38. Perfil de un guarura

Desde la muerte de Lidia Valencia, la casa, cerrada por la policía, había sido saqueada sistemáticamente. Joyeros, centenarios de oro y exvotos del siglo XIX habían desaparecido junto con cuadros y retratos suyos.

“De noche, el señor Mauro roba en la residencia sabiendo que nadie echará de menos lo que falta”, dijo María tímidamente. “Mientras el señor Carlos Agustín busca oro en cajas de zapatos y latas de café él se embolsa todo.”

“El sobrino no sólo reclama toda la herencia, sino quiere llevarse hasta su polvo”, dije. “Dos veces ha viajado a Celaya con Mudanzas Valdés. Vino más para saquear que para conservar, pues la tía murió intestada.”

“Siento que los hurtos de relojes, plumas, pinturas y colecciones de monedas antiguas se deben al señor Mauro, ya que la casa y la azotea de su edificio se comunican.”

“En estos días, no sé si Mauro anda de vacaciones o lo han corrido del Cisen.”

“Señor, el viernes que se fue de aquí se llevó dos bolsas, creo que con objetos de la casa.”

“Lo recuerdo con su traje gris rata reluciente. Recuerdo que le dije: ‘Qué traje tan elegante’. Y él me contestó: ‘Hoy en día hasta los millonarios compran trajes Robert’s’.”

María se retiró a su cuarto y me quedé pensando sobre la última visita del guarura. “¿A qué se debe su presencia?”, le pregunté. “Temo sufrir un accidente de trabajo. Mis colegas son expertos en accidentes que no dejan huella. Vislumbre, el otro día El Petróleo le habló a Lupita para decirle que había oído que me había accidentado y si sabía en qué hospital me iban a operar.”

“No creo que corra riesgos de sufrir un accidente en carretera.” “Tengo planes para cruzar la frontera. Ando a salto de mata. Temo ser atropellado por un jeep o por un camión de carga, y hasta por un sapo. ¿Supo lo de El Buzo?” “¿Quién es El Buzo?” “Un colega mío que se quedó tieso como jamón en sándwich”. “¿Lo atropellaron?” “Lo prensaron entre dos camiones. Vislumbre.”

“¿Qué puede sucederle a usted? No hay dos accidentes iguales.”

“No se crea, temo que me atropelle un tren en una vía por la que no ando, que me suiciden en un cuarto de hotel en el que no me hospedo, que me arrojen de cabeza del noveno piso de un edificio en que no vivo.” “Pero si aquí no hay trenes.” “Allí está el detalle”, cantinfleó. “Se lo suplico, présteme ayuda, no sea malo.” Entonces me tendió un folleto de banco:

Protección Integral contra Accidentes.

¡Ellos estarán bien!

En caso de fallecimiento por accidente tus beneficiarios recibirán:

* Indemnización en efectivo.

* Rentas mensuales por un año.

* Pago de gastos funerarios por cualquier accidente o enfermedad.

Se lo devolví.

“Aplica a mi situación, asegura la supervivencia económica de mis Lupitas”, trató de convencerme.

“Pero no aplica a mis bolsillos, el seguro debe pagarlo su empleador, el Cisen.”

Ya se marchaba cuando Matilde me entregó un telegrama.

Por su bien, tome precauciones. Lo estamos vigilando.

Almirante RR

“¿El Almirante RR lo mandará realmente? ¿Es un anónimo? ¿Cómo habrá hecho Mauro coincidir su presencia aquí con la llegada del telegrama?”

“A lo mejor él mismo lo escribió y él mismo lo trajo.”

“Llámelo.”

“Va a ser difícil, ya se fue.”

“Busque a El Petróleo.”

Matilde marcó el número. Nadie contestó.

“¿Qué es esa bebida roja sobre la mesa? ¿Agua de jamaica? Déme un vaso. ¿Por qué se queda allí como soñando?”

“Pienso en Mendoza en un avión rumbo a Tijuana”, Matilde entornó los ojos.

“¿Acompañado de los sicarios del Barrio Logan?”

“¿Desea que busque sus antecedentes en los archivos?”

“Su personalidad me intriga tanto como me inquieta: en los últimos días ha sido saqueada la casa de Lidia Valencia.”

“Hablé a Locatel para solicitar información sobre Mendoza. Me pidieron una foto para identificarlo. Se las envié. Contestaron que no lo conocen.”

“¿Cómo es eso, si ellos lo enviaron?”

“El banco de información da cuatro alias suyos: El Murciélago, El Diablo, El Adelita, El Demóstenes.

“¿Podemos verificarlos?”

“¿Comenzamos con El Murciélago? Asalta a muchachas en Coyoacán, a las que viola y muerde con los labios untados de polvo blanco.”

“El Diablo.”

“Opera en Cuernavaca, es miembro de una banda de secuestradores que suele pedir rescates cuando ya mató a las víctimas. O arranca los dedos y las orejas de los rehenes que secuestra y se los envía a los parientes para presionarlos.”

“¿El Adelita?”

“Exporta mariguana de esa marca a los Estados Unidos.”

“¿El Demóstenes?”

“Como es medio tartamudo le gusta meterse monedas en la boca, que mastica mientras hurga en las partes íntimas de las mujeres secuestradas. Su lema es: Dime cómo mueres y te diré quién fuiste. Unifica a los alias su afición por la música tecno.”

“¿La oyó en su carro? Yo la escuché en el Periférico la noche del accidente, y supuestamente también la escuchó Solórzano.”

“La información revela que Mendoza, o como se llame, pertenece a ese universo del folclor nacional en que un policía actúa como criminal, o viceversa. Su credo es: Un ciudadano es culpable hasta que no demuestre lo contrario, y una mujer es puta hasta que no pruebe su virginidad.”

“Qué lógica torcida.”