LA «TITANOMAQUIA»
INTRODUCCIÓN
1. La poesía teogónica y la «Titanomaquia»
La poesía teogónica, cuya temática giraba en torno al nacimiento de las diferentes divinidades, y a batallas entre dioses, fue un género al parecer más extensamente cultivado en la antigüedad griega de lo que la escasez de restos puede hacer creer. Se ha dicho que era especialmente grata esta temática a Grecia continental, particularmente a Beocia, mientras los jonios sentían mayor predilección por la épica de corte homérico. Sin embargo, West[1] ha puesto de manifiesto que tal afirmación es de un esquematismo excesivo y se basa en la mera casualidad de que el principal exponente de la poesía teogónica, Hesíodo, vivió en Beocia. Pero las huellas de poesía teogónica en otros lugares de Grecia nos obligan a admitir que uno y otro tipo de poesía épica se cultivaban en toda Grecia, sin que puedan adscribirse a regiones determinadas.
Sea como fuere, el paso del tiempo sólo nos ha dejado completa una obra de esta temática, la Teogonía de Hesíodo, tal vez porque los elementos constitutivos del mito aparecen sistematizados en ella con mayor coherencia y concisión y su valor literario era superior. La extensa lista de las demás producciones teogónicas antiguas quedó así reducida a fragmentos miserables. No tenemos siquiera modo de determinar si todos los fragmentos que nos quedan pertenecen a la misma obra, o existió una serie de poemas diferentes sobre el mismo tema.
2. El problema del autor de la «Titanomaquia»
Respecto al autor de la Titanomaquia, nada sabemos de un Télesis de Metimna al que la Tabula Borgiana[2] atribuye una obra con este título. Fuera de este testimonio, los escritores antiguos que aluden a este poema señalan como autor del mismo a Eumelo (cf. fragmentos 2A, 3, 4, 5) y en algún caso, a Arctino (cf. fragmentos 4, 5). A Arctino, un poeta de Mileto, se le tenía por discípulo de Homero, y su nacimiento se situaba en la 9.ª Olimpíada, esto es, hacia el 744/1 a. C.[3]. Eumelo, fundador de la escuela corintia de poetas genealogistas, y al que dedicamos un capítulo independiente en este libro, es contemporáneo del fundador de Siracusa de Corinto, en el 734 a. C. Por tanto, en uno u otro caso, el poema remontaría a fecha antigua.
De otro lado, el fragmento 8 atribuye al autor de la Titanomaquia haber sido el primero en referir el viaje del Sol en un caldero, tema que será repetido por Mimnermo y Estesícoro, cuyos florecimientos se sitúan, respectivamente, hacia el 600 y hacia el 550, por lo que la fecha de composición del poema, si es que es el mismo atribuido a Eumelo[4], no puede ser posterior a la segunda mitad del siglo VII a. C.
3. ¿«Titanomaquia» o «Gigantomaquia»?
El problema surge por la referencia del fr. 7 a una Gigantomaquia. Los editores incluyen este fragmento como perteneciente a la Titanomaquia y han explicado la discrepancia de títulos de modos diferentes. Puede pensarse en tres posibilidades: que la Titanomaquia incluía como digresión una Gigantomaquia; o bien que no se trataba para nada en el poema de los Gigantes, sino que, por una confusión o sincretismo posterior entre Titanes y Gigantes, se equivoca el título; o bien que la confusión se remontaba ya a la fecha de composición del poema. Esta última posición fue la defendida entre otros por Wilamowitz y Mayer[5] sobre la base de una serie de argumentos, fundamentalmente los siguientes:
a) Si se considera que la danza de Zeus citada en fr. 5 ha sido imitada por Eurípides, Her. 177-180:
Le pregunto al rayo de Zeus y a la cuadriga, montado en la cual Heracles envió sus alados dardos contra los costados de los Gigantes, nacidos de la Tierra, tras lo cual festejó el triunfo glorioso con los dioses.
En este pasaje Eurípides alude a la Gigantomaquia en la que intervino Heracles.
b) La intervención de Heracles es posible en el fragmento 8 si la referencia al caldero del Sol alude al viaje que en él hizo Heracles.
c) En el fragmento 2B Egeón se define como un Gigante.
El estudioso que con mayor profundidad ha analizado el tema de los Gigantes, Vian, niega tal interpretación[6], y señala que el sincretismo entre Titanes y Gigantes se produce en el siglo III a. C., con Calímaco y Licofrón. En fecha antigua, los Titanes se hallaban perfectamente diferenciados de los Gigantes. Pueden citarse teomaquias, orientales y griegas como las de Museo y Támiris, en las que no intervenían Gigantes. Además, Sófocles y Esquilo, que se inspiran profusamente en el Ciclo, no aluden en ningún momento al tema.
En cuanto a Egeón no es un Gigante, sino un Centímano, nacido de Gea y Ponto y que habita en el mar (cf. 2A), características que no coinciden en absoluto con las propias de los Gigantes.
Consecuentemente, y dado que los Centímanos sólo se confunden con los Gigantes en el siglo III a. C., considera Vian preferible atribuirle el fragmento 2B a Euforión[7]. Fuera de esto, nada, según este autor, permite concluir que los Gigantes aparecieran en el poema de Eumelo.
4. Autenticidad de los fragmentos
En una tradición tan poco segura como la que analizamos, es natural que algunos fragmentos sean de dudosa autenticidad. Además del caso ya citado del fr. 2A, se ha puesto en tela de juicio la pertenencia a la obra que nos ocupa de otros fragmentos, por motivos diversos. Así, Gigon[8], que también rechaza 2B, considera el fr. 6 como sospechoso, especialmente por motivos de léxico reciente, rastreando incluso en él una influencia de Antistenes[9]. Huxley[10] rechaza la atribución a Eumelo del fr. 8, con argumentos no excesivamente decisivos. En cuanto al fr. 10 es poco probable que pertenezca a esta obra. Se atribuye generalmente a Hesíodo[11], pero Severyns[12] lo considera como un excursus astronómico de la Titanomaquia.
5. Tentativa de reconstrucción de la temática
Carecemos de un resumen antiguo de la obra, lo que nos deja sin apenas orientación para trazar su temática ordenadamente. No obstante, la comparación con otras obras de tema parecido, como es el caso especialmente de la Teogonía de Hesíodo, nos permitirá avanzar un tanto en este sentido.
En general, los poemas teogónicos se mueven en torno a mitos de soberanía[13] y tratan de explicar el orden actual del mundo, regido por una divinidad suprema, remontándose, primero a una cosmogonía, que narra los orígenes del mundo y el nacimiento de los distintos elementos que lo componen, más o menos divinizados. Lo sigue una genealogía en la que en un primer estadio nacen divinidades primigenias, monstruosas y violentas (Titanes, Centímanos, Cíclopes, etc.) y en un segundo estadio divinidades antropomorfas y más racionalizadas que se imponen sobre las anteriores y logran el orden en el mundo. En estos poemas hay siempre un intento de las derrotadas divinidades primigenias de rebelarse y retomar al desorden originario, lo que lleva a una batalla contra la divinidad antes victoriosa. Ésta, sin embargo, resulta finalmente triunfadora de nuevo y asegura así el orden universal y una correcta distribución de funciones. Como resultado, la soberanía se distribuye entre las divinidades que han combatido del lado del vencedor, según nos relata Homero[14] en boca de Posidón:
Pues tres somos los hermanos a los que parió Rea de Crono: Zeus y yo, y et tercero, Hades, que reina en el mundo inferior. Todo quedó dividido en tres, y cada uno obtuvo una honra: yo obtuve por suerte habitar por siempre el grisáceo mar. Hades obtuvo la nebulosa tiniebla, y Zeus obtuvo el ancho cielo, en el éter y las nubes. La tierra es aún común a todos, así como el grande Olimpo.
Es en este esquema general en el que hemos de tratar de insertar los diferentes episodios sobre los que nos orientan los fragmentos conservados.
El poema comenzaría, como dijimos, por una cosmogonía, de modo semejante a lo que hallamos en los versos iniciales de la Teogonía de Hesíodo. En efecto, los fragmentos IB y IC aluden a Éter como padre de Urano y como origen de todas las cosas. Éter es un elemento natural divinizado, origen del resto de los elementos. Con ello el autor de la Titanomaquia expresa en clave mítica lo que luego constituirá en las especulaciones de los Presocráticos una explicación filosófica del origen del universo, la búsqueda de una arché, de la materia originaria. Su respuesta basada en el Éter se anticipa a las teorías de filósofos como Heráclito, Arquelao y Diógenes de Apolonia.
Seguía a continuación, de acuerdo con el fragmento 1A, la unión mítica de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra) y una genealogía de divinidades primigenias. Si comparamos lo que sabemos de la Titanomaquia, con el comienzo de la Teogonía de Hesíodo echaremos de ver ciertas diferencias. La genealogía de la Titanomaquia, a juzgar por las pocas referencias de que disponemos, presenta en su origen el siguiente esquema (cf. 1A, 1B, 2)
Hesíodo en cambio parte de Caos como elemento primario, y el mar no interviene como pareja de la Tierra. En cuanto a Briareo, que Homero identifica con Egeón[15] es un Centímano, hijo de Cielo y Tierra en Teogonía[16]. Es curioso que ambos rasgos diferenciales aparezcan en una cosmogonía que Apolonio de Rodas pone en boca de Orfeo[17]:
Cantaba cómo la Tierra, el Cielo y el Mar, unidos antes entre sí en una sola forma[18], se separaron unos de otros por causa de una disputa destructora.
La unión sexual del Cielo y la Tierra es un motivo mitológico común, conocido en múltiples ámbitos culturales, basado en la idea de que la lluvia que fertiliza la Tierra es la simiente del Cielo que la fecunda. Lo que no sabemos es cómo tendría lugar en nuestro poema la separación de los elementos primigenios.
La progenie de Urano y Gea son los Cíclopes y los Centímanos. Ignoramos qué papel tendrían los Cíclopes en el poema. En otras fuentes antiguas aparecen con funciones diferentes. Así mientras en Hesíodo[19] son seres de un solo ojo que fabrican el rayo de Zeus en recompensa por su liberación, en la Odisea son pastores salvajes, mientras Helánico[20] distingue los que construyeron muros que, como los de Micenas, aún hoy llevan el nombre de ciclópeos, de los otros dos grupos.
En cuanto a los Centímanos, es de notar que Hesíodo no los conoce como grupo[21] sino que se citan por sus nombres en la Teogonía; pero el escoliasta citado en el fr. 2A dice que son tres nombres de una misma persona. Aún habría que añadir otra dificultad: Egeón es hijo de Gea y Ponto según 2A, pero es un Centímano, y como tal, sería hijo de Urano y Gea. La tradición al respecto es, pues, muy dudosa y confusa de antiguo.
Por lo que sabemos de otras Titanomaquias, como la narrada por Hesíodo como un episodio de su Teogonía, estos poemas comportaban un combate entre la divinidad suprema establecida al fin de la genealogía (en este caso Zeus) y las fuerzas primigenias, los Titanes, como aliado de los cuales, según 2A combatiría también Egeón. Naturalmente, Zeus sale victorioso del empeño. Con toda probabilidad es esa victoria la que provoca en el padre de los dioses una alegría que lo mueve a bailar en el fragmento 5[22].
Los principales antagonistas de Zeus en la lucha son los Titanes. Se sabe que la designación con nombres para cada uno de los Titanes por Hesíodo es un hecho secundario. Originariamente eran un grupo sin individualidades y en número indefinido, como las Nereidas, las Musas, etc. Esencialmente representan los dioses primigenios en Hesíodo[23] para quien son hijos de Urano y Gea, que habitan en el Tártaro sin papel en el nuevo orden. Conocemos como paralelos de éstos unos dioses primigenios, que aparecen también sin designación individual en poemas de soberanía hetitas como el Canto de Ullikummi, y asimismo hay personajes semejantes en poemas babilónicos, como el Enuma Eliš. Por tanto, o bien son divinidades importadas de Oriente en el marco de los mitos de sucesión, o bien son divinidades micénicas de índole similar a las orientales. En todo caso su carácter secundario y derrotado se pone de manifiesto en el hecho de que en tiempos históricos no hay huellas de su culto[24].
Hay otros temas aludidos en el poema, sin que resulte ya clara su localización dentro del mismo. Así ocurre con los fragmentos que se refieren a los recorridos del Sol. Es difícil que el Sol abandonara su puesto para intervenir en la batalla, y parece más probable que se trate de un excursus[25]. En el fr. 3 se habla de sus caballos de tiro, cuatro, dos yeguas uncidas, esto es, en la parte interior del tiro, y dos caballos, uno a cada lado de las yeguas[26]. Los nombres de las yeguas, Bronte y Estérope («Trueno» y «Relámpago») son los mismos que los de los Cíclopes nacidos de la tierra en la versión hesiódica[27]. Pero en Hesíodo, junto a esta interpretación que relaciona los truenos y relámpagos con los Cíclopes, en cuyo taller se fabrican, se alude en otro lugar[28] a una relación de estos mismos fenómenos naturales con un caballo, Pégaso. La conexión de los truenos y relámpagos con los caballos del Sol refleja una explicación de estos fenómenos a partir del resonar de los cielos bajo los cascos de estos míticos caballos. En cuanto a Eoo y Étope tienen relación con elementos diferentes. Eoo, esto es «mañanero» u «oriental», alude al momento de la subida del carro del Sol al comienzo de su viaje celeste. El «giro» del cielo que menciona Higinio se basa en la idea de que el cielo gira para pasar de la noche al día. En cuanto a Étope es el que con su calor hace madurar las cosechas. La pareja es, pues, desigual, formada por dos elementos desparejados, un caballo con función estacional, veraniego, sin su contrapartida estacional invernal, y otro con funciones diarias, hacer subir el carro, sin contrapartida de otro que lo haga bajar, como pone de manifiesto Gigon. En todo ello parece haber huellas de una confusión, producida antes o después, entre elementos míticos diferentes.
Todo esto en cuanto al recorrido diurno del Sol. De noche, viaja en una especie de cuenco o caldero, según se nos dice en el fr. 8. El tema, no aludido por Homero, y que tiene paralelos en los Vedas[29], nos es conocido por Mimnermo y Estesícoro. El Sol, tras haber cruzado el cielo en el carro de caballos, navega de noche por el Océano (cuya corriente se suponía que circundaba la tierra), hacia el Este, adonde llega antes del alba, para volver a emprender su recorrido diario. En boca de Mimnermo[30]:
Al Sol le tocó en suerte el destino de trabajar todo el día, y ni él ni sus caballos tienen descanso alguno desde que la Aurora de dedos de rosa sube al cielo saliendo del Océano; porque por en medio de las olas un bellísimo lecho, forjado en preciado oro por las manos de Hefesto, cóncavo[31], provisto de alas, velozmente le lleva, dormido, sobre la superficie del agua desde el país de las Hespérides a la región de los Etíopes, donde están esperándole su rápido carro y sus caballos hasta que llega la Aurora, hija de la mañana; allí monta en su carro el hijo de Hiperión.
Estesícoro se refiere a ello en los siguientes términos[32]:
Al tiempo que la fuerza del hijo de Hiperión penetró en la áurea copa para llegar, atravesando por el Océano, hasta el fondo de la sagrada noche tenebrosa.
Parece que podemos poner en relación con este tema la mención de las Hespérides en el fr. 9, ya sea porque se aludía a ellas como punto de partida del viaje nocturno del Sol, como en el fragmento de Mimnermo, ya sea porque se incluía una narración de la visita de Heracles al jardín de las Hespérides, posibilidad admisible por el hecho de que el fragmento de Estesícoro se encuadra en la Gerioneida, que narra el episodio de Heracles y Gerión, referido también por Apolodoro II 5.10. En este episodio, Heracles hizo uso del caldero del Sol para hacer la larga travesía, y es posible que en la Titanomaquia se aludiera al tema. El mal estado del texto nos impide saber quiénes guardaban las manzanas de las Hespérides, frutos míticos de oro, identificados en una interpretación racionalista del mito con cítricos desde fecha tan antigua como Antifanes[33]. Huxley[34] piensa que quizá en este punto coincidiera la Titanomaquia con la versión de la Teogonía de Hesíodo[35]:
Ceto, unida en amor a Forcis, parió en último lugar una terrible serpiente que en las entrañas de la tenebrosa tierra, con sus grandes espiras, guarda las manzanas de oro.
Severyns[36] cree que el poema aludía también a la divinización de Heracles. En Homero, Heracles es mortal[37], mientras que en un pasaje que la crítica antigua atetizaba[38] se le menciona como deificado. Este autor piensa que la fuente de estos versos es la Titanomaquia.
Los fragmentos 6 y 7 se ocupan del centauro Quirón. Mucho se ha hablado del origen de los centauros. En un ponderado balance de la cuestión, Kirk[39] señala que son una creación específicamente griega, del ambiente de las montañas que rodean la llanura de Tesalia, sin paralelos en oriente, que presentan características de ferocidad y salvajismo, con la excepción precisamente de Quirón, centauro benévolo e ilustrado en toda clase de artes y habilidades y dotado para la enseñanza de las mismas. «En suma, Quirón representa el summum de la cultura, mientras que el resto de los centauros representa a la naturaleza en la forma más imprevisible y anticultural». En nuestro fragmento 6 se ponen de manifiesto estos aspectos positivos y docentes de Quirón. Kirk explica esta contradicción a partir de una dualidad intencional que recoge la existencia de aspectos del mundo natural, ya benignos, ya violentos según las circunstancias. Así Quirón es el prototipo de los aspectos positivos en contraste con los demás centauros, prototipos de los aspectos negativos[40].
En el fr. 7 la historia del nacimiento de Quirón es etiológica. Dado el carácter mitad caballo mitad hombre de los centauros, se atribuye esta forma mitad y mitad a la intervención de un caballo en su concepción.
En todo caso, desconocemos la función en el poema del centauro Quirón, si aparecía simplemente en un momento de la genealogía, o bien como un excursus, o intervenía activamente en el combate, haciendo uso de sus conocimientos medicinales para la curación de heridos.
Resulta poco claro el contexto en el que se insertaría el fr. 4. Se ha pensado que podría tratarse de la descripción de un escudo, aunque pueden proponerse otras interpretaciones. Gigon[41] recoge otras dos: podría aludirse al estanque de Delos en el que Leto parió a sus hijos, o bien una descripción del Océano, sobre el que el Sol marcha en su caldero.
Si pertenece a esta obra el fr. 10, la Titanomaquia incluiría una digresión astronómica. Atlante es un titán y sus hijas, las Pléyades, una constelación.
Severyns[42] inserta aquí asimismo un fragmento que Allen considera perteneciente al Saco de Troya, aunque presenta el testimonio del escolio desde más atrás:
Estas Pléyades son las hijas de Atlante y Pléyona, y cuyos nombres son: Maya, Teígeta, Celeno, Mérope, Etectra, Astéropa, Alciona.
Atlante, uno de los Gigantes[43], tras haberse unido a Pléyona, la Oceánide, tuvo siete hijas que, complacidas de su virginidad, cazaban con Ártemis. Orión, al verlas, se enamoró de ellas y su deseo le impulsó a perseguirlas. Ellas, a punto de ser capturadas, suplicaron a los dioses que las cambiaran de naturaleza. Zeus, que tuvo piedad de ellas… las transformó en estrellas. Eran llamadas Pléyades, a causa de Pléyona, su madre.
Dicen que Electra, como no quería contemplar el saco de Troya por ser una fundación de uno de sus descendientes, abandonó el lugar que ocupaba entre las estrellas y por eso, aunque eran siete, quedaron en seis.
El motivo de Severyns para introducirlo en esta obra es pensar que el Titán Atlante intervenía en el episodio de las manzanas de oro de las Hespérides, narrado en la Titanomaquia, por lo que era de esperar una relación de su genealogía.
En cuanto al fragmento 11, muy fragmentario y cuya pertenencia a este poema no es del todo segura, nos presenta una escena de la batalla propiamente dicha en la que Febo Apolo aparece como auxiliar de Zeus.
6. Bibliografía
Ediciones: KINKEL, Epicorum…, págs. 5-8; ALLEN, Homeri opera, págs. 110-111; O. GIGON en J. DÖRIG y O. GIGON, Der Kampf der Götter und Titanen, Olten y Lausana, 1961, págs. 10-11; EVELYN-WHITE, págs. 480-482.
Estudios: RZACH, S. V. Kyklos, en PAULY-WISSOWA, R.E., 22, 2354-2356; A. SEVERYNS, Cycle…, págs. 165-177; G. L. HUXLEY, Greek epic…, págs, 19-30; J. DÖRIG y O. GIGON, Kampf…; F. VIAN, La guerre des Géants, París, 1952.
7. Texto seguido para nuestra traducción
Nuestra traducción sigue el texto y la numeración de la edición de GIGON, con la adición de los fragmentos 1A (procedente del epítome de Focio a la Crestomatía de Proclo, editado por ALLEN, págs. 96-7), 10 (Escolio a la Nemea 2 de Píndaro, verso 17, ed. DRACHMANN, 3.35.3) y 11 (The Rendell Harris Papyri, ed. J. E. POWELL, Cambridge, 1936, núm. 3, con las ediciones de A. KÖRTE en Arch. f. Pap. 13 (1938), pág. 80, y B. SNELL en Gnomon 13 (1937), págs. 579-80). En el fr. 3B acepto la corrección de SEVERYNS, ob. cit., pág. 174, Aithops en lugar de Aithiops.