EPIMÉNIDES

INTRODUCCIÓN

1. Datación y obras de Epiménides

La vida de Epiménides, teólogo, sacerdote y escritor cretense, incluido en algunas de las relaciones de los Siete Sabios (fr. 1B) y considerado por sus paisanos como un dios, se vio en seguida teñida por la leyenda, por lo que los datos acerca de ella son ya contradictorios desde los primeros tiempos.

Tras el fallido intento de Cilón de convertirse en tirano de Atenas, sus partidarios, junto con él, se refugiaron en la Acrópolis, pese a lo cual fueron condenados a muerte. La ciudad quedó entonces manchada por el homicidio y tuvo que purificarse. Aristóteles nos informa que fue Epiménides el que purificó la ciudad. La purificación se data en el 596/593 a. C., esto es, en la Olimpíada 46 por Diógenes Laercio, mientras el Suda la sitúa en el 604/601, añadiendo que por entonces Epiménides era ya viejo[1]. Todas estas noticias nos llevarían a datar al poeta a finales del siglo VII. Pero Platón[2] pone en boca de un cretense, Clinias, que Epiménides llegó a Atenas diez años antes de las guerras contra los persas y predijo la invasión de éstos, dato que situaría un siglo más tarde la época del profeta. La contradicción no se salva, desde luego, recurriendo al increíble testimonio de Jenófanes[3] de que Epiménides vivió 157 años.

Que fue el protagonista de la purificación de Atenas es cosa que parece bastante segura. Por ello se ha tratado de explicar el error de Platón. Así Huxley[4] cree hallar la causa del error en el hecho de que una de las obras de Epiménides, las Purificaciones, se consultaron en Atenas, cuando los persas amenazaban con invadir Grecia y verosímilmente se mandó traer por entonces de Creta su libro. Platón, por tanto, confundió el dato de la llegada de su obra con la llegada física de su autor, que habría fallecido un centenar de años antes. En conclusión, Epiménides debe situarse en torno al 600 a. C.

En cuanto a su obra, se le atribuían una serie de títulos, la mayoría probablemente falsos. Dado que era frecuente la confusión de títulos propiamente dichos con temas tratados por un autor en una sola obra o capítulos de la misma, es más prudente poner en entredicho las informaciones a ese respecto. La relación[5] incluye un poema de cinco mil versos sobre el nacimiento de los Curetes y los Coribantes y la Teogonía, otro de seis mil quinientos sobre la construcción de la Argo y el viaje de Jasón a la Cólquide. Asimismo una obra en prosa sobre la constitución política de Creta, otra sobre Mino y Radamantis, unas Purificaciones, Oráculos y una Historia Telquínica.

2. La «Teogonía»

Acerca de la tipología de las composiciones teogónicas ya tratamos en la introducción a la Titanomaquia. Como es normal en los poemas teogónicos, el de Epiménides debía comenzar por una cosmogonía. La única información que tenemos acerca de ella es el fr. 5 que parece indicar que el adivino cretense reelabora la de Hesíodo e introduce algunas modificaciones. La primera es situar al elemento Aér en el origen del mundo. Aér no equivale exactamente a nuestro «aire», sino que se concibe como aire nebuloso en el que por ejemplo los dioses pueden ocultarse según Homero y Hesíodo. Su carácter de elemento vaporoso y condensable lo hará ser el elegido por Anaxímenes para su elaboración, ya filosófica, de la cosmogonía.

La segunda innovación de Epiménides es sustituir la reproducción sexual utilizada por Hesíodo por la intervención de un huevo. El huevo aparece en cosmogonías de múltiples lugares y diferentes culturas, de forma lo suficientemente extendida como para excluir la posibilidad de influjo de unos pueblos en otros. En Grecia va a constituir parte importante de las cosmogonías órficas, donde también la noche juega un papel fundamental. Ello entre otras razones ha llevado a considerar a algunos poetas de la época de Epiménides y al mismo Epiménides como órficos o cuasiórficos. Realmente el orfismo es un complejo de ideas que no acaba de constituirse del todo hasta mucho más tarde, si bien hay que reconocer que poetas como Epiménides han jugado un papel más importante que otros como antecedentes.

Prosiguiendo con la Teogonía de Epiménides, el fr. 5 nos indica que después de los elementos naturales aparecen, como era de esperar, las divinidades primigenias, en este caso, los Titanes, y Crono, a cuya progenie se alude en el fr. 19. En primer lugar, Afrodita, aunque desconocemos detalles de la versión que sobre su nacimiento aparecería en el poema. Desde luego no coincide con la hesiódica que hace surgir a Afrodita de la espuma del mar provocada por el miembro castrado del Cielo (Urano). También son hijas de Crono las Moiras, divinidades del destino, en lo cual la versión de Epiménides difiere de la de Hesíodo, ya que para este autor las Moiras: Cloto, Láquesis y Átropo, son hijas de la Noche[6] o de Zeus y Temis[7]. En cuanto a las Erinis, acerca de las cuales ya hemos hablado en la introducción a la Edipodia, nacen en Hesíodo de las gotas de sangre que recibió la tierra cuando Crono mutiló al Cielo.

En el fr. 6 se alude a Éstige como hija de Océano, en lo que sí coincide con Hesíodo[8], quien nos añade que su madre es Tetis y que por haber sido la primera que acudió a la convocatoria de lucha contra los Titanes, Zeus la designó para recibir el juramento de los dioses. Difiere no obstante de Epiménides en que en la Teogonía hesiódica Éstige se une a Palante y tiene como hijos a cuatro personificaciones: Emulación, Victoria, Poder y Fuerza, mientras que Epiménides la casa con Pirante, de quien Pausanias (que es el que nos da el dato) nada sabía, y nosotros, tampoco. En cuanto a su hija, Equidna es en Hesíodo un monstruo, hijo de Crisaor y Calírroe, mitad Ninfa y mitad sierpe, semejante a Tifeo, símbolo de los poderes elementales y que acaba aprisionada bajo tierra.

El tema de la rebelión de las potencias primigenias contra Zeus y la victoria de éste también formaba parte, como dijimos a propósito de la Titanomaquia, de estos mitos de soberanía. Aquí es también, como en Hesíodo, Tifón uno de los rebeldes, aunque parece, por lo dicho en el fr. 8 que el episodio no aparecía revestido del titánico primitivismo del combate hesiódico, sino más bien se movía en los límites de una lucha de astucia en la que Tifón trata de aprovecharse del sueño de Zeus.

Tras la victoria de Zeus, el poema continuaría con la esperada genealogía. En ella sabemos que aparecía Árcade (fr. 16) como hijo de Calisto y Zeus. Calisto quedó embarazada de Zeus con engaños y Hera la transformó en osa. Con el tiempo madre e hijo se convirtieron en las constelaciones de la Osa Mayor y Arturo. Lo curioso es la aparición de Pan en este contexto[9].

Lo más peculiar, con todo, es la inclusión del propio Epiménides en la genealogía, ya que, según se ve en el fr. 2, descendía de la Luna, como el León de Nemea, contendiente, como sabemos, de Heracles en uno de sus trabajos.

3. Las «Argonáuticas»

Creo ocioso repetir aquí lo dicho a propósito de la expedición de los Argonautas[10]. Epiménides parece coincidir con Eumelo haciendo a Eetes originario de Corinto (fr. 13) y añade un hijo más a la lista de cuatro hijos de Frixo que da Apolonio y no sabemos si Hesíodo[11] (fr. 12). Es verosímil asimismo que pertenezcan a este poema los fragmentos 7 y 9 que señalan como guardianas de las Manzanas de Oro a las Harpías identificadas con las Hespérides y consideradas hijas de Océano y Tierra[12]. Hesíodo sigue una versión radicalmente distinta, según la cual las Harpías son hijas de Taumante y Electra y las Hespérides, de Noche[13].

Heródoto[14] narra una historia acerca de este tema que no coincide con las tradiciones conocidas, hecho que hace pensar a Huxley[15] que remonta a Epiménides. La historia es la siguiente:

Jasón, una vez que la Argo quedó construida al pie del Pelión, embarcando en ella entre otras cosas una hecatombe y un trípode de bronce, costeó el Peloponeso, queriendo llegar a Delfos. Cuando se hallaba navegando a la altura de Malea, se levantó el viento Bóreas y lo desvió a Libia. Antes de avistar tierra se encontró en los bajíos del lago de la Tritónide. Cuando desesperaba de hallar una salida, la leyenda dice que se le apareció Tritón y le ordenó a Jasón que le entregara el trípode, asegurándole que así les mostraría un paso y los llevaría sanos y salvos. Persuadido pues Jasón, Tritón les mostró de este modo la salida de los bajíos y puso el trípode en su propio templo, profetizó sobre él y les declaró a los que estaban con Jasón todo lo que iba a ocurrir: que si alguno de los descendientes de los que hacían la travesía en la Argo se llevaba el trípode, era de toda necesidad que fundaría cien ciudades griegas en torno al estrecho Tritónide. Al oír eso, los lugareños de Libia ocultaron el trípode.

4. Los oráculos

Podemos incluir en este apartado el fr. 4, en el que se alude a la actividad propia del adivino de desentrañar aspectos del pasado que no habían quedado suficientemente elucidados. Asimismo, en el fr. 11 Epiménides le disputa a Delfos su apelativo tradicional de ombligo del mundo y le niega validez a la leyenda de las aves que Zeus echó a volar en los confines del mundo para determinar como centro del mismo el punto en el que ambas se encontraran.

Huxley[16] piensa que es verosímil que el fr. 1, en el que se insulta a los cretenses, formara parte de la respuesta délfica a este ataque, de modo que no se trataría como cree San Pablo, autor de este testimonio, de un verso atribuible al propio Epiménides. No obstante, desde otro punto de vista merece resaltarse la coincidencia de estilo de este verso con el hesiódico en el que las Musas se dirigen al poeta, diciéndole:

rústicos pastores, mala vergüenza, sólo vientre[17]

lo que sí podría hacer verosímil la pertenencia del verso a un poema de Epiménides, en boca de una diosa que le hace revelaciones.

5. Otros fragmentos

Quedan una serie de fragmentos difíciles de situar. Los números 15, 17 y 18 posiblemente formen parte de una genealogía. El 15 nos da los nombres de los padres de Edipo: Layo y Euriclea, hija de Ecfante, lo que no está de acuerdo con la genealogía tradicional[18] que hace a Yocasta o Epicasta la madre de Edipo.

El fr. 17 alude a los pretendientes de Hipodamía, muertos por Enómao, dentro de un tema típico del cuento popular, el de la princesa concedida al ganador de una competición contra su padre y la traición de ésta por amor al extranjero, que hemos tenido oportunidad de ver en otras ocasiones. En efecto Enómao reta a una carrera de carros a los pretendientes de su hija y, si pierden, los mata, pero Hipodamía se enamora de Pélope y consigue con artimañas que venza en la carrera. En diversas fuentes se daban listas de pretendientes muertos[19] y es posible que Epiménides se ocupara del tema con mayor amplitud.

En cuanto al fr. 18 se ocupa de la heroína epónima de la ciudad de Rodas y se la sitúa dentro de la genealogía de las Oceánides[20].

El fr. 14 habla de Endimión, que, enamorado de Hera, es condenado por Zeus a dormir para siempre. Es una leyenda que tiene, de un lado, relaciones con el cuento popular[21] y de otro, con el propio Epiménides, ya que algunas fuentes[22] le atribuyen un sueño en una caverna cretense que duró cuarenta o cincuenta y siete años (cf. fr. 1F).

Por último, el fr. 3 se refiere al uso de una palabra, homókapnoi «los que respiran el mismo humo», por Epiménides, aunque ignoramos en qué contexto.

6. Bibliografía

Ediciones: KINKEL, Epicorum…, págs. 230-237; H. DIELS y W. KRANZ, Die Fragmente der Vorsokratiker, Berlín, 19547, páginas 27-37.

Estudios: O. KERN, s.v. Epimenides, en PAULY-WISSOWA, R.E., HUXLEY, Greek epic…, págs. 80-84; G. S. KIRK y J. E. RAVEN, Los filósofos presocráticos, trad. esp., Madrid, 1969, págs. 39-41, 61-65 y 70-74.

7. Texto seguido para nuestra traducción

Edición de DIELS-KRANZ, Vorsokratiker…, págs. 31-36, de la que sólo traduzco los fragmentos 1 al 19, pues del 20 al 25 pertenecen a su obra en prosa y no tienen cabida aquí.

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