Existir
Cuando un niño se para en una esquina montado en su bicicleta roja, con una mano agarrada al manillar y la otra en la cintura, yo lo miro. Ese niño podría ser mi hijo.
Ese niño no está esperando a que cambie el semáforo, no quiere cruzar la calle, solo quiere ser mirado, existir en los ojos de otro. Quiere ser envidiado por su bicicleta brillante, por su juventud, por su postura de héroe a caballo.
Yo lo miro porque quiero que se cumplan sus deseos. Él, una vez seguro de que he caído en las redes de su inocente arrogancia, aparta los ojos hacia ese infinito que es la acera de enfrente, satisfecho.
Ya en la cama, pensará que ha existido por unos segundos en los ojos de una incauta desconocida. Y yo, esa misma noche, sabré que existí en los pensamientos de un niño justo antes de quedarse dormido.