CIES. Réquiem en la Riviera

[Revista Situación, Nro. 9 | Agosto-septiembre de 1961]

«Temo que los Estados Unidos nos den muy pocos dólares. Es probable que gasten la mayor parte de los 20 000 millones en su propio rearme. Y entonces, lamentablemente, se cocinarán en su propia salsa».

Esta fue la conclusión expresada en privado por un alto funcionario de la representación argentina a la reunión del CIES en Punta del Este. Y mientras el pasado jueves 17 largas caravanas de autos y omnibuses partían desde los hoteles, chalets y bungalows de la pequeña península uruguaya, tomando la carretera de Montevideo, una sensación de incertidumbre quedó flotando después de las 8000 palabras de la declaración final y las aproximadamente dos millones y medio de palabras escritas y dichas en el curso de la conferencia, contando los discursos y mociones de los 800 delegados y los despachos cursados por los 500 corresponsales extranjeros.

¿Qué sucedió en el CIES detrás de los a veces patéticos y a veces tediosos discursos académicos? ¿Cuál es el valor real de esta conferencia? Durante los 13 días de reuniones este enviado especial conoció a los actores principales del drama, asistió a la gestación y a las reuniones del CIES; siguió de cerca los trámites confidenciales hechos fuera de la sala de sesiones y resume sus conclusiones en el presente despacho.

Un americano iracundo

¿Qué pensaba la opinión pública norteamericana de la conferencia de Punta del Este? El 3 de agosto, en el bar del hotel Victoria Plaza de Montevideo, este enviado conversó con un hombre de negocios norteamericano, el señor Robert P., de paso por el Uruguay. «Creo que no debemos darles un solo dólar más. ¡Basta de alimentar parásitos! Nos pasamos la vida dándoles dólares, ¿y qué recibimos en recompensa? Creo que estos países están llenos de zánganos que no quieren trabajar. Y no hay ningún derecho de que gente como yo o como cualquiera de mis compatriotas trabaje como un caballo de sol a sol y pague impuestos para mantenerlos a ustedes. Estamos hartos de sus gobiernos que invierten nuestros empréstitos en cosas absurdas y siempre dejan a sus países en la misma condición miserable. ¿Quieren salir de este pozo? Pues trabajen».

Salimos a la calle. En la plaza Independencia caía la tarde; los lustrabotas esperaban sus clientes, las señoras daban vueltas al perro y frente a la Casa de Gobierno, la banda del ejército, como todos los jueves, daba su concierto de marchas militares.

«Mire, usted: una aldea. En el fondo, todos estos países son esto: una aldea indolente, sin demasiadas ambiciones ni necesidad de progresar. ¿Y por qué tenemos que mantenerlos, qué diablos? ¿Para que después nos den puntapiés en el trasero cuando venimos a hacer negocios que ustedes piden que hagamos? ¿Para qué damos el dinero? Mire. En Laos, una vez dimos 300 millones de dólares para ayuda económica. Los diputados y los ministros y qué sé yo quién más se gastaron el dinero en comprarse Cadillacs, refrigeradores y televisores. Y vea que allí no hay una sola emisora de televisión. Ni siquiera carreteras para los Cadillacs. Y aquí pasa exactamente igual. Yo creo que lo único que debemos exportarles es ideología. No tenemos ideología. Los jóvenes de estos países usan nuestro dinero pero se ríen de él. Tenemos que darles algo más sólido, más durable. Una coherente serie de principios para que ellos sepan por qué vale la pena luchar por la democracia. Algo que enfrente a los comunistas en la cuestión de fondo. Y no tenemos nada de eso, todavía. De cualquier modo, basta de dólares. No somos un barril sin fondo. Ayúdense a ustedes mismos. ¿El comunismo? A este paso…».

La guerra fría llega al Plata

El viernes 4, mientras la conferencia del CIES deja el lugar a los detalles truculentos de la captura de un pistolero en las primeras planas de los diarios montevideanos, llegan al aeropuerto de Carrasco, con diez minutos de diferencia, el señor Dillon y el señor Guevara.

Mientras la doble fila de coraceros uruguayos, con sus cascos estilo Imperio romano y sus corazas resplandeciendo al sol, hacía una guardia solitaria e inútil en el centro de la pista, el poderoso avión presidencial que traía Dillon enfiló su nariz anaranjada hacia el pequeño aeródromo militar que está a un costado del de Carrasco. De modo que recibimos a Dillon una veintena de cameramen, fotógrafos y reporteros latinoamericanos, ingleses, franceses y alemanes; cuatro soldados y un sargento que hicieron la escolta y algunos funcionarios uruguayos y de la embajada norteamericana.

Pero lo importante no fueron los 2000 fidelistas que diez minutos después rompieron los cordones policiales en el otro costado del aeropuerto para recibir al Che Guevara. Ni los trece Cadillacs que esperaban a la comitiva de Dillon y se perdieron por la carretera a Montevideo en una larga fila solitaria. Por sobre todo eso, cuando el enorme avión que tenía escrito sobre el fuselaje: «United States of America» aterrizó, este enviado sintió de pronto que el Río de la Plata había entrado en el primer plano de la guerra fría por unas semanas.

Intentos fallidos

Durante el fin de semana creció levemente un clima tenso en el cual circularon rumores acerca de la reunión de cancilleres que seguiría a la conferencia del CIES y en la cual se proyectaría una agresión armada conjunta contra Cuba.

El primer conato fallido corrió a cargo del embajador de Guatemala en Buenos Aires, señor Coronado Lyra, que efectuó infructuosas gestiones entre los delegados. Después, el domingo 5, Luis Conte Agüero afirmó a este enviado: «La reunión de cancilleres cuenta con aprobación del señor Mora, quien me reiteró su total acuerdo con mi teoría de expulsar al comunismo de Cuba».

Conte Agüero había irrumpido la noche anterior a una cena de homenaje al grito de Cuba Libre. «Quien más alto y entusiastamente expresaba su apoyo a mi causa era el delegado norteamericano Delesseps Morrison. Yo lo vi», agregó. Además, Conte dijo: «Es mentira que los norteamericanos controlaban la economía cubana. Sólo el 8% de la riqueza nacional provenía de fondos de ese origen: 840 millones de pesos, frente a un total de 10.000. Es falso que Cuba haya sido país de latifundios. El primer latifundista es Rusia con el 91,4% y Cuba era apenas el cuarto, con 36,1%. El adelanto de Cuba frente a Rusia era evidente en 1958: en Cuba había un televisor por cada 18 personas y en Rusia hay uno por cada 85».

El segundo intento fallido de promover la agresión a Cuba se produjo después de que habló el Che. Hacia fines de semana, la representación de Guatemala, que junto con las de Nicaragua y Perú fueron los voceros de mociones norteamericanas, convocó a una conferencia de prensa. El anuncio se hizo al mediodía. El propósito era expulsar a Cuba del seno de las comisiones y del CIES. Pero urgentes llamadas telefónicas, negativas por parte de muchas delegaciones, y un clima final contrario a esta actitud hizo que a media tarde, durante la conferencia de prensa, los delegados guatemaltecos se refirieran a aburridos y algo confusos temas de política arancelaria. Que por no haber estudiado previamente, trataron con mucha deficiencia.

Figueres: no se trajo un plan de emergencia

«Fidel Castro no descubrió América», dijo irritado José —«Pipi»— Figueres conversando con este enviado. La impresión de los corresponsales reunidos en Punta del Este era que el otrora popular presidente costarricense había quedado desplazado en la atención general por el representante cubano. «Parece un funcionario», comentó un periodista chileno.

Figueres, dueño de plantaciones cafetaleras en su país, aseguró a este enviado: «Los préstamos son una aspirina. Además yo no vine a pedirlos. Me interesa lograr un precio justo del café y otros productos básicos en el mercado internacional». Al final de la reunión, el Dr. Figueres contestó: «No. En realidad, en cuestión precios no hemos obtenido demasiado aquí. Estamos supeditados a otra reunión que se realizará en septiembre. Pero al menos pudimos lograr seguridades en los que se refiere a la cuota cafetalera de cada país. Habrá que armarse de una muy larga paciencia. Lo malo es que hay cada vez menos tiempo».

«Lo que los norteamericanos debieron haber traído aquí, unas cuantas grandes medidas de emergencia, que hicieran impacto en la opinión pública y les diera la sensación de que esto marcha, no se produjo. Hay una improvisación lamentable. Además soy un buen amigo de los norteamericanos. Ellos me consideraron uno más. Desde antes de su ascenso al poder, estuve cerca de Kennedy y estoy convencido de que él quiere llevar a cabo este plan hasta el fin. Pero desgraciadamente tiene que luchar contra una opinión pública hostil, un congreso reacio y hasta un equipo de técnicos que no creo que conozca a fondo los problemas latinoamericanos en toda su complejidad. Es decir: pueden conocerlos, pero no creo que traten de comprenderlos todo lo que merecen ser comprendidos».

Calificó a Goodwin, un hombre clave del equipo de Kennedy, su asesor para problemas latinoamericanos como «joven prodigio que no sale de los conocimientos adquiridos en los libros. Ve un poco a nuestros países desde Washington. No creo que los conozca a fondo».

Argentina: Alemann vs. Prebisch

El proyecto más detonado, el que encontró más resistencia y atrajo la atención de los cronistas ocupando el segundo puesto en el «ranking» después de Guevara, fue la famosa comisión de siete expertos propuesta por Estados Unidos a través de la Cepal. Como es sabido, se alcanzó una solución transaccional nombrando un equipo de nueve sabios que no tendrá, al menos formalmente, una facultad reguladora total. Lo que no es conocido es el proceso de sorda lucha entablada entre la gente de Prebisch y la representación presidida por Alemann.

En una entrevista con Prebisch quedó claro un enfrentamiento de singular importancia. La cosa es como sigue:

Prebisch dio su pelea a favor del primitivo comité de siete expertos sobre estas bases: necesidad de un financiamiento, programación e integración global de la economía latinoamericana. Evidentemente exhausto, durante la entrevista que se realizó ya al final de la conferencia, Prebisch perdió la calma y denunció los ataques de que era objeto por la prensa argentina. Dijo que debían ponerse al descubierto las maniobras del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, que en su opinión está al servicio de grandes empresas que impiden toda inversión que promueva la creación de una siderurgia y una industria petrolífera latinoamericana. «Yo también estoy de acuerdo con las inversiones privadas, pero al revés del Banco, no tolero que los técnicos que estudien las posibilidades de inversión sean simples agentes de las grandes empresas que ignoran las necesidades de nuestros países y sólo tratan de lograr mayores dividendos. Yo quiero que los técnicos estudien las posibilidades reales y objetivas de cada país y propongan inversiones útiles y no grandes negociados leoninos que nos esquilman. Comencé a dar mi batalla en el 54, pero recién la administración Kennedy me prestó oídos».

Esto que revela una lucha interna de los colaboradores de EE. UU. se explica, según los entendidos, porque Estados Unidos, al tratar de impedir revoluciones castristas, prefiere mejorar en cierta medida las condiciones de desarrollo económico latinoamericano. El Banco de Reconstrucción —denunció Prebisch— presionó a un país latinoamericano para que readaptara su economía a los intereses del gran capital norteamericano.

Se va Rubottom

Sin embargo el asunto es más espectacular aún.

Con este criterio, Prebisch pretendió imponer su comisión de siete expertos. Argentina —junto con Brasil, México, Chile y Perú— la rechazó porque, según Alemann, serían más útiles las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y países «grandes» de A. L. Además, Alemann aprueba en mayor medida el crédito público que la inversión privada. Lo espectacular y dramático de la cuestión reside en la frase que Alemann le habría dicho a Rubottom antes de la conferencia: «Ustedes tienen que tomar rápidas medidas. Las clases bajas están lejos de ustedes, la clase media no tiene tiempo para pensarlo y la clase alta no cree más en ustedes».

El descontento de la delegación argentina fue notable durante la mayor parte de la conferencia. Se pudo saber también que sería inminente la partida del embajador Rubottom, quien sería prontamente reemplazado.

«No hemos obtenido un trato adecuado para nuestras carnes y lanas. Nos quieren imponer un plan regulador de nuestro desarrollo. Estos norteamericanos no entienden nada. Son como un padre obcecado y ciego que les quiere hacer seis trajes iguales a seis hijos diferentes». La delegación parlamentaria que a mediados de semana estuvo en Punta del Este pensaba emitir una declaración muy violenta contra la actitud norteamericana de respaldo al comité de los 7. Además, frente al discurso de Guevara, muchos diputados afirmaron: «Nos viene muy bien». Esa amenaza de la declaración pública y ese chantaje —si no nos escuchan, aquí va a pasar igual que en Cuba— logró que durante la entrevista Dillon-Frondizi se llegara a alguna promesa de acuerdo formal que cristalizó en el nuevo comité de los 9 que se diferencia del anterior porque, al menos formalmente, sería una especie de comité ad hoc sin todas las facultades de regulación global que tenía el anterior. De cualquier modo, tanto Prebisch como Felipe Pazos, cubano, exiliado, estaban en la lista de los siete y ahora están en la de los nueve. Los dos cobrarán 2500 dólares mensuales.

Brasil: doble frente

Mientras Argentina trataba de jugar su posición de líder respaldada en Estados Unidos, y fue muchas veces vocero de mociones que expresaban la opinión de norteamericana, Brasil hizo su juego cuidando sus flancos. Por un lado, actuando junto a Argentina en una discreta oposición a Estados Unidos y por el otro, enjugando los errores tácticos de los norteamericanos frente a Cuba, al neutralizar actitudes agresivas para con Cuba.

Su posición salió fortalecida de la conferencia. Hasta hubo una partida violenta. Leonel Brizzola, gobernador de Rio Grande Do Sul, hombre de Quadros en política internacional, activo defensor de la no intervención en Cuba durante la reunión en Uruguayana, se retiró del CIES. Afirmó: «Tanto el discurso de Dillon como el de mi embajador son flojos y no atacan el problema de raíz». Además del sentido electoral localista de la actitud, se interpretó esa partida como una posición tomada de común acuerdo con la línea de hombres jóvenes que por sobre diferencias políticas internas apoyan la actitud neutralista de Quadros.

El gobernador Brizzola, que días atrás se opuso violentamente al golpe militar de derecha que pretendía impedir la asunción de Joao Goulart, se convirtió de pronto para los lectores de diarios en una figura singularmente importante. Sin embargo, reiteramos que su trayectoria en las conferencias internacionales de Uruguayana y Punta del Este hace coherente su última actitud que lo convirtió en uno de los más decididos pilares de apoyo a Goulart.

Los liberales norteamericanos

¿Dónde están los liberales norteamericanos? ¿Qué ha sido de ellos? Este enviado habló con tres hombres claves del equipo Kennedy: el subsecretario de Estado, Woodward, el asesor presidencial, Goodwin y el asesor de prensa del Departamento de Estado, Phillips. ¿Qué diferencia objetiva hay entre ellos y el equipo republicano?

«El hecho de poner en práctica este plan será la más palmaria demostración de que las ilusiones que muchos se hicieron con respecto a Fidel Castro son falsas», dijo Woodward. Esta es la posición del grupo que finalmente tomó el timón de los asuntos interamericanos en Washington. En los últimos meses se produjo una discreta pero enconada lucha entre tres grupos de opinión con respecto a Cuba. El primero, coincidente con el sector más conservador del partido Demócrata y con buena parte del Republicano, postulaba la intervención directa, lisa y llana.

Uno de los objetivos perfectamente claros y en conocimiento de todos los delegados del CIES fue la realización de una reunión de cancilleres a posteriori de la asamblea de Punta del Este para fijar la táctica de agresión a Cuba.

La otra línea postulaba la franca coexistencia con la Revolución cubana. Era la posición más flexible que en algún momento habría compartido en privado el propio presidente Kennedy. Pero finalmente triunfó la tercera tesis, sostenida por Chester Bowles, que fue exactamente la que sostuvo Woodward en sus declaraciones de un par de párrafos más arriba: «llevar a la práctica el Plan New Frontiers», «en un claro desafío que demuestre la superioridad del sistema de las democracias».

Sin embargo, la opinión en público de Woodward, subsecretario para América Latina, y los otros dos altos funcionarios fue muy similar a la línea intervencionista de los grupos conservadores demócratas y del partido Republicano: «Es necesario adoptar alguna actitud contra Castro y pronto. No podemos aceptar al comunismo cubano en el seno de esta Alianza. No le daremos ni un centavo. Y aunque desee ingresar no podrá hacerlo porque no firmó el tratado de Bogotá ni tiene gestión alguna con el BID. Es inadmisible tratar con el castrismo».

En cambio, con respecto al finado punto V de la agenda que postulaba el control y la subversión a los órganos de difusión para que exaltaran los beneficios de la libre empresa, fue calificado por el Sr. Phillips como «totalitarismo. Algunas cláusulas del punto V son directamente fascistas e inadmisibles ya que incluso implicarían el control de la prensa en EE. UU.». Así fue rechazado de plano por todos los países, aunque Guatemala presentó un proyecto aún más severo porque extendía el control a las escuelas.

Un grave problema que no fue en absoluto resuelto por la reunión de Punta del Este fue el de los productos primarios.

«No creo posible que se modifique la política de protección relacionada con los productos primarios y materias primas latinoamericanas. Por otra parte, niego rotundamente que haya ningún tipo de dumping. Lo que hay es una política económica especial para ciertas cuotas adicionales a las ya fijadas por los convenios comerciales».

«Este plan debe triunfar porque es la única garantía que preservará la libertad en el continente. Si fracasa, el avance del comunismo será incontenible», dijeron los delegados norteamericanos. Pero ¿qué posibilidades reales de triunfo tiene el plan?

El mismo presidente Kennedy debe luchar con los sectores conservadores de su partido, es decir con los representantes de grandes empresas que no pueden permitir que les sean limitadas las garantías a sus negocios leoninos. A mediados de la conferencia, el secretario de Hacienda, Dillon, envió un cable perentorio al senador Fulbright diciéndole que si el Congreso no aprobaba el préstamo de los 20 000 millones el plan fracasaría ruidosamente.

Varias votaciones contrarias en el Senado y en la Cámara de Representantes redujeron el plan a un año y los 20 000 millones a sólo 1000. La actitud de los delegados norteamericanos fue calificada por muchos delegados, entre ellos los argentinos, tal como consignamos más arriba, como «muy poco inteligente y sensible a los problemas del hemisferio».

Conclusiones

Desde el punto de vista político la reunión fue una victoria para Cuba. Habló por toda América Latina, logró en la práctica su permanencia dentro del sistema interamericano y el reconocimiento de su calidad de país socialista, alejando el peligro de una agresión bélica inmediata. La victoria también se dio en el ámbito de la propaganda, porque Guevara fue el indiscutible centro de atención de la conferencia. Y también fue técnica, porque el número uno de la delegación cubana en el aspecto económico fue el mexicano Noyola, dilecto discípulo de Prebisch, que se fue de la Cepal, a La Habana y mantuvo un alto nivel en sus planteos técnicos. «La participación de la delegación cubana se destacó por su seriedad y espíritu constructivo», admitió un delegado norteamericano. También la sombría profecía acerca del fracaso del plan que hizo Guevara en la última sesión demostró que en último término hubo en Punta del Este dos delegaciones: la cubana y la norteamericana.

Sin embargo, es cierto que el tono de la conferencia fue distinto al de las anteriores. Los otros 19 países sudamericanos pelearon y discutieron varias veces con los norteamericanos cláusulas que afectaban sus posibilidades e intereses, como en el caso de la famosa comisión de los sabios.

Estados Unidos fue derrotado en sus intentos de preparar la agresión a Cuba.

Resulta confusa la posibilidad de concreción del plan Kennedy: Estados Unidos está saliendo de una recesión y los técnicos aseguran que no estaría totalmente en condiciones de financiar un nuevo Plan Marshall. También cuestionan la seriedad técnica del plan elaborado en Punta del Este y lo califican de «declamatorio».

Además, y tal como este corresponsal lo dice más arriba, las grandes empresas no verían con buenos ojos la futura competencia potencial de las industrias latinoamericanas que sería la consecuencia de un plan efectivo y real de terminar con el subdesarrollo de nuestros países. Otro duro escollo serían las propias clases dirigentes latinoamericanas. Dillon pronunció siete veces la palabra «revolución» en su discurso y Prebisch habló de reforma agraria. Ningún latifundista pudo haberlo escuchado con complacencia aún cuando tal reforma agraria fuera sólo formal. Vinculado con esto se cuestiona la capacidad de los actuales gobiernos latinoamericanos para concretar con seriedad y eficacia técnica el plan en el hipotético caso de que se cumpla en toda la línea.

«Hay que dar una pata de la cabra si queremos seguir siendo los dueños de la cabra» dijo un delegado peruano y un norteamericano afirmó: «Estamos dispuestos a financiar revoluciones democráticas para anular el efecto del castrismo». Pero ¿puede Estados Unidos hacerlo?

Estados Unidos dio 175 000 millones de dólares a Europa durante la guerra y después, en la aplicación del Plan Marshall. Pero las reservas de oro en 1960 eran sólo de 17 000 millones de dólares.

Todas las apreciaciones recogidas en Punta del Este permiten expresar pesimismo acerca del éxito de este intento de «New Deal».

Es previsible que las clases dirigentes latinoamericanas no cambien sus estructuras y que los Estados Unidos, sin dar los dólares necesarios, exijan esos cambios. Como esos cambios, de acuerdo a la situación presente, no son probables que se produzcan, es previsible el recrudecimiento de una política represiva de extrema derecha y cada vez más definidas y agudas convulsiones revolucionarias en nuestros países.

Estados Unidos ha manejado toda la conferencia con un criterio deplorable de meras relaciones públicas, con ingenuidad esquemática y con una incurable ceguera para con los países latinoamericanos. Es cierto que existen en Washington elementos que tratan de crear realmente las condiciones para un nuevo trato liberal de corte rooseveltiano para América Latina. Pero los factores de presión que hicieron hablar a los enviados norteamericanos con un lenguaje de la época de Eisenhower señalan que las posibilidades de éxito de los liberales norteamericanos son no menos improbables.

Así se aprobó en Punta del Este una Carta en la que nadie, ni siquiera los norteamericanos, creen demasiado. «De esta histórica reunión saldrán las bases de la salida para América Latina», le dijo a este corresponsal un enviado de Time. No es probable que lo crean. Sencillamente ya no pueden darse el lujo de pensar otra cosa.

Detrás de esta reunión que señaló la crisis definitiva del panamericanismo en cuanto sistema inventado en Washington D. C. «queda sin embargo la vaga posibilidad de que Estados Unidos se decida a abrir los ojos y tomar la iniciativa de una política flexible y lúcida para América Latina», dijo un delegado argentino que encareció reserva y agregó: «lamentablemente no creo, sin embargo, que nos den los dólares. Los gastarán en su propio rearme y se cocinarán en su propia salsa».

Cuba y Estados Unidos

Es exacto que el comandante Guevara y el asesor para asuntos interamericanos del presidente yanqui, Richard Goodwin, se reunieron de incógnito en Uruguay. Este es el hecho más importante y trascendente de la conferencia de Punta del Este. Señala el éxito obtenido por Cuba: a) el principal objetivo de la revolución era ingresar al sistema interamericano guardando sus características, pero ingresar como medio de evitar futuras agresiones a su territorio; y b) este sería el primer paso de Cuba para acercarse a Estados Unidos y realizar una política de independencia frente a ambos bloques en el plano internacional. Ello implicaría una mayor libertad de acción respecto al bloque soviético.

El encuentro con el asesor de Kennedy fue una consecuencia directa de esta actitud. Y existen algunas poquísimas posibilidades de lograr cierto status quo con Estados Unidos. Así debe interpretarse este primer acercamiento en el cual el representante norteamericano varió en algo la posición de cerrada intransigencia que oficialmente adopta el gobierno yanqui frente a Cuba al no rechazar el diálogo.

Cuando Guevara dijo: «Cuba no exportará revoluciones», se refirió, claro está, muy concretamente, a la posibilidad de restablecer relaciones con Estados Unidos, y Kennedy no vería con total rechazo esta posibilidad. Así lo demuestra el discurso pronunciado por Frondizi, dilecto amigo del Departamento de Estado en las presentes circunstancias. En dicho discurso se acepta claramente la posibilidad de coexistencia con Cuba. Aun cuando podría ser una maniobra para no quedar descolocado frente a la política neutralista que postulaba Quadros, la declaración de Frondizi no contradice el clima creado por la reunión secreta Guevara-Goodwin.

Guevara habría venido a tratar con Frondizi, entre otras cosas, el posible arreglo de futuros acuerdos comerciales. El improbable mejoramiento futuro de relaciones Cuba-Estados Unidos dependerá en parte de la cautela con que Kennedy maneje a su Congreso. Sin embargo, son previsibles actitudes de violento repudio en la vieja línea reaccionaria por parte de los Estados Unidos.

Si Fidel tuvo que decir su discurso en la UN y Roa el suyo en Costa Rica de violento ataque sin lugar a la negociación, la situación actual de Cuba es distinta. La revolución, ayer en ciernes, hoy se encuentra en franco proceso de estabilización y asentamiento y necesita de la paz internacional para crecer y realizarse plenamente. Se siente asimismo lo suficientemente fuerte como para negociar la paz sin concesiones. Sin embargo, la influencia de los sectores más reaccionarios de Estados Unidos podría arruinar esta carta.

De cualquier modo, a pesar de los cocktails, los Cadillacs, el sol y el buen scotch y los cigarros de primera calidad, un agrio, definitivo y crepuscular olor a réquiem flotó en Punta del Este.

No en vano el presidente Haedo se permitió el desplante de amenazar y chantajear a Estados Unidos diciendo que propondrían que la conferencia se interrumpiera hasta octubre, cuando el Senado aprobara los 20 000 millones. Hoy ya la humorada no tiene sentido porque después de tanto tironear no largarán más que un solo y magro billón. Cosas del estreñimiento de las democracias.

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