PROLOGO
Cuando María Villamayor me pidió que prologara su libro dije que sí y lo hago, pero siempre con el convencimiento que para mí tiene toda obra creativa y es el del respeto en la forma expresiva que el autor ha seleccionado.
La obra ha de ser respetada escrupulosamente en su construcción creativa y por ello el prologo no hablará del contenido, que para eso está el propio lector que juzgará.
En esta segunda obra de María Villamayor –una escritora madura en su tiempo físico y en su juvenil entusiasmo de su tiempo intelectual– encontramos el principio de un oficio conectado con el mundo del misterio y del avance que toda obra al uso mágico tiene de los acontecimientos.
Si hubiera que pensar en el constructor de su universo literario habría que señalar que su trabajo se encadena con la corriente que firman: Asensi, Navarro e incluso el propio Brown.
Aristóteles señalaba la necesidad de adaptar los discursos a los públicos y creo que Villamayor ha sabido hacer eso.
La pasión por escribir ha llevado a María Villamayor a volcarse hasta la extenuación temporal dando a luz un libro de cuantiosas páginas.
El alumbramiento le ha deparado gozo y dolor. El gozo del camino recorrido, el trabajo de campo y el dolor de la ausencia de lo ya escrito.
No me lo ha dicho pero debe estar en un proceso de vacío hasta el encuentro con una nueva argumentación, y está por ver si sigue el camino coloquial de lo mágico.
El lector encontrará en su lenguaje escrito expresiones entresacadas de la misma fuente vital del lenguaje que no es sino la calle; el dialogo abierto entre los personajes salpimentado de un conjunto de acciones que acompañan al lector en una lección de historia y simbolismo entroncada con la propia historia antigua y simbólica de una ciudad a la que parece amar mucho.
Valencia aquí es la gran protagonista de fondo.
María Villamayor se ha hecho guía en este tiempo de búsqueda constante.
El amor está presente y se dibuja y se desdibuja a medida que los personajes avanzan en su recorrido existencial.
No falta la intriga al uso en este género de lo mágico y ese camino intrigante se recorre con ligereza y con interés y no fatiga la abundancia de páginas.
He descubierto en María a una escritora incipiente cuya semilla literaria estaba sembrada hace años. Solo desear para ella el éxito y para los lectores el gusto por el entretenimiento y la curiosidad por descubrir los rincones más sugerentes de una ciudad que tiene sus misterios pese a la luz y el mar que la enmarcan.
Carlos Pajuelo de Arcos.
Periodista.