EL «SACO DE TROYA» («ILIUPERSIS»)
INTRODUCCIÓN
1. Autor y época
Sobre el autor y época de composición del Saco de Troya se ha dicho ya lo fundamental en las introducciones a las dos obras anteriores. La mayoría de las fuentes (fr. 1, 5, 6, la Crestomatía de Proclo) la atribuyen a Arctino, frente a otros casos en los que el autor no se cita (fr. 2, 3, 7). Excepcionalmente Demóstenes (en el fr. 4) menciona a Homero como autor de un episodio que pertenece verosímilmente al Saco de Troya, pero esta atribución se halla dentro de la costumbre general de la época de dar al poeta de la Ilíada como autor de todos los fragmentos épicos arcaicos.
El tema recibió posteriormente tratamiento a manos de Estesícoro, el lírico. Por ello no resulta de gran valor en este punto la Tabula Iliaca, dado que se ha perdido el nombre del poeta que la Tabula daba como autor y se discute si la obra resumida es la de Arctino o la de Estesícoro. Sabemos asimismo de otra composición sobre el tema debida a Sacadas de Argos.
Supuesto que el poema es de Arctino, su fecha de composición es contemporánea a la de la Etiópida y la Odisea y anterior a la Pequeña Ilíada, hacia el último cuarto del siglo VIII a. C.
2. El resumen de Proclo
La narración resumida de los hechos que nos brinda Proclo es la siguiente:
A esto suceden los dos libros del Saco de Troya de Aretino de Mileto, cuyo contenido es el siguiente:
Los troyanos, recelosos por el asunto del caballo, en círculo a su alrededor discuten qué debe hacerse. Unos opinan que se le despeñe, otros, que se le queme. Otros aseguran que, como objeto sagrado, deben ofrecérselo a Atenea. Al fin prevalece la opinión de éstos.
Entregados a la alegría, se banquetean, en la idea de que se han librado de la guerra.
En ese mismo momento aparecen dos serpientes que matan a Laocoonte y a uno de sus hijos.
Desazonados por el prodigio, los compañeros de Eneas se retiran al Ida.
Sinón, que antes se había introducido subrepticiamente en la ciudad, levanta las antorchas para hacer señales a los aqueos.
Los que llegan por mar de Ténedos y los del caballo de madera atacan a los enemigos y tras dar muerte a muchos toman la ciudad al asalto.
Neoptólemo mata a Príamo que se había acogido al altar de Zeus Herceo.
Menelao, una vez que encuentra a Helena se la lleva a las naves después de matar a Deífobo.
A Casandra la arrastra por la fuerza Áyax, hijo de Ileo, que se lleva a la vez la imagen de madera de Atenea. Irritados por ello, los griegos deciden lapidar a Áyax, pero él se acoge al altar de Atenea y se salva así del peligro que lo amenazaba.
Luego los griegos zarpan y Atenea maquina su perdición en el mar.
Después de que Ulises mata a Astianacte, Neoptólemo toma como recompensa a Andrómaca y reparten el resto del botín.
Demofonte y Acamante descubren a Etra y se la llevan consigo.
Luego, tras incendiar la ciudad, degüellan a Políxena sobre la tumba de Aquiles.
3. Análisis del contenido del poema
Aunque Proclo no hace referencia a ello, el Saco de Troya debía contener un tratamiento por extenso del tema del robo del Paladión, que presentaba diferencias con el que ya conocemos de Lesques, fundamentalmente porque la imagen robada por los griegos de la ciudadela troyana no era la auténtica, sino una copia (fr. 1).
Posteriormente se trata el episodio del caballo de Troya, bien conocido por Homero que nos ofrece en la Odisea[1] el resumen de un pequeño poema sobre el tema. Merece la pena reproducirlo aquí porque sigue con bastante fidelidad el esquema conocido:
El aedo, movido por un dios, comenzó y entonó su canto, tomándolo desde el punto en el que algunos argivos zarparon en sus naves de buenos bancos, tras haber pegado fuego a las tiendas, mientras otros, junto al celebérrimo Ulises, permanecían en la plaza de los troyanos, ocultos en el caballo, pues los troyanos lo habían llevado arrastrando hasta la ciudadela.
Mientras el caballo se encontraba allí, ellos declaraban muchos pareceres confusos, sentados en torno suyo. Las opiniones dominantes entre ellos eran tres: o bien hendir el hueco maderamen con el implacable bronce, o bien, tras arrastrarlo hasta una altura, despeñarlo, o dejar la gran estatua para que sirviera de propiciación de los dioses.
Esta fue la opinión que acabó por llevarse a cabo, pues era el destino que la ciudad pereciera cuando acogiera en su seno el gran caballo de madera donde se hallaban todos los mejores de los argivos, portadores de la matanza y la muerte para los troyanos.
Cantaba cómo los hijos de los aqueos saquearon la ciudad, una vez que salieron del caballo y abandonaron su hueca emboscada.
Cantaba cómo, cada uno por un lado, devastaban la excelsa ciudad, mientras Ulises, semejante a Ares, se encaminaba a la morada de Deífobo, junto con Menelao, igual a un dios. Y dijo que allí se atrevió a librar un terrible combate y que venció merced a la magnánima Atenea.
Para completar nuestra información sobre el tema en el Epítome del Pseudo-Apolodoro[2] encontramos un par de capítulos cuya fuente última es el Saco de Troya, donde se nos narran algunos detalles de interés:
Al llegar el día, los troyanos, una vez que vieron desierto el campamento de los griegos, y pensando que se habían marchado definitivamente, arrastraron llenos de júbilo el caballo y, situados ante el palacio de Príamo, deliberaban sobre qué debían hacer. Al decir Casandra que había en él una fuerza armada y darle la razón Laocoonte el adivino, les pareció a algunos que debían quemarlo, a otros, que debían arrojarlo por un precipicio. Pero la opinión de la mayoría era que lo dejaran como una ofrenda sacra, así que se dirigen a celebrar un sacrificio y se banquetean.
Apolo les envía una señal, pues dos serpientes que vinieron nadando a través del mar desde las islas cercanas devoran a los hijos de Laocoonte.
El interés de este resumen del Pseudo-Apolodoro es la referencia a Casandra, que debía ser mencionada en el poema de Arctino.
En cuanto a la devoración de Laocoonte y uno de sus hijos (versión que, a juzgar por Proclo, nos parece más fiable que la de Pseudo-Apolodoro, que menciona sólo a los hijos), Servio, basándose en Euforión, nos ofrece un motivo. Los troyanos lapidaron al sacerdote de Posidón porque no había conseguido evitar la invasión por mar con sacrificios al dios marino. La elección del nuevo sacerdote se hizo por sorteo y le correspondió a Laocoonte. Pero a su vez éste se atrajo la ira de Apolo por un sacrilegio: consumar su matrimonio al pie del altar. El ataque de las serpientes aparecería así como la venganza de la divinidad irritada.
Eneas y sus compañeros ven en esta muerte un mal presagio y abandonan la ciudad. En este punto hay también una diferencia en el tratamiento del tema entre Arctino y Lesques, ya que éste en la Pequeña Ilíada presenta a Eneas como prisionero de Neoptólemo.
Sinón, un personaje secundario en este poema, ha logrado introducirse subrepticiamente en la ciudad y no hace por tanto la señal desde la tumba de Aquiles, como en la Pequeña Ilíada, sino desde dentro de la ciudadela.
De las escenas de la toma de la ciudad no se nos han conservado fragmentos, dado que es dudoso que pertenezca a esta obra el escolio que recogemos en la introducción a la Titanomaquia[3]. De ser así, Arctino elevaría el horror de la situación hasta el firmamento, donde una de las Pléyades abandona su lugar por no ver el desastre. En cuanto a las diferencias de tratamiento del tema de la muerte de Príamo, entre Arctino y Lesques, se ha dicho ya lo fundamental en la introducción a la Pequeña Ilíada.
Hay un episodio que merece que detengamos nuestra atención: el sacrilegio de Áyax Oileo. Narraciones tardías, que algunos autores[4] han querido remontar al Saco de Troya, cuentan que Áyax violó a Casandra ante la imagen de Atenea y que ésta, horrorizada, levantó los ojos al cielo. En todo caso, la sensación de que Áyax había cometido impiedad con la diosa y que tal impiedad debía ser expiada pesó sobre los griegos durante siglos. Aún en época histórica seguían los locrios, compatriotas de Áyax Oileo, enviando a Troya hijas de familias nobles para servir a la diosa[5].
La muerte de Astianacte recibía también un tratamiento diferente al de la Pequeña Ilíada. En el Saco de Troya, el autor de la muerte del pequeño es Ulises, que, por encargo de los griegos, lo arroja de lo alto de la muralla (fr. 2), mientras que Lesques, en su afán de insistir en situaciones de horror, lo presenta como un acto de gratuita barbarie personal de Neoptólemo.
En el reparto del botín se trata, también en este poema, de Etra, la madre de Teseo (fr. 3-4). El fr. 3 sugiere que Agamenón, además de devolvérsela a los teseidas, les hizo otros presentes.
Difíciles de situar en el contexto del poema son los fr. 5 y 6. El 5, una cita literal extensa sobre los médicos Macaón y Podalirio y el contraste entre sus respectivas habilidades. Se menciona a Podalirio como diagnosticador de la locura de Áyax, lo que no quiere decir, como quieren algunos autores[6], que el fragmento aparecía en relación con el episodio de Áyax y, por tanto, pertenece a la Etiópida. Probablemente se trata de una aristía de Podalirio en el combate, en la que se celebran sus habilidades y se recuerda su descubrimiento de la locura de Áyax, tiempo atrás.
El fr. 6 es la cita de un gramático como evidencia de que Arctino fue el creador del metro yámbico, derivándose este nombre del de un personaje Yambo[7]. Ello lleva a Huxley[8] a pensar que tal vez Arctino alternaba yambos con hexámetros dactílicos en su poema, como en el Margites.
El Saco de Troya, de acuerdo con el resumen de Proclo. se cerraba con la degollación de Políxena ante la tumba de Aquiles.
4. Bibliografía
Ediciones: KINKEL, Epicorum…, págs. 49-52; ALLEN, Homeri opera, págs. 137-140; EVELYN-WHITE, págs. 526-524.
Estudios: RZACH, s.v. Kyklos, en PAULY-WISSOWA, R.E.; SEVERYNS, Cycle…, págs. 358-370; HUXLEY, Greek epic…, págs. 157-161; VIAN, Recherches…
5. Texto seguido en nuestra traducción
Edición y numeración de ALLEN, salvo que para fr. 1 seguimos la edición de E. CARY, The Roman Antiquities of Dionysus of Halicarnassus, Londres, vol. I, 1937.