LA RELACIÓN CON NUESTROS DESTINOS

Si el “guión” se iba escribiendo de esa manera, las coincidencias debían ser las que influían, directamente, con los cambios de rumbo que habitualmente sucedían en nuestro camino. James Redfield* había explicado cómo veía participando al fenómeno:

Pocos de nosotros pueden volver la vista atrás y contemplar sus vidas sin ver una estructura sincronística en los misteriosos acontecimientos que se conjuraron para proporcionarnos nuestra actual carrera, esposa o la red de amigos o alianzas con que contamos. Más difícil es percibir esos importantes acontecimientos vitales en el presente, en el momento en que están sucediendo. Las coincidencias pueden ser muy llamativas... pero también muy sutiles y fugaces, por lo que fácilmente pueden ser mal interpretadas... como meros hechos casuales o fortuitos. 46

El mismo Jung había sostenido que la sincronicidad era una ley del universo que actuaba para orientar a los seres humanos hacia el crecimiento de la conciencia. 46 Operando así, las sincronicidades nos ayudaban a reorientar nuestras vidas y a unirnos a nuestro verdadero destino, ese que está claramente emparentado con el “verdadero propósito

* James Redfield: escritor conocido internacionalmente a partir de La novena revelación. Otros libros: La décima revelación, La undécima revelación, y La nueva visión espiritual.

Ese concepto parecía tener mucha similitud con lo que en Oriente describían con la palabra “dharma”.

Una breve búsqueda bibliográfica lo confirmó.

La sincronicidad, como la estaban denominando desde la ciencia, era simplemente una de las acepciones del Dharma.

Esa palabra sánscrita podía usarse con cuatro significados diferentes.

El primero de los significados se refería al “gran orden cósmico”, la ley cósmica a la que nuestro mundo estaba sujeto.

El segundo significado utilizado se refería a la “doctrina de Buda”, por cuanto esta proclamaba la ley cósmica.

El tercero era la “manifestación de todas las cosas”: el mundo fenomenológico en la medida que este era el despliegue de la ley cósmica.

El cuarto y último expresaba el “sendero individual” de cada uno de los seres: el objetivo individual dentro de la ley cósmica.

Se deducía que lo que estaban llamando “sincronicidad” tenía una íntima relación con los dos últimos significados. Recién entonces comprendí por qué mi maestro en sincronicidad, Deepak Chopra, prefería denominarla de otra manera: “sincro-destino”. En ella sumaba la cuarta acepción de la palabra Dharma (el sendero individual alineado con la ley cósmica) a la de sincronicidad, permitiendo así una mejor noción de lo que esa fuerza significaba para nuestra vida. 18

¡Qué difícil parecía poder alinearse con un propósito superior, con ese que el universo necesitaba de cada uno de nosotros para ayudar a la evolución! Jaworski, tomando el concepto de Joseph Campbell, le había dado su verdadera dimensión al decir que el viaje del héroe era el de cualquiera de nosotros que elegía buscar su verdadero destino. La llamada a convertirnos en lo que estábamos destinados a ser, alcanzando nuestro propósito vital. 32

Pensaba que, si la sincronicidad podía ser incluso relacionada con la mitología (como en el caso de las intervenciones de los dioses del Olimpo en la vida de los humanos), seguramente en la antigüedad muchos pueblos habrían considerado la participación de ese fenómeno dentro de la vida. La lengua tibetana lo corroboraba. Desde hacía siglos, en ella existía una palabra para denominar a la sincronicidad: “rten brel”. 45 ¿Habría más ejemplos de la antigüedad que hablasen de la sincronicidad? Ante ese cuestionamiento, Chopra me contestó:

De acuerdo con la tradición Védica, hay sólo dos síntomas que permiten definir a una persona que se encuentra en su camino a la iluminación.

Primero, la sensación de que las preocupaciones están desapareciendo. No se siente abatido por la vida. Las cosas pueden ir mal, pero eso ya no le molesta más.

Segundo, en cada área de su vida, comienza a notar un gran número de eventos sincronísticos. Las coincidencias con significado parecen ocurrir con mayor frecuencia cada vez. 18

Me sorprendía ver cómo algo que nos parecía ser tan novedoso ya tenía raíces milenarias, como en el caso de los vedas. De lo mismo hablaba el chamanismo en los escritos de Carlos Castaneda.* Él contaba que una vez le había preguntado a Don Juan, su maestro, si los sucesos “accidentales”, esos que producían grandes cambios interiores y nos permitían cruzar el umbral cambiando de rumbo, eran el resultado de circunstancias impredecibles regidas simplemente por el simple azar:

* Carlos Castaneda: autor de enseñanzas chamánicas del antiguo México. Las enseñanzas de Don Juan, El fuego interior, El conocimiento silencioso y El lado activo del infinito figuran entre sus numerosos libros.

Me contestó que sus pasos y los míos fueron guiados por el infinito. Las circunstancias que parecían ser regidas por el azar fueron, en esencia, guiadas por el lado activo del infinito. Lo llamó intento. 14

No cabía duda de que esa magnífica fuerza no sólo tenía tremenda inteligencia, una inteligencia cósmica, sino que la manifestaba a través del intento. ¡Tenía intención!

Y aquí surgía una nueva pregunta: si todo esto era así, parecía lógico entregarnos para que ella nos condujera. Jaworski había opinado hasta qué punto le parecía que debíamos hacerlo:

Si estamos verdaderamente resueltos a realizar nuestro sueño, descubriremos que existe una fuerza poderosa que está más allá de nosotros y de nuestra voluntad consciente, una fuerza que nos ayuda en el camino, alimentando nuestra búsqueda y transformación. 32