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Sobre el planeta de Golgafrinchan, la Guía del autoestopista galáctico dice lo siguiente: Es un planeta de historia antigua y misteriosa, de rica leyenda, rojo, y en ocasiones verde con la sangre de aquellos que en tiempos pasados trataron de conquistarlo; es una tierra de parajes resecos y yermos, con un aire dulzón y sofocante lleno del embriagador aroma de las primaveras perfumadas que se escurre por las rocas cálidas y polvorientas nutriendo sus oscuros líquenes almizcleños; una tierra de mentalidades calenturientas y fantasías alcohólicas, especialmente entre aquellos que gustan de los líquenes; una tierra de ideas frías y veladas entre aquellos que han aprendido a renunciar a los líquenes y encuentran un árbol para sentarse a su sombra; una tierra de sangre, de acero y de heroísmo; una tierra del cuerpo y del espíritu. Tal ha sido su historia.

Y en toda esta historia antigua y misteriosa, los personajes más insondables fueron sin duda los Grandes Poetas Circundantes de Arium. Los Poetas Circundantes vivían en pasos de montañas remotas donde se ponían al acecho de pequeños grupos de viajeros incautos, a quienes rodeaban y arrojaban piedras.

Y cuando los viajeros gritaban diciendo que por qué no se marchaban a seguir escribiendo poemas en lugar de molestar a la gente tirando piedras, se detenían de pronto y empezaban a recitar uno de los setecientos noventa y cuatro Cantos Cíclicos de Vassillian. Tales cantos eran de una belleza extraordinaria y de una extensión aún más extraordinaria, y todos tenían exactamente la misma estructura.

La primera parte de cada canto narraba que una vez se dirigió a la Ciudad de Vassillian un grupo de cinco príncipes prudentes con cuatro caballos. Los príncipes, que por supuesto eran valientes, nobles y juiciosos, viajaban mucho por tierras lejanas, luchando con ogros gigantescos, practicando extrañas filosofías, tomando el té con dioses maravillosos y rescatando a bellos monstruos de princesas hambrientas, antes de anunciar al fin que habían adquirido la sabiduría y que, por consiguiente, sus viajes habían terminado.

La segunda parte de los cantos, mucho más extensa, relataba todas las disputas por las que uno de ellos tuvo que volver atrás.

Todo esto ocurrió en el pasado remoto del planeta. Sin embargo, fue un descendiente de aquellos poetas excéntricos quien inventó los espurios cuentos de la fatalidad inminente que permitió a los habitantes de Golgafrinchan librarse de la tercera parte de su población, enteramente inútil. Los otros dos tercios se quedaron en sus casas y llevaron una vida plena, rica y feliz hasta que todos desaparecieron súbitamente por una virulenta enfermedad contraída por el contacto con un teléfono sucio.