Capítulo 7

Roma, Italia

El hombretón hojeó el antiguo ejemplar de Scientific American hasta que llegó a la página señalada. El artículo que estaba buscando se titulaba «Ciencia cuántica medieval». Su autora era la doctora Roberta Ryder, una bióloga americana afincada en París. Lo había leído antes, pero debido a los informes que había recibido durante los últimos días lo estaba releyendo desde una perspectiva completamente distinta.

Cuando había leído el artículo de Ryder por primera vez lo había complacido la forma en que los editores de la revista habían atacado su trabajo. Lo habían hecho pedazos, dedicando un editorial entero a desacreditar y ridiculizar cuanto había afirmado. Hasta se habían burlado de ella en la cubierta. Era una difamación manifiesta que le impusieran un castigo tan ejemplar, pero ¿qué otra cosa iban a hacer con una joven científica antaño respetada y galardonada que de repente empezaba a hacer declaraciones alocadas y carentes de fundamento sobre algo como la alquimia? El establishment científico no podía ni quería tolerar a una radical como ella, que exigía que se tomaran en serio y destinaran fondos apropiados a la investigación alquímica, asegurando que su reputación popular de charlatanería era inmerecida, posiblemente fuera incluso el resultado de una conspiración, y que un día revolucionaría la física y la biología.

Desde entonces había seguido su carrera y estaba satisfecho porque esta hubiera caído en picado. Ryder había sido completamente desacreditada. El mundo de la ciencia le había dado la espalda, prácticamente la había excomulgado. Hasta había perdido su empleo en la universidad. Cuando había oído la noticia en aquel momento se había regocijado.

Pero ahora no estaba tan contento. De hecho, estaba furioso e intranquilo.

Aquella maldita mujer no daba su brazo a torcer. Ante las adversidades había hecho gala de una tenacidad y una determinación inesperadas. A pesar del escarnio generalizado de sus colegas y de que estaba a punto de quedarse sin fondos no cejaba en su investigación privada. Ahora los informes de su fuente le decían que había hecho un descubrimiento. No necesariamente considerable, pero era suficiente para que se preocupara.

Era astuta, aquella Ryder. Peligrosamente astuta. Con un presupuesto ínfimo estaba obteniendo mejores resultados que todo su equipo, aunque este estaba bien equipado y mejor pagado. No podían permitir que siguiera adelante. ¿Y si descubría demasiado? Habría que detenerla.