ARISTEAS DE PROCONESO, «ARIMASPEAS»
INTRODUCCIÓN
1. Autor y fecha del poema
El caso del poema de Aristeas de Proconeso, las Arimaspeas es bastante peculiar, dado que en él se opera una extraña combinación. Frente a la aureola milagrosa que rodea a su autor, convirtiéndolo en una figura de leyenda, algunos de los datos contenidos en su obra se nos aparecen como paradójicamente muy exactos a la luz de la investigación histórica.
La noticia sobre Aristeas más extensa de que disponemos nos la da Heródoto[1]. Merece la pena referirla entera por tratarse de un testimonio muy ilustrativo sobre la constitución de una leyenda. Dice así Heródoto:
Voy a contar una historia que oí acerca de él (Aristeas) en Proconeso y Cízico.
Dicen que Aristeas, que no era inferior a ninguno de los ciudadanos en nobleza, al entrar en Proconeso en el taller de un batanero, murió, y que el batanero cerró el taller y se fue a comunicárselo a los familiares del muerto. Al extenderse ya por la ciudad el rumor de que Aristeas había muerto, un hombre de Cízico que acababa de llegar de la ciudad de Artace, se puso a discutir con los que se lo contaban, asegurando que se lo había encontrado en camino hacia Cízico y que había entablado conversación con él. Mientras que éste seguía discutiendo con insistencia, los parientes del muerto fueron al batán con lo necesario para llevarse el cadáver, pero al abrir la estancia no apareció Aristeas ni muerto ni vivo. Aparecido al séptimo año en Proconeso, compuso el poema que ahora denominan los griegos Arimaspeas y una vez que lo compuso, desapareció por segunda vez.
Tal es lo que dicen esas ciudades. Pero yo conozco una historia que encontré entre los metapontinos, doscientos cuarenta años después de la segunda desaparición de Aristeas, según encontré en mis cálculos en Proconeso y Metapontio. Dicen los metapontinos que este Aristeas se les apareció en la región y los exhortó a que erigieran un altar a Apolo y que colocaran junto a él una estatua que tuviera el nombre de Aristeas de Proconeso, pues les decía que sólo a ellos de entre todos los italianos se les había presentado en su tierra Apolo y que lo había seguido él mismo que ahora era Aristeas, pero entonces, cuando seguía al dios, era un cuervo. Una vez dicho esto, desapareció. Dicen los metapontinos que enviaron a unas personas a Delfos a preguntar al dios qué era el fantasma de ese hombre y que la Pitia les ordenó que obedecieran al fantasma, pues obedeciéndolo les iría mejor. Tras recibir este oráculo, llevaron estas cosas a cumplimiento. Ahora se alza una estatua que lleva el nombre de Aristeas junto a la propia estatua de Apolo y a su alrededor hay laureles. La estatua se alza en el ágora.
El Suda, por su parte[2], lo sitúa en época de Creso y Ciro, en la Olimpíada cincuenta (esto es, entre los años 580 y 577 a. C.) y le atribuye una Teogonía en prosa, sobre la cual no tenemos la menor información.
Aparte de estas dataciones antiguas, que, en el marco de lo legendario, no son en exceso fiables, podemos tratar de datar el poema a partir de las informaciones que tenemos sobre su contenido o a partir de los fragmentos conservados. Sobre este punto se han producido grandes discordancias, pues mientras unos autores piensan que Aristeas es un personaje mítico, otros piensan que fue un personaje histórico, pero que no escribió las Arimaspeas, mientras otros, por último, piensan que fue un personaje histórico y autor del poema. Para los primeros, las Arimaspeas serían una fantasía poética originada en las colonias del Mar de Mármara, atribuidas a un taumaturgo de la esfera del culto de Apolo y que no debe datarse más atrás del siglo VI a. C. Para los segundos, si el poema es del siglo VI, Aristeas, situable, según Heródoto, en fecha más antigua, no puede ser su autor. En esta corriente se impuso durante años la idea de que el poema era un poema chamánico y su autor, un chamán cuya alma abandonaba pretendidamente el cuerpo y viajaba por otras regiones. Dentro del tercer grupo hay que destacar un extenso estudio de Bolton[3] quien comienza por tratar de determinar la fecha del poema a través de datos históricos. Efectivamente, dado que la expulsión de los cimerios de sus territorios junto al mar de Azov es aludida en el poema, hay que situarlo entre el 670 y el 620 de acuerdo con los datos de la historia. El poema, además, fue conocido por Alcmán, que también se data en el siglo VII a. C. Si a ello se añade el testimonio de los hallazgos arqueológicos en Kelerma, en las estribaciones del NO. del Cáucaso, con representaciones de combates con grifos de factura griega, datables en el segundo cuarto del siglo VI a. C. hay que suponer el conocimiento del tema de la grifomaquia en la Grecia de esta época y por tanto fechar el poema que trae a Grecia la leyenda de los grifos entre el 670 y el 600 a. C. El análisis del estilo de los fragmentos, heredado de la épica, aunque insípido y repetitivo[4], no va en contra de esta datación. Caso de que fueran espurios, no podrían datarse más tarde del IV a. C., porque carecen de la elegancia alejandrina. Del examen de estos y otros datos concluye Bolton[5] que Aristeas floreció en Proconeso, en el tercer cuarto del siglo VII a. C. y que era un devoto de Apolo. En la época en la que los griegos exploraban las costas del Mar Negro, trata de llegar junto a los Hiperbóreos, favoritos de Apolo, para buscar el país amado por su dios. Este deseo se considera por él como una posesión divina. Acogido por los escitas, llega junto a los isedones y allí oye noticias y leyendas especialmente referentes a los arimaspos y los grifos. A su vuelta, relató sus experiencias en un poema hexamétrico, acabado el cual, emprendió probablemente otro viaje (su llamada «segunda desaparición») del que no volvió. El poema tuvo gran influencia posterior sobre autores como Alcmán, Píndaro, Esquilo, Eurípides y Pitágoras. Circuló durante el siglo V, pero desapareció pronto y posiblemente se conservaron sólo citas, algunas de ellas falsas, en resúmenes en prosa.
2. Reconstrucción del contenido de las «Arimaspeas»
El fr. 1 resulta un resumen del contenido de la obra, brindado por Heródoto. Aristeas llegó hasta el país de los isedones, pero no pasó de allí (fr. 2), aunque tiene la honradez de declarar que a partir de allí su conocimiento es de oídas. Las migraciones que señala en el fr. 1 son básicamente correctas. El poema incluiría descripciones de costumbres. Por ello es verosímil que la descripción que nos da el mismo Heródoto[6] sobre los isedones proceda también de Aristeas:
Se dice que los isedones tienen las siguientes costumbres: cuando muere el padre de un hombre, todos sus parientes traen ganado y, una vez que lo han sacrificado y han troceado las carnes, trocean también al padre muerto de aquel que les ha invitado. Después de mezclar todas las carnes, sirven un banquete. Tras haber pelado y limpiado su cabeza, la sobredoran y luego la tratan como una imagen sacra y le ofrecen grandes sacrificios anuales. Un hijo hace esto por su padre, como los griegos, las genesias[7]. Por lo demás, se dice que son justos y que las mujeres tienen iguales derechos que los varones.
El canibalismo ritual del padre muerto tiene paralelos en prácticas tibetanas atestiguadas en el siglo XIII d. C. En cuanto a los cráneos sobredorados, las excavaciones de culturas neolíticas de Jericó han puesto de manifiesto la costumbre de sacar con yeso un molde de la cara del difunto y rellenarlo luego con oro sobre el cráneo. En lo que se refiere a la igualdad de derechos de las mujeres, no implica un matriarcado, sino la intervención de las mujeres en actividades que en otras culturas se reservan sólo a hombres, situación de la que hay también paralelos en tribus mongolas.
Por tanto, el poema de Aristeas no parece contener invenciones, sino referencias reales a costumbres de nómadas esteparios[8], pastores de caballos, corderos y bueyes. En el fr. 3 se alude a ellos en tres fragmentos que aunque nuestra fuente los cita seguidos, proceden de tres lugares diferentes: el primero alude a los isedones y el segundo, probablemente a los arimaspos, como el tercero.
La leyenda de los arimaspos y los grifos (fr. 4) oída seguramente de boca de los isedones, es un tema de folklore, el de los monstruos guardianes del oro y los buscadores míticos, que reviste múltiples formas en lugares diversos. El ojo único es un elemento que aparece también en los Cíclopes. No creo que sea mera casualidad el que los Cíclopes estén también relacionados con el tema de la minería y el trabajo del metal.
En cuanto al grifo propiamente dicho es una figura que aparece con diversas variantes en la iconografía egipcia y en otras culturas, como la hetita, con funciones diversas. En este caso parece que Aristeas operó una síntesis entre la leyenda que hablaba de monstruos con la rapidez y la agudeza de visión del águila y la fiereza del león, con representaciones iconográficas de este jaez.
En el fr. 8 se habla de la Cueva del Aquilón (forma latina correspondiente al griego Bóreas, nombre del viento del norte). Frente a la tradición homérica que habla de la isla flotante de Eolo[9] se presenta aquí la residencia del viento en una caverna, creencia ésta extendida entre los pueblos de Asia Central y Siberia.
En cuanto a los hiperbóreos (fr. 1, 6) responden a un universal humano de describir un pueblo ideal. El mar de más allá que se cita es el Océano que envuelve toda la tierra[10]. Heródoto cita aquí y allá otros pueblos en la zona recorrida por Aristeas y es posible que su información derive de él, pero en ello entramos en el terreno de la hipótesis.
El fragmento de más difícil interpretación es el 5. Habla de un pueblo desdichado, dentro del tópico griego de la dureza de la vida en el mar, pero no sabemos quiénes son los que hacen el comentario ni sobre quiénes. Se ha dicho que puede tratarse de los isedones, en un comentario irónico sobre los navegantes griegos, de una alusión a poblaciones lacustres sobre palafitos o de unos habitantes legendarios del mar, los esteganópodos, hombres palmípedos citados por Alcmán. Como este poeta conocía las Arimaspeas, sería por ello verosímil que hubiera hallado su modelo para los esteganópodos en el poema de Aristeas[11] La dificultad dista mucho de estar resuelta, especialmente porque se trata del fragmento más sospechoso de ser espurio entre los conservados.
3. Bibliografía
Edición y comentario: J. D. P. BOLTON, Aristeas of Proconnesus, Oxford, 1962, con amplia bibliografía.
4. Texto seguido para nuestra traducción
Seguimos la edición y numeración de BOLTON, pero sólo traduzco los fragmentos 1 a 8 que son los que aluden al contenido del poema. Los demás algunos de los cuales aparecen traducidos en la introducción son testimonios sobre su autor. En el fr. 3 acepto la corrección φασί por σφάς de HUBMANN[12].