COMITÉ CENTRAL

Un despacho polvoriento. / Libros de vieja encuadernación, varios cuadros de tipos antiguos, bigotudos. / Un lugar oscuro, lleno de moho. / Una mesa y sillas destartaladas. / Una estufa a querosén tubular. / RUSO, TANO y GALLEGO están sentados alrededor de la mesa. / Se cubren con echarpes, usan boinas y cada uno tiene a su lado una lata para escupir. / Pasan los setenta años cada uno.

GALLEGO.—¡Coño, pero tenemos que decir algo!

TANO.—En eso estamo, compañero… en eso estamo. El problema e que dechimo.

RUSO.—Es complicado… (Suspira). En 1906, cuando el levantamiento de Vladivostok…

TANO.—¡Qué va a compará, compañero!

RUSO.—No comparo… Pero sirve. En Vladivostok, Lenin llamó levantamiento de los soldados y los campesinos. Yo vivía en Varenik, un pueblito de campesinos, cerca de Vladivostok y mi padre nos leía los discursos de Lenin. Nos sentábamos alrededor de la mesa, papá leía y después todos cantábamos. (RUSO comienza a tararear una canción nostálgica, pensando en su lejana niñez).

GALLEGO.—Compañero… (RUSO sigue). ¡Compañero! (RUSO se detiene). Compañeros: seamos sensatos. Las masas están esperando nuestra palabra. Miles de trabajadores quieren conocer el pensamiento del partido. No podemos permanecer en silencio un minuto más.

TANO. (A RUSO).—Usté, compañero… ¿recuerda bien lo de Vladivostok?

RUSO.—Era muy chico. Consultemos la bibliografía. (Se levanta lentamente y va a buscar un libro).

GALLEGO. (A TANO).—Lo fundamental es no abandonar la línea de la unidad.

TANO.—Ma sí… ¿Pero unidad con quién? Es un problema de clase, querido. Nosotro no podemos pactar con el fachismo. Lo custo en este momento es fortalecer la alianza obrero-campesina, como en Italia, después de la derrota del fachismo.

GALLEGO.—¡Coño, llamar ahora mismo al alzamiento campesino! ¡De una vez por todas!

RUSO. (Volviendo con el libro).—Calma… Veamos qué decía Lenin a fines de 1914: «La transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por el acuerdo de Basilea de 1912 y que se deriva de todas las condiciones de la guerra imperialista entre los países burgueses altamente desarrollados. Por muy grandes que parezcan las dificultades de semejante transformación en un momento dado, los socialistas no abandonarán nunca un trabajo en esa dirección, ya que la guerra es un hecho». (La última frase los deja casi paralizados. Se miran un instante).

GALLEGO.—Era la guerra… ¡qué joder!

TANO. (Luego de una pausa).—Ma, pero ahí no dice nada del levantamiento de lo campesino.

RUSO.—Tampoco fue Vladivostok. Pero sirve.

TANO.—Ma, indudable.

RUSO.—Lo de Vladivostok no pude encontrarlo. (Sigue hojeando el libro).

GALLEGO.—Pero digo yo… ¿Qué problema hay con llamar al alzamiento de los campesinos ahora?

TANO.—Hay que estudiar la situación, querido compañero. No se puede alzar a lo campesino así porque sí.

RUSO.—Sería una masacre.

GALLEGO.—¡Coño, es por el bien de ellos! ¿O es que el millón de españoles muertos no cuenta ya?

RUSO.—Por favor, compañero… Sí. Y los seis millones de judíos y los veinte millones de soviéticos. Todos cuentan. Son nuestros muertos. Murieron por nosotros.

GALLEGO.—Y por los campesinos argentinos también.

RUSO.—Claro… Y ellos lo saben. Lo saben muy bien. Porque nuestro partido se los ha enseñado.

TANO.—Tanta cosa ha enseñado nuestro partido… ¡Si le hemo dicho del fachismo!

RUSO.—El campesinado sigue siendo nuestra reserva revolucionaria, compañeros. Pero no olvidemos que la vanguardia es el proletariado. El proletariado conduce el proceso…

GALLEGO.—El proletariado ya está: no hay duda, hombre. Pero qué hacemos con la revolución en las ciudades si el campo lo controla la burguesía. ¡Respóndame a eso, coño!

TANO.—Planteado así…

GALLEGO.—¡Hemos descuidado el campo y es hora que lo reconozcamos! (Pausa prolongada).

TANO.—La reforma agraria la hemo planteado siempre. (Gesto de GALLEGO). Ma, está bien. El partido es débil en el campo. No lo podemo negar. Tenemo que ser autocrítico.

RUSO.—Yo lo dije ya… ¡Tenemos que llevar nuestra voz al campo! Puf… Me he cansado.

TANO.—Ma, pero tampoco hay que magnificar la cosa… Presente hemo estado. Nuestro periódico llegan… hay bueno militante… E’ ma un problema de organización… En el campo nosotro no controlamo el proceso, pero estamo presente. Y eso e’ lo importante. Ma, compañero, lo que se plantea hoy es distinto. La masa están en la calle y nuestro partido debe tomar una dechición. Nosotro somo la vanguardia revolucionaria. (Ataque de tos). Tenemo que decir algo, ¿no? (Pausa).

GALLEGO. (Con algo de timidez).—Un llamamiento.

TANO.—Sí, pero a qué.

GALLEGO.—¡Coño! ¡A la lucha antifascista!

TANO.—Contra el fachismo… Ma… No olvidemo que esto que están en la calle… Tenemo que explicar.

RUSO.—Yo lo dejaría así: contra el fascismo. Las masas entienden. Tienen madurez.

TANO.—Entonche decimo que la masa salieron para luchar contra el fachismo.

GALLEGO.—Y contra el franquismo, convendría aclarar.

RUSO.—Nazifascismo, diría yo. Es más preciso.

TANO.—Está bien. (Se levanta pesadamente y lentamente, vacilante se dirige hacia el armario).

GALLEGO.—¡Coño, pero que se entienda que también salen para luchar contra el franquismo! (A RUSO). Ahora que España que está a punto de ser liberada…

TANO.—¿Dónde están lo formulario de declaracione? ¿Usamo el tre?

GALLEGO.—El que es acción de masas.

RUSO.—¿No convendría más el siete? Habla de la paz, también.

TANO.—Ese lo podemo dejar para mañana. Si esto sigue vamo a tener mucha actividad. (Trae un formulario y se lo tiende a GALLEGO). Métale uste, compañero, que escribe castellano.

GALLEGO. (Se pone los anteojos y lee).—«Una vez más el pueblo argentino ha salido a la calle para…».

TANO.—Do punto. Ponga: repudiar al fachismo, al nazismo y al franquismo. (GALLEGO anota).

GALLEGO. (Lee).—«Llamamos a la unidad de…».

TANO.—Todo el pueblo. Do punto. Obrero, campesino, estudiante…

RUSO.—Comerciantes…

TANO.—Comerchiante… Pequeño propietario.

GALLEGO.—Espere, compañero. Co-mer-cian-tes.

TANO.—Pequeño propietario… Militare patriota.

GALLEGO.—Mi-li-ta-res pa-trio-tas. ¿Soldados?

TANO.—Soldado… Empresario… Sacherdote progresista…

GALLEGO.—Intelectuales…

TANO.—Intelectuale…

RUSO.—¿Obreros pusimos?

GALLEGO.—Arriba de todo. (Pausa. Se miran como diciendo «Qué más»).

RUSO.—Y todos los argentinos honestos.

TANO.—Eco. Tiene que ser un frente amplio.

GALLEGO.—Honestos y democráticos.

TANO.—E redundante… ¿no? Ma póngalo. Conviene aclarar siempre. ¿Qué sigue?

GALLEGO.—Los saludos… Viva el glorioso… Viva la unidad de… Viva la amistad de… etcétera.

TANO.—De fórmula. Eso lo pone la empleada. Podemo mandarlo. (Los tres se miran un instante entre sí, satisfechos).

GALLEGO.—¡Coño, que le hemos dao duro!

RUSO.—Tuvimos que hacerlo, compañero. Los revolucionarios tenemos que ser duros a veces.

TANO.—¡En fin! Ahora a esperar lo acontecimiento.

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