LA «TEBAIDA»

INTRODUCCIÓN

1. Carácter histórico de las guerras tebanas

El marco en el que se desarrollan la Tebaida y Epígonos son dos campañas de los argivos contra Tebas, la primera de las cuales terminó en fracaso para Argos y la segunda constituyó un éxito. La leyenda era bien conocida por Homero, quien alude a ella en repetidas ocasiones, por ejemplo, en boca de Esténelo[1]:

Nosotros nos jactamos de ser con mucho mejores que nuestros padres. Fuimos nosotros quienes tomamos la sede de Tebas, la de Siete Puertas, llevando una hueste menos numerosa al pie de un muro más fuerte, confiados en los prodigios de los dioses y en la ayuda de Zeus. Aquéllos en cambio perecieron por sus propias insensateces.

De acuerdo con el testimonio de Homero hay que deducir que la diferencia temporal entre ambas campañas era de una generación y que la segunda de ellas tuvo lugar muy poco antes de la guerra de Troya.

A la leyenda troyana la dotaron de una base histórica las excavaciones de Schliemann. No es extraño que en época reciente se haya tratado de buscar también lo que hubo de cierto en las legendarias expediciones contra Tebas. Desde muy pronto se puso en duda la existencia de dos guerras tebanas, dado que la segunda parecía más bien un mero recurso para enlazar la primera con la de Troya. Pero no obstante lo que sí es incuestionable es la destrucción de Tebas por una invasión argiva, lo que ha sido comprobado arqueológicamente por la datación, algo anterior a la destrucción de Troya, de la conquista de Tebas, seguida por una serie de establecimientos micénicos en Tebas[2], La campaña se debió en la realidad probablemente a las rivalidades producidas entre ambas naciones por el desarrollo de un centro comercial en Tebas independiente de la Argólide.

2. Autor y datación de la «Tebaida»

Para esta obra la Tabula Borgiana no nos da ninguna información válida, pues se ha perdido precisamente la parte en la que aparecía el nombre del autor, y sólo nos indica su lugar de origen:

la Tebaida, de seis mil seiscientos versos, dicen que es de (…) de Mileto.

El poema debe remontar al siglo VIII, dado que Calino, el lírico del siglo VII a. C., ya lo conocía, a juzgar por lo que nos dice Pausanias[3]:

Calino, que hace mención de ellos (esto es, de los versos de la Tebaida) dijo que fue Homero el que la compuso.

No hemos de dar, sin embargo, crédito alguno a la atribución a Homero (que también se indica en el fr. 1), dado que se trata de una costumbre bien conocida de los autores antiguos atribuir a Homero toda la épica arcaica y, además, la atribución a Homero por parte de Calino nos ha llegado por vía indirecta. Se ha pensado incluso que la Tebaida es anterior a la Ilíada, sobre la que influiría[4]. En todo caso, el poema debió de conservarse bastante tiempo. Pausanias aún pudo acceder a él (o a partes extensas de él) y da del mismo un juicio de valor:

considero este poema muy por encima de los demás, salvo la Ilíada y el poema sobre Odiseo.

En cuanto al lugar de origen de la Tebaida, parece que no debe ser Tebas, a juzgar por la existencia de divergencias entre la versión del poema y las leyendas locales tebanas que se ponen de manifiesto en el fr. 7.

Un problema adicional es la existencia de un poema denominado la Expedición de Anfiarao[5], también atribuido a Homero, al que se ha asignado el fr. 8. Huxley[6] considera muy dudoso que se trate de otro poema diferente de la Tebaida, razón por la que hemos incluido aquí este fragmento.

3. Temática

El poema tenía seis mil seiscientos versos de acuerdo con la Tabula Borgiana, seis mil en números redondos según el fr. 1, esto es, algo menos que la extensión de los once primeros cantos de la Ilíada. Es evidente que en ellos tendrían lugar múltiples escenas de batallas, diálogos, digresiones, etc. Es curioso que los dos fragmentos más extensos que nos han quedado del poema (fr. 2 y 3) no corresponden al núcleo de la temática, sino al motivo de la maldición de Edipo, que debía ocupar en el conjunto de la saga un lugar secundario, el de motor de la disputa entre los hijos de Edipo y, por tanto, de la expedición de los Siete. Del resto nos quedan escasas referencias. No obstante, vamos a tratar de seguir el hilo de lo que los fragmentos nos permiten averiguar. Para ello utilizaremos primordialmente los testimonios de la Ilíada, dado que se ha insistido mucho sobre las estrechas relaciones que existen entre ambos poemas[7].

El poema comienza (fr. 1) in medias res, aludiendo no a Tebas y al origen de la disputa, sino a Argos, la nación que desempeña un papel fundamental en la expedición de los Siete. El procedimiento es paralelo al seguido en la Ilíada, que comienza canta, diosa, la cólera del Pelida Aquiles, etc., tras lo cual vuelve hacia atrás en el tiempo y narra los antecedentes de esa cólera.

La Tebaida tras el proemio en el que se aludía a Argos debía volver atrás y narrar los motivos de la guerra, que se remontan a las maldiciones de Edipo, dos, a juzgar por los fragmentos existentes. La primera (fr. 2) se motiva por la desobediencia de Polinices, que pone ante Edipo, pese a la prohibición de éste, la copa que perteneció a su padre, Layo. La causa de la aflicción de Edipo es que su hijo le recuerda con aquellos objetos el parricidio. Como explica ya Eustacio[8]:

afligió según parece al anciano no sólo la desobediencia de sus hijos, sino el recuerdo de la muerte de su padre.

En esta primera maldición Edipo sólo alude a la guerra fratricida. Pero en la segunda ocasión (fr. 3) llega aún más lejos, al maldecirlos con el homicidio mutuo. El motivo en este caso es una vejación, probablemente involuntaria, al atentar contra los derechos de autoridad de Edipo. Como paralelos, léase Levítico 7.32, 11.21 en donde se nos dice que la espaldilla era el emolumento sacerdotal en Jerusalén.

Respecto a la figura de Edipo en el poema se ha planteado la duda de si coincide aún con la descrita en Homero y la Edipodia, esto es, si se trata de un Edipo rey aún de los tebanos y por tanto no ciego, o si se nos describe ya a un Edipo desposeído del poder real y ciego, como en la tradición posterior[9]. El problema no es resoluble a partir del testimonio de los fragmentos que nos quedan. En todo caso, no es Edipo el centro de la atención del poema, sino las consecuencias de su maldición.

Al morir Edipo y dado que en Grecia no existían derechos de primogenitura, los hermanos acuerdan reinar alternativamente, un año cada uno. Pero Eteocles, el que comenzó el turno, no quiere ceder el trono, al cabo de su primer período de reinado y destierra a Polinices de la ciudad. Éste, llegado a Argos, tiene un altercado con Tideo, exiliado de Calidón. El rey de Argos, Adrasto, evita la disputa, promete ayudar a ambos a reconquistar sus reinos e incluso les concede a sus hijas en matrimonio, por obedecer a una antigua profecía. Deciden que la primera campaña sería contra Tebas y comienza a fraguarse así la expedición de los Siete. Es una cuestión de difícil solución si Tebas tenía realmente siete puertas y por ello se eligen siete caudillos, uno para cada una, o se trata de lo contrario, que la existencia de siete capitanes condiciona la leyenda de las siete puertas. En todo caso no sabemos si en la Tebaida se hablaba ya de siete capitanes o no. La Ilíada cita, además de Polinices, a Tideo, Capaneo, Adrasto, Mecisteo y Anfiarao. En otros autores hay variantes en los nombres. En la Tebaida nos consta que se citaba a Adrasto (fr. 4), Anfiarao (fr. 5), Partenopeo (fr. 7) y Tideo, que debía tener una parte importante en la acción, pero sólo nos ha quedado una alusión a su familia, que debía aparecer en una digresión sobre su linaje (fr. 6). Eneo y Peribea son efectivamente los padres de Tideo. Es posible que, como quiere Severyns[10], se narrara en el poema el asesinato fortuito de uno de sus parientes y su purificación en Argos en casa de Adrasto.

Anfiarao, el adivino, sabedor del desastroso fin que la expedición iba a tener, no quería participar en ella, pero acabó yendo a instancias de su esposa Erífila que, en palabras de Homero[11]

ganó preciado oro a expensas de su esposo,

ya que fue sobornada con el collar de Harmonía. Posiblemente el fr. 8 pertenece a la escena en que Anfiarao se despide de su hijo al partir a Tebas. Este fragmento fue muy imitado en la literatura posterior[12].

Antes de entrar en combate, los argivos envían a Tideo en embajada, exigiendo la abdicación de Eteocles. De nuevo dejamos la narración a Homero[13]:

Allí los aqueos enviaron en embajada a Tideo. Él se puso en camino y halló a muchos cadmeos banqueteándose en el palacio del vigoroso Eteocles, pero ni siquiera allí, ni aunque era un huésped, se azoró el jinete Tideo, aunque estaba solo entre tantos cadmeos, sino que los fue desafiando a combatir. A todos los venció con facilidad. ¡Tamaña auxiliadora era para él Atenea! Irritados, los cadmeos aguijadores de corceles, le pusieron en seguida a su vuelta una densa emboscada, llevando a cincuenta jóvenes. Dos eran los caudillos: Meón Hemónida, parecido a los inmortales, y el hijo de Autófono, el aguerrido Polifonte. Tideo les dio vergonzosa muerte. A todos los mató. Sólo a uno lo dejó que regresara a casa; dejó ir a Meón, obedeciendo a los presagios de los dioses.

Se inició, pues, la guerra. De ella se nos narran varios episodios en diversas fuentes, pero no sabemos cuántos de ellos se contenían en la Tebaida. En todo caso las tropas argivas sufren un descalabro tras otro. Capaneo es fulminado por el rayo de Zeus, debido a su arrogancia, Tideo muere a manos de Melanipo, tras la cruda escena narrada en fr. 9, reminiscencia de una primitivísima antropofagia. Partenopeo, a las de Periclímeno (fr. 7), Eteocles y Polinices se dan mutua muerte en combate singular, cumpliendo así la maldición paterna. Este combate, por su importancia, debía ocupar una parte extensa del poema, pero nada se nos ha conservado de él.

El fin de Anfiarao es diferente. Píndaro, que sigue en la Nemea 9 al poema que nos ocupa, de forma muy estrecha, nos lo narra así[14]:

Pero Zeus a Anfiarao le hendió con su omnipotente rayo la tierra de profundo pecho y lo abismó con sus caballos, antes de que su espalda, herida por la lanza de Periclímeno, avergonzara su ardido ánimo.

Sólo queda de los capitanes argivos Adrasto, que consigue salvarse a lomos de Arión (fr. 4),

el raudo corcel de Adrasto que era del linaje de los dioses[15].

Tal vez se narrara en una digresión la historia del corcel tal y como aparece en el escolio recogido en el fr. 4 que recuerda pasajes del estilo del Cetro de los Atridas en el canto II de la Ilíada. Adrasto lamenta la suerte corrida por Anfiarao en el fr. 5.

Del resto del poema no nos han quedado ni siquiera indicios que nos ayuden a trazar las líneas de su contenido y en este sentido existen versiones de un ataque posterior de Teseo contra la ciudad, así como la bien conocida leyenda de Antígona narrada por Sófocles, etc. Ignoramos en qué punto se detenía la narración, y sólo podríamos hacer conjeturas aventuradas.

4. Bibliografía

Ediciones: KINKEL, Epicorum…, págs. 9-13; ALLEN, Homeri opera, págs. 112-114; EVELYN-WHITE, págs. 484-486.

Estudios. Además de los citados en la Bibliografía de la Edipodia, cf. A. SCHACHTER, «The Theban Wars», Phoenix 21 (1967), 1-10.

5. Texto seguido para nuestra traducción

En general, el de ALLEN, Homeri opera, págs. 112-114, aunque he ampliado el fr. 4 (en escolio AB a Ilíada XXIII 346 Dindorf, sólo aludido por ALLEN, pero que merecía la pena ofrecer en su totalidad, así que lo cito 4B) y añadido el fr. 8 (procedente de POWELL, Cotlectanea…, pág. 246, ALLEN lo incluye parcialmente como fr. 14 de los Regresos en Class. Rev. 27 [1913], pág. 191), así como el 9 (Escolios genoveses a Ilíada V 126, según sugerencia de SEVERYNS, Cycle…, págs. 219-220).

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