Great Amwell House, 25 de noviembre de 1950
La idea de trabajo de la mecanicidad
El Trabajo se refiere a hombres mecánicamente buenos y a hombres mecánicamente malos. Un hombre puede ser mecánicamente bueno o mecánicamente malo, y sin embargo, lo cual es extraño, el Trabajo nos enseña que ambos son iguales. ¿En qué sentido son iguales? Son iguales según la enseñanza del Trabajo acerca de la mecanicidad y no pueden hacer otra cosa que comportarse como lo hacen. Un hombre ve una cartera que una mujer olvidó y la roba; otro hombre devuelve la cartera a su dueña. Pero ambos hacen esto mecánicamente. Al principio, cuando estaba con el Dr. Jung, me dijo una cosa muy difícil con un tono de voz muy dubitativo: «¿No sabe usted que un maquinista que sufre un accidente sin querer no está en el mismo nivel que el maquinista que tiene deliberadamente un accidente, conociendo las consecuencias?». Esta extraordinaria observación solía volverme a la memoria y no supe lo que significaba hasta que empecé a comprender la gran enseñanza del Trabajo acerca de la mecanicidad. El maquinista que busca deliberadamente un accidente lo hace conscientemente —esto es, no se comporta mecánicamente—. Se lo relaté al Sr. Uspenskiï, y me dijo: «Sí, tiene la idea, pero ¿calcula acaso las consecuencias de su acto?». Ahora bien, dejemos ese ejemplo difícil y regresemos a la idea de que hay hombres mecánicamente buenos y mecánicamente malos que, desde el punto de vista del Trabajo, son iguales, porque son mecánicos, lo cual significa que no pueden comportarse de modo diferente. Cuando el Trabajo se inició en Inglaterra, y las gentes oyeron decir de qué modo debían ir en contra de su conducta mecánica, como les dije a menudo, viajaban de pie en transportes vacíos y comían carbón, etc., y a esto lo llamaban ir en contra de su mecanicidad. ¿Creen ustedes que comprendían cosa alguna acerca de la autoobservación? En este Trabajo tratamos de modificar nuestra reacción mecánica a las cosas mediante la autoobservación, luchando contra los carriles mecánicos que fueron establecidos en nosotros por nuestra primera educación. Claro está, esta tremenda enseñanza del Trabajo acerca de la mecanicidad no puede ser entendida, excepto de un modo pesimista, sin la idea correspondiente que el Hombre es un organismo autodesarrollante y tiene en él la posibilidad de establecer asociaciones por completo nuevas que son muy diferentes de las establecidas en él por su estrecha educación. El estudio del cerebro y sus enormes áreas silenciosas nos abren vastas posibilidades de formas de reaccionar enteramente nuevas. Por lo tanto verán por sí mismos que la idea que el hombre ha nacido con la posibilidad de la autoevolución depende del hecho de que en él hay algo no desarrollado, que es verificado por las investigaciones de los neurólogos que nos dicen que una enorme parte de nuestro cerebro está desierta y, por consiguiente, lista para nuevas conexiones, pensamientos y acciones.
Cuando nos presentan al Trabajo y después de muchos años sentimos que en él hay algo, nos acercamos a la posibilidad de actuar según las ideas de Trabajo en lugar de hacer según las ideas que fueron automáticamente implantadas en nosotros, y una persona que despierta al Trabajo y lo valora empezará a pensar de una nueva manera —esto es, a sufrir metanoia—. Ahora bien, pensar de una manera nueva significa que en nuestros cerebros hay nuevas vías asociativas. La mente, que obra a través del cerebro, es capaz de desarrollo infinito, y su base está en el hecho que tenemos enormes carriles no usados en los lóbulos frontales. Si conectamos los lóbulos frontales con la verdad del esoterismo ya no seríamos más gentes que dependen de las pocas pequeñas vías asociativas del cerebro. Por eso el Trabajo pone tanto énfasis en pensar de una manera nueva, lo cual significa, hablando neurológicamente, en función del cerebro físico, establecer una serie enteramente nueva de asociaciones en nuestro trato con nosotros mismos y con la vida. Ahora bien, una persona común dice «tonterías» cada vez que sus esmerados modelos asociativos son trastornados por esta idea. A muchas personas les conviene más permanecer dormidas mecánicamente con sus modelos pequeños, empero el Trabajo dice que, ya se las llame buenas o malas, son, desde el punto de vista del Trabajo, mecánicas, y no hay diferencia alguna entre ellas. No obstante la diferencia radica en esto: la persona mecánicamente mala no puede ser recibida en el Trabajo, en especial si es un hombre malvado, o un criminal, pero una persona mecánicamente buena puede ser recibida en el Trabajo. Más para la persona mecánicamente buena el problema reside en cómo convertirla en conscientemente buena, en lugar de ser automáticamente buena. Porque tales personas pueden estar en el Trabajo año tras año y no darse cuenta nunca que su bondad es mecánica, y éste es un problema muy difícil de solucionar, porque su misma bondad les impide comprender el Trabajo. Ahora bien, ¿cuál es el primer paso que ha de dar una persona mecánicamente buena para cambiar? Desde luego, la respuesta es ésta: observarse a sí misma. Como se lo demostrará la experiencia, las personas mecánicamente buenas no se observan a sí mismas, porque dan por sentada su bondad, y lo que se da por sentado nunca se observa. O. dijo una vez: «Cuando se vive con personas mecánicamente buenas, se corre el riesgo de enloquecer. Se las ve a todas comportándose con bondad según una bondad mecánica, y se siente que están dormidas y no saben lo que están haciendo». Una vez me preguntaron: «¿Qué es lo que lo irrita más?». Empecé a hablar vagamente y me dijo: «No, usted está equivocado. Es la conducta mecánica en los demás». Cuando uno se enoja con alguien en el Trabajo se debe por lo general a que siente que dicha persona está en el Trabajo y se comporta de una manera mecánica, lo cual es irritante, ya sea buena o mala. ¿Por qué es irritante? Porque allí no hay nadie. Todo sucede mecánicamente. Nuestra emancipación de la mecanicidad empieza con la autoobservación, con un lento discernimiento del hecho de que cualquier cosa que se haga, por más que se reaccione, es mecánico. Aquí tenemos a un hombre religioso, mecánicamente bueno, que se comporta muy bien y es al mismo tiempo un gran estorbo. ¿Por qué nos irrita? Porque no se da cuenta que es un estorbo —esto es, mecánico— y no ve que su bondad es mecánica. Supongamos ahora que dicha persona a través de la autoobservación se da cuenta que es un estorbo, que se comporta de tal modo prescindiendo de su verdadera conducta, de pronto se verá sumergida en un serio conflicto, que es, desde luego, lo que el Trabajo produce en todos. Tal vez empiece a ver sus contradicciones. Tal como dijo G.: «El hombre vive con las mayores contradicciones sin conocerlas, y la razón por la cual vive aparentemente en paz consigo mismo es porque los topes que están en él le impiden ver sus contradicciones». Dijo que si nos quitaran de pronto nuestros topes enloqueceríamos. Y un verdadero acrecentamiento de conciencia nos ayuda a ver nuestra mecanicidad, por eso un hombre que se regenera empieza por dejar de ser un hombre mecánicamente bueno porque ve que no es tal persona. Al cabo de un tiempo de estar en este Trabajo nuestra bondad mecánica deja de ser simplemente una pieza de maquinaria que actúa al momento. En mi caso, Nicoll es la persona mecánica con quien debo tratar y todos ustedes tienen que tratar con cualquiera sea el nombre con que se llamen. Si lo hacen, comprenderán por qué el Trabajo es tan duro con la bondad mecánica y la maldad mecánica. Pero, como dije, las gentes incapaces de regenerarse deben aferrarse a lo que creen bueno y en ese caso no saben de qué trata el Trabajo, porque se necesitan años y años para conocer que este Trabajo se refiere a uno mismo. Nunca comprenderán que la bondad significa actuar de una manera recta, que puede ser una manera en un momento y otra en el próximo. Creen que significa actuar siempre de la misma manera, en lugar de darse cuenta que la bondad es infinitamente flexible, y es diferente en distintos momentos. Una rigurosa vía asociativa establecida en el centro asociativo procura un riguroso sentido de lo que es bueno y lo que es malo, y es así como juzgamos a los otros inflexiblemente, sin comprensión ni piedad. Sin embargo, el Trabajo nos abre la posibilidad de no llevar más una vida tan rígida y estéril, porque, al ver en nosotros mismos las cosas por las cuales juzgamos a los otros, nos da una infinita flexibilidad en nuestras asociaciones, y ello da origen a la piedad, al perdón y a todo aquello que pertenece verdaderamente a la Bondad y la Verdad. Podemos luego prestar atención a las faltas más graves (aparentemente) en los otros sin decir «basta», porque conocemos que están en nosotros mismos. Pero este desarrollo del esoterismo pertenece al trabajo consciente porque la vida no nos lo da.