1
Resumen de lo publicado:
Al principio se creó el Universo.
Eso hizo que se enfadara mucha gente, y la mayoría lo consideró un error.
Muchas razas mantienen la creencia de que lo creó alguna especie de dios, aunque los jatravártidos de Viltvodle VI creen que todo el Universo surgió de un estornudo de la nariz de un ser llamado Gran Arklopoplético Verde.
Los jatravártidos, que viven en continuo miedo del momento que llaman «La llegada del gran pañuelo blanco», son pequeñas criaturas de color azul y, como poseen más de cincuenta brazos cada una, constituyen la única raza de la historia que ha inventado el pulverizador desodorante antes que la rueda.
Sin embargo, y prescindiendo de Viltvodle VI, la teoría del Gran Arklopoplético Verde no es generalmente aceptada, y como el Universo es un lugar tan incomprensible, constantemente se están buscando otras explicaciones.
Por ejemplo, una raza de seres hiperinteligentes y pandimensionales construyeron en una ocasión un gigantesco superordenador llamado Pensamiento Profundo para calcular de una vez por todos la Respuesta a la Pregunta Última de la Vida, del Universo y de Todo lo demás.
Durante siete millones y medio de años, Pensamiento Profundo ordenó y calculó, y al fin anunció que la respuesta definitiva era Cuarenta y dos; de manera que hubo de construirse otro ordenador, mucho mayor, para averiguar cuál era la pregunta verdadera.
Y tal ordenador, al que se le dio el nombre de Tierra, era tan enorme, que con frecuencia se le tomaba por un planeta, sobre todo por parte de los extraños seres simiescos que vagaban por su superficie, enteramente ignorantes de que no eran más que una parte del gigantesco programa del ordenador.
Cosa muy rara, porque sin esa información tan sencilla y evidente, ninguno de los acontecimientos producidos sobre la Tierra podría tener el más mínimo sentido.
Lamentablemente, sin embargo, poco antes de la lectura de datos, la Tierra fue inesperadamente demolida por los vogones con el fin, según afirmaron, de dar paso a una vía de circunvalación; y de ese modo se perdió para siempre toda esperanza de descubrir el sentido de la vida.
O eso parecía.
Sobrevivieron dos de aquellas criaturas extrañas, semejantes a los monos.
Arthur Dent se escapó en el último momento porque de pronto resultó que un viejo amigo suyo, Ford Prefect, procedía de un planeta pequeño situado en las cercanías de Betelgeuse y no de Guilford, tal como había manifestado hasta entonces; y además, conocía la manera de que le subieran en platillos volantes.
Tricia McMillan, o Trillian, se había fugado del planeta seis meses antes con Zaphod Beeblebrox, por entonces Presidente de la Galaxia.
Dos supervivientes.
Son todo lo que queda del mayor experimento jamás concebido: averiguar la Pregunta Última y la Respuesta Última de la Vida, del Universo y de Todo lo demás.
Y a menos de setecientos cincuenta mil kilómetros del punto donde su nave espacial deriva perezosamente por la impenetrable negrura del espacio, una nave vogona avanza despacio hacia ellos.