VII. EL TIEMPO Y LA HISTORIA DE LOS HUMANISTAS (SIGLOS XV-XVI)

EN el corazón del siglo XV, tres acontecimientos sin vínculos aparentes anuncian una historiografía nueva. Hacia 1440, en Estrasburgo, Gutenberg pone a punto la prensa de caracteres móviles; por la misma época, en Roma, Lorenzo Valla demuestra la falsedad del acta conocida con el nombre de Donación de Constantino; en 1453, Bizancio sucumbre a los asaltos otomanos: se acelera entonces la diáspora de los copistas y de los gramáticos griegos a través de Europa. Nuevas técnicas de difusión, nuevo método de análisis, nuevas fuentes… Nueva curiosidad también, puesto que Renacimiento y Reforma fueron cada uno a su modo, peregrinación a las fuentes. Clío parece repudiar un milenio de tutela teológica y escolástica para encontrar de nuevo a la vez, su infancia pagana y entrar en la edad de la razón. Pero, porque único lugar donde se escribe entonces la historia, Europa se mantiene cristiana —tan cristiana que se desgarra en nombre de la autenticidad de su fe—, porque la vuelta a la antigüedad es el signo de la época; porque también la época es la de la Utopía, de los monstruos, de lo imaginario vuelto a poblar, del sincretismo, de la búsqueda ardiente del reflejo divino tanto en el alma como en la obra de arte, sería ingenuo y peligroso considerar la historiografía de los humanistas, por lo demás muy diversos, desde el solo punto de vista del progreso. Arcaísmo y conformismo caracterizan a menudo una producción cuya modernidad no debe exagerarse.