Palabras
Nunca he temido a la muerte, ¿para qué? La muerte no me concierne, pensaba. Solo un hueco cuando murió mi madre. Cuando murió mi hijo la temí aún menos. No sé cuánto tiempo pasó hasta que fui consciente de que yo seguía aquí, sin él.
Hay un nombre para cada cosa. ¿Por qué no hay un nombre para los padres que pierden a sus hijos?
Mientras, ha llegado el verano con su luz indómita y todo pesa menos. Todo excepto la luz. Salgo a pasear, a distraerme, miro las caras de otras mujeres de mi edad y se me quitan las ganas de vivir. No quiero eso para mí. No quiero ese gesto. Parecen arrastrar su vida solo porque siguen vivas. ¿O será que se maquillan demasiado?
Me pregunto si será la luz, el calor, o la falta de sueño. Me pregunto cuánto tiempo seré capaz de permanecer aquí, viva. Me pregunto qué día y a qué hora decidiré que ya no quiero más, si llamaré a mi hija para despedirme o desapareceré sin más. Pero lo que me pregunto sobre todas las cosas es si habrá algo, alguna palabra, que me haga desear quedarme un poco más. Solo un poco más.