Verde agua
Es su primer día libre en mucho tiempo. Su padre está muerto y no se siente culpable. Ni del sol ni de la luz entre las ramas de los árboles, más bien al contrario, piensa que están ahí para ella, para darle la bienvenida.
Estrena blusa, una blusa floja de algodón que acaba de comprar pensando que era verde. Es gris. Nada le gusta menos que ir de tiendas, por eso nunca se prueba nada y después parece que la ropa que lleva no es suya. Esta vez se la ha probado. Me la llevo puesta, ha dicho, con tal de no cambiarse otra vez. En la tienda parecía verde agua. Tampoco está segura de que sea gris, quizá es la luz. ¿Qué más da?, tengo una blusa nueva y hace sol.
El viento ya no puede despeinarla, se echa un vistazo en el cristal de un escaparate. Parece más joven, más guapa. Al pasarse la mano por la nuca nota el frío del anillo, el anillo de su madre. No sabe por qué se lo ha puesto, pero se alegra. Hoy ha hecho cosas que no había hecho nunca. Más bien no ha hecho cosas que suele hacer. No ha hecho la cama, por ejemplo. No ha desayunado en casa, no ha salido a la calle con las manos desnudas. Hace unos días la mano de su padre llenaba esas manos. Un hueco a partir de ahora, en sus manos. ¿Quizá por eso se ha puesto el anillo?, ¿para no llevar las manos vacías?
Mira el anillo. La piedra es verde agua. Está claro que la blusa es gris, piensa.