su reputación, miedo de la policía —no cuesta nada agregar el resto, tal como el miedo a ser expulsado de su club, temor a que hablen mal de él—. Ahora bien, todas esas cosas son ataduras externas que impiden que la violencia subyacente se manifieste francamente. Y sin embargo en todo momento el hombre interno dentro de nosotros, en el mundo de nuestros pensamientos y sentimientos privados, se comporta como los hombres prehistóricos y se deja dominar por la violencia, el odio y el aborrecimiento.

Ahora bien, ¿sobre qué pone énfasis el Trabajo en lo que concierne a nosotros mismos? Lo pone en el hombre interior que está conectado con el desarrollo del hombre esencial. Al presente cabe comparar al hombre a una selva llena de animales salvajes, y esa selva llena de animales salvajes es exactamente lo que hay que poner en orden, así como Orfeo llevó la armonía a una selva similar, para que cada persona en nuestros pensamientos pueda pasar sin que la desgarren, la golpeen o la maten. Cuando en este Trabajo una persona empieza a observar de qué modo se comporta exteriormente en el momento en que, por así decir, nadie la ve. Cuando está sola, una persona se convierte en pensamiento porque al estar solo, uno está en contacto con el mundo interior de pensamientos y sentimientos. La cuestión estriba en saber cómo se trata a la gente en el mundo interior cuando nadie lo está mirando a uno, donde uno se siente libre para entregarse al odio y a la antipatía, y a la amargura y al desquite. Pero los Centros Superiores solo ven este mundo interior y nos juzgan por su estado y no nos ayudarán en absoluto —de hecho, no lo pueden hacer mientras no purifiquemos ese mundo interior al que, según creemos, nadie puede ver—. Como dije, alcanzar este nivel de ser es extraordinario porque en él nuestro mundo interior es tal que aun cuando se tenga antipatía a una persona, ésta puede atravesarlo sin ser herida o matada. Éste es el verdadero significado, interior o esotérico del Mandamiento: «No matarás», y les aseguro que es mucho el trabajo que hay que realizar sobre ese mundo interior en el cual imaginamos estar libres de la observación de los otros. Así les repito que tienen que llegar a una etapa en la cual cuando se está solo todas las personas que se conocen, aunque se simpatice con ellas o no, puedan atravesarla sin que se las mate o se las difame.

Y otra vez cabe decir que este Trabajo tiene como punto de partida la autoobservación. No puede hacer este Trabajo si nunca se ha observado a sí mismo y no sabe qué significa hacerlo. Por ejemplo, si nunca ha observado que es cortés externamente y odia internamente, no puede hacer este Trabajo. No ve la contradicción. La mayoría de las personas corteses tienen conciencia de ser corteses, pero no son conscientes propiamente que su cortesía es una máscara que cubre su franco odio a los demás. Solo a través de la autoobservación pueden percibir esa capa más profunda de ellos mismos, que es tan contradictoria para su comportamiento exterior. Ya están enterados que este Trabajo es a veces llamado Cristianismo esotérico y por dicha razón es útil leer a menudo los Evangelios a la luz de la enseñanza de este Trabajo. No digo leerlos religiosamente sino leerlos como documentos psicológicos con los cuales el Trabajo está estrechamente relacionado. Me gustaría que algunos buscaran pasajes en los cuatro Evangelios en los que se presta atención a la importancia de la autoobservación. Les daré un ejemplo:

«¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?». Mateo, VII 3.

Pues bien, admitirán que es un buen ejemplo de lo que dice el Trabajo acerca de observarse a sí mismo en vez de buscar la culpa en los demás. En esta breve parábola, está implícita la idea de observarse imparcialmente a sí mismo antes de criticar a los demás. Todo ello conduce a una aminoración de la violencia en uno mismo, en el hombre interior, en el lado de uno que no se acepta verdaderamente en el actual estado de conciencia puesto que se tiende a proyectarlo a las otras personas. Tenemos aquí un muy buen ejercicio de trabajo consciente sobre sí que en la vida es por completo innecesario, pero que en el Trabajo se nos enseña continuamente para recordarnos que despertemos. Porque el hombre debe tener en sí mismo cierto discernimiento, espiritual e interior, y esto es estar despierto —de otro modo está dormido y hasta muerto—.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskiï Libro 4
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