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El Restaurante del Fin del Mundo es una de las empresas más extraordinarias en la historia de la hostelería. Se construyó con los restos fragmentarios de..., se construirá con los restos fragmentarios de..., es decir, se habrá construido para esta época, y así ha sido en realidad...

Uno de los problemas fundamentales en los viajes a través del tiempo no consiste en que uno se convierta por accidente en su padre o en su madre. En el hecho de convertirse en su propio padre o en su propia madre no existen problemas que una familia bien ajustada y de mentalidad abierta no pueda solucionar. Tampoco hay problema alguno en cuanto a modificar el curso de la historia; el devenir de la historia no cambia porque toda ella encaja como un rompecabezas. Todos los cambios importantes se producen antes de las cosas que supuestamente debían cambiar, y al final todo se arregla.

Sencillamente, el problema fundamental es de gramática, y para este tema la principal obra de consulta es la del doctor Dan Callejero, Manual del viajero del tiempo, con 1.001 formaciones verbales. Ese libro enseña, por ejemplo, a describir algo que está a punto de ocurrirle a uno en el pasado antes de que se salte dos días con el fin de evitarlo. El suceso se describirá de manera diferente según con quién esté hablando uno desde el punto de vista del tiempo natural, desde un momento en el futuro lejano o en el pasado remoto, y se hace más complejo por la posibilidad de mantener conversaciones mientras que en realidad uno se dedica a viajar de un tiempo a otro con intención de convertirse en su propia madre o en su propio padre.

Antes de dejarlo, la mayoría llega hasta el Futuro Semicondicionalmente Modificado del Subjuntivo Intencional Subinvertido Pasado Plagal; y en realidad, en ediciones posteriores del libro, todas las páginas que siguen a ese punto se han dejado en blanco para ahorrar costes de impresión.

La Guía del autoestopista galáctico pasa por alto ese laberinto de abstracción académica, observando únicamente de pasada que el término «Futuro Perfecto» se abandonó desde que se descubrió que no lo era.

Pero sigamos.

El Restaurante del Fin del Mundo es una de las empresas más extraordinarias de la historia de la hostelería.

Está construido con los restos fragmentarios de un planeta destruido que está (habrá estado) encerrado en una enorme burbuja de tiempo y proyectado hacia el tiempo futuro en el preciso momento del fin del mundo.

Muchos dirán que esto es imposible.

Los clientes ocupan (tendrán encupo) su sitio en las mesas y disfrutan (enyantarán) de comidas fastuosas mientras ven (vierorán) el estallido de toda la creación.

Muchos dirán que esto es igualmente imposible.

Se puede ir (haber ido ya) al sitio que se prefiera sin necesidad de reservarlo con anterioridad (posterioridad previa), porque puede hacerse la reserva en forma retrospectiva cuando uno llegue a su tiempo actual. (Se puede pedir mesa cuando antes de ir se haya uno vuelto a casa.)

Muchos insistirán en que esto es absolutamente imposible.

En el restaurante puede uno conocer y cenar con (se podía conocer con y cenar a) una muestra representativa y fascinante de toda la población del espacio y del tiempo.

Esto también es imposible, según podría explicarse con paciencia.

Se le puede hacer tantas visitas como se quiera (se podía envisitar y renvisitar... etcétera; para más correcciones del pasado consúltese el libro del doctor Callejero), con la seguridad de que uno jamás se encontrará consigo mismo debido al desconcierto que ello suele producir.

Dicen los incrédulos que, aunque el resto fuera verdad, que no lo es, esto es claramente imposible.

Lo único que hay que hacer, es depositar un penique en una cuenta de ahorro en la era de cada cual, y cuando se llegue al Final del Tiempo sólo la operación de interés compuesto significará que el precio fabuloso de la comida ya está pagado.

Muchos afirman que esto no es sólo imposible, sino claramente demencial, y es por lo que los directivos de publicidad del sistema estelar de Bastablon idearon este lema: «Si usted ha hecho seis cosas imposibles esta mañana, ¿por qué no redondearlas con un desayuno en Milliways, el Restaurante del Fin del Mundo?»