IX. EL SIGLO DE LA HISTORIA
EN el prefacio que escribió en 1834 a Diez años de estudios históricos, Augustin Thierry hablaba de grandes esperanzas:
Desde el año 1823, un soplo de revolución comienza a dejarse sentir y a reavivar simultáneamente todas las ramas de la literatura… Yo tuve la dicha de ver lo que más deseaba, ocupar los trabajos históricos un alto lugar en el favor popular y a los escritores de primer orden consagrarse preferentemente a ellos… Tal concurso de esfuerzos y de talentos dio lugar a la opinión ya muy difundida de que la historia sería el sello del siglo, como la filosofía había impreso el suyo en el XVIII.
Del deseo, la posteridad hizo una afirmación, en presente —«Nuestro siglo es el siglo de la historia», escribe Gabriel Monod en 1876 en el primer número de la Revue Histórique—, después en pretérito.
¿De la historia o de las historias? Sin duda, para abordar un siglo tan fecundo como tumultuoso, en el que nacieron y zozobraron tantas esperanzas, es preciso, mejor que a Thierry, referirse a Guizot, menos locuaz quizá, pero más pertinente: «Hay, decía en una carta a Barante, cien maneras de escribir la historia».