Nacimientos

Sería ilegítimo excluir de la corriente que transforma ante nuestros ojos la escritura de la historia, sus fuentes remotas y múltiples, y sus afluentes de confluencias tardías.

Pioneros, el belga Henri Pirenne, de quien los fundadores de los Annales han hecho a la vez su maestro y su colaborador; el holandés Huizinga cuyo Otoño de la Edad Media funda, en 1919, la historia de las mentalidades; el polaco Znaniecki, creador en Poznan en 1921 del grupo de «Historia vivida» que emprende la recopilación de los relatos autobiográficos populares; antes que ellos, los maestros alemanes, Wiebe que «inventa» la historia de los precios, los fundadores en 1903 de la Vierteljahr Schrift für Sozial und Wirtschaftgeschichte…

Sería injusto olvidar la aportación soviética en la exploración de la cultura material y sobre todo la prodigiosa actividad norteamericana en historia económica —desde Simon Kuznets hasta la New Economic History—, en historia oral (la Oral history se practica desde 1952 en Columbia), en arqueología donde se habla, allende el Atlántico, de una New Archeology…

Sería en fin lamentable ocultar la más extensiva de las transformaciones actuales de la historiografía, la que ve a los jóvenes estados procedentes de la descolonización acceder a la independencia cultural adquiriendo los medios de poner fin a su amnesia.

No es, sin embargo, erróneo considerar la Escuela de los Annales como el foco de la historia nueva. De una parte, porque, gracias a la revista, y después gracias a un centro de investigación (la VI sección de la Escuela práctica de Altos Estudios creada en 1947-1948), Lucien Febvre y sus discípulos dispusieron de una tribuna y de un laboratorio enteramente adictos a la innovación, medios que faltaban, en la época, a sus émulos extranjeros. De otra parte, porque mientras la actividad historiográfica fue esterilizada o descarriada por el totalitarismo en unos países de Europa tradicionalmente fecundos e imaginativos. Por eso no faltan buenas razones para que el más erudito y el más abierto de los historiadores de la historia, Arnaldo Momigliano, declarara en 1961: «La Escuela de los Annales se halla en vías de ocupar el lugar que tenía no ha mucho en Europa la Escuela alemana».

Conviene además dar aquí a la palabra «escuela» su sentido más extenso. No son pocos los nuevos historiadores, incluso franceses, que no han publicado nada en la revista Annales; no dejan de ser por ello nuevos historiadores, es decir practicantes de una historiografía en ruptura con las que la preceden y acompañan. Y, para cerrar este preámbulo como se ha comenzado, con una paradoja, advirtamos que así dotada de un estado civil, la Nueva historia cuenta con medio siglo de existencia; es decir que tiene ya su historia.