REFLEXIONES EN BALI SOBRE LO SUCEDIDO CON LOS DORJES

Revisaba lo que había ido a investigar y lo que había descubierto sobre los dorjes y la espada flamígera.

Por un lado había querido saber si era posible que hubiese estado en contacto con ellos en una vida previa y esa posibilidad había sido confirmada por Kamthrúl Rimpoché, el Maestro en altos tantras. Para ubicar la vida previa en tiempo y espacio históricos debía saber la antigüedad de los dorjes. Estos habían sido datados en quinientos años por el Maestro Mayor de Arte del Estado Tibetano. La información sobre su uso para rituales en altos tantras la había obtenido de la Biblioteca Tibetana y del Rimpoché. Faltaba el posible personaje que podía haber estado en contacto con ellos. En sueños había pronunciado un nombre jamás escuchado previamente: Jamyang. Luego encontré que había existido y fundado, en la misma época del origen de los dorjes (año 1400), el lamasterio-universidad de Drepung donde se enseñaban y practicaban altos tantras. Por lo tanto, era casi seguro que allí se utilizaban dorjes. Para incrementar mi asombro había resultado que la imagen de Jamyang era representada empuñando en su mano derecha una espada flamígera tántrica, igual a la que yo había comprado y que nunca había considerado investigar. Pero, sin considerarla, ella me había mostrado que tenía mucho que ver con la historia que se estaba desarrollando y que se encontraba allí para completar el ensamble.

El dorje de cuatro puntas, más allá de haber impresionado al Maestro Mayor de Arte y a los Secretarios de Namgyal, había aparecido en el altar del templo de Kalachacra y a los pies de la colosal estatua de Buda.

La mayoría de las respuestas habían ido apareciendo de la mano de la magia del destino, facilitando y uniendo el conocimiento de los diferentes datos. Había encontrado una posible reencarnación. Como alternativa, y mucho más lógica, se podía considerar que estaba recibiendo la energía de ese boddhisatva llamado Jamyang, y era ella la que me estaba ayudando y conduciendo a algo que desconocía.

La aparición en esta historia de un boddhisatva, uno de esas almas que toman la decisión voluntaria de volver nuevamente a la vida para la ayuda de otros seres, renegando de la liberación de la rueda del Samsara, me desconcertaba.

Lo que en otros momentos de mi vida había parecido casi un imposible, descubrir alguna conexión con una vida previa y demostrar que la reencarnación existe, ahora no cumplía con las expectativas de producir un cambio trascendental en mi forma de ser.

Si había sido o no Jamyang ahora no importaba. Nada había cambiado: seguía siendo el mismo ser con las mismas imperfecciones de hacía unos días atrás. Lo que sí había cambiado era la gran intriga que ahora tenía con respecto a cómo funcionaba todo lo que había pasado.

Surgían entonces las preguntas que encerraban el misterio: ¿Cuál era la manera en que se movían los “hilos” del destino y la organización de sus acontecimientos? ¿Dónde estaba el secreto de lo que me habían mostrado?