2. El Hospital Español
“En este hospital guardamos en un congelador las orejas de los secuestrados”, me dijo como por casualidad el médico oculista.
“¿Por qué?”
“Hay una banda de secuestradores que opera en el Valle de México que corta las orejas de la gente que tiene cautiva. Lea primero las grandes, luego las pequeñas”, el doctor clavó la luz del oftalmoscopio en mis ojos. Proyectó las letras sobre la pantalla.
“A, B, D, m, z.”
“Los secuestradores envían los segmentos de las orejas de los plagiados a las familias para presionarlas a pagar el rescate. Ellas las traen aquí para que las congelemos y cuando sus parientes salen libres se las pegamos. El problema es que a veces el estado de la víctima es tan deplorable que los procedimientos para devolverle las orejas mediante reconstrucción o reimplante son complicados. Según los especialistas, cuando se trata de una reconstrucción la parte faltante se restituye a partir de cartílagos tomados de los costados del tórax. Para los reimplantes se juntan las venas, los vasos sanguíneos y los nervios de los segmentos separados. Como los vasos miden fracciones de milímetros, las operaciones deben hacerse bajo el microscopio.”
“¿Qué sucede cuando pasan días o semanas entre el momento en que el secuestrador envía los segmentos de las orejas y las víctimas llegan a los quirófanos?”
“Las posibilidades de éxito disminuyen. En algunos casos los médicos utilizan la microcirugía para unir los segmentos de oreja de las víctimas. Otros pacientes, felices de estar vivos, no desean someterse a cirugía alguna, sólo quieren olvidarse del asunto.”
“¿Qué se guarda en el hospital?”
“En el congelador tenemos el dedo anular del dueño de La Mestiza. Con anillo de oro y todo. La oreja con pendiente de plata es de la esposa del gerente de La Valenciana. El pulgar y el meñique pertenecen a dos hermanos gemelos propietarios de cadenas de hoteles de paso y baños públicos.”
“Y esas orejas pálidas, ¿de quién son?”
“No puedo revelarlo por motivos personales que me duelen mucho. Sólo puedo decirle que los cartílagos de mi amiga se encontrarán bien resguardados hasta que esté libre.”
“¿Cuántas orejas guarda?”
“¿Una docena? El número cambia todos los días.”
“No sabía que hubiese tantos secuestrados, la policía mantiene silencio.”
“Dicen que investigan, pero no lo hacen. Cada día que pasa hay más secuestrados. Un paciente mío, cuando lo liberaron, me contó que en la casa donde estuvo cautivo los secuestradores tuvieron que tocar en los cuartos preguntando antes de entrar si no estaban ocupados, como si fuera hotel.”
“¿Todos los secuestrados son españoles?”
“Hay europeos, asiáticos, norteamericanos, mexicanos, libaneses, judíos.”
“¿Edad y sexo?”
“Niños, viejos, mujeres, hombres.”
“¿Clases sociales?”
“No hay prejuicios, se secuestra a la persona cuya familia tiene posibilidades de pagar un rescate.”
“Escribiré un artículo sobre el tema.”
“Cuidado, a la policía no le gustará.”
“¿Conoce el nombre de la banda?”
“Hay varias.”
“Dicen que hay un secuestrador que cuando manda las orejas a los parientes de los secuestrados, pidiendo rescates millonarios, los culpa del secuestro por ser tan avariciosos.”
“Algo hay de eso.”
“Se dice que este sujeto opera protegido por gobernadores, procuradores, jueces, comandantes, policías judiciales, y su expediente es largo.”
“Por favor, no diga a nadie que le hablé de esto.”
“Los secuestros son un secreto a voces.”
“Antes de irse escoja sus anteojos. Los va a necesitar. Allí está el espejo.”