ESCENA IX
SHOLEM, MAX y LEIE
MAX (Entrando).—¿Me llamó alguien? (SHOLEM no contesta. MAX se da cuenta de todo).
LEIE. (Entrando).—Bueno, ¿ya le arreglaste las cuentas a ese muchacho, Sholem? Menos mal. Ya se arregló todo. De vez en cuando conviene que lo pongas en su lugar, ¿sabés? (De pronto mira a SHOLEM que está como si hubiera envejecido diez años en esa noche. Después mira a MAX, que se ha quedado todo encorvado junto al teléfono).
LEIE. (Intranquila).—¿Pero dónde está, Sholem? ¿Lo mandaste a dormir? (Duda). Bien hecho, bien hecho. (Entra llamándolo). ¡David, David! (Sale). Pero no entiendo. (Crescendo). No está, no está, Sholem. ¿Pero, qué pasó aquí? ¿Dónde está David, Sholem?
MAX. (Suavemente).—Se fue, Léiele. (Con simpleza). Se fue de casa.
LEIE.—¡Cómo se fue! ¡Cómo lo dejaste ir, Sholem! ¿Y ahora? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Se llevó la llave por lo menos? Es capaz de despertarme a las tres de la mañana, y… (Por fin comprende, y entonces con rencor y desesperación se planta frente a los dos hombres). ¿Y ahora? ¿Qué va a ser de mí ahora? ¿No pensaste en mí, Sholem, cuando lo dejaste ir? ¡Nunca pensaste en mí, Shelom, si lo dejaste ir!
MAX. (Interrumpiéndola y mirando a los otros dos miente con piedad, dice como restando importancia a la cosa).—Va a volver, Léiele.
LEIE.—No, no. (Se sienta en una silla y se queda como inerme, como un náufrago, mirando al vacío). ¿Y ahora, qué va a ser de mí ahora?
(LEIE se queda así sentada un ratito y después hace ademanes de sacar la mesa).
SHOLEM.—Esperá. Hoy es viernes a la noche, después de todo. Nos olvidamos de decir la bendición del vino. (LEIE mecánicamente se cubre la cabeza, MAX se pone su sombrero y SHOLEM —todos de pie— dice:) Ioim hashishi vaijulu hashomaim vehooretz vejol iz evoom… Y fue en el sexto día y descansaron los cielos y la tierra y todas las criaturas. Boruj ató adoinoi, boirei pri hagofen. Bendito seas, oh Dios, que creaste los frutos de la viña. (Tras canturrear esto con la música antiquísima habitual, bebe y da de beber a cada uno de la copa de plata. Todos están ausentes, abrumados. Después SHOLEM se sienta. MAX busca su saco de fantasía. LEIE empieza a retirar los cubiertos de la mesa. MAX se pone su saco).
SHOLEM. (A LEIE).—Dame un vaso de té.
MAX.—¡Qué curioso!
LEIE.—¿Qué?
MAX. (Saliendo hasta el borde del escenario, mira hacia la ventana).—El tiempo. Está empezando a llover. (LEIE se queda mirando por la ventana. SHOLEM, abrumado, en su silla. MAX, con el sombrero rancho bajo el brazo, fuera de la escena, se recuesta sobre el borde del escenario como al final del monólogo inicial y mientras las luces se van apagando en la escena y sólo quedan las velas prendidas, canta «Róyinkes mit Mandlen» (Pasas y Nueces), una dulcísima canción de cuna. Y así, mientras se esfuma la escena y su voz vuelve a dirigirse al público cantando muy despacio, mientras sólo las velas casi extinguidas se reflejan en los espejos, va bajando lentamente el telón, detrás suyo).
TELÓN