Presentación de Ernst Bloch

Es para mí un honor y una alegría poder presentar al profesor Ernst Bloch y hacerlo además en nombre del director del Seminario de Ciencia de la Política, profesor Fetscher, y de mis colegas de Filosofía, los señores Liebrucks, Habermas y Cramer. Cuando digo «honor y alegría», querido Ernst, pienso en los años, ahora casi arcaicos, en que tú usaste estas expresiones en una de aquellas anécdotas filosóficamente abismáticas en las que tan singularmente unes el momento épico al especulativo.

Sobran las palabras para caracterizarte; la cantidad de los que aquí han aparecido testimonia no sólo que se sabe quién eres, sino también cuántos lo saben. En alguien que tanto ha nadado contra la corriente como tú, la cantidad tiene algo que ver con la cualidad. Sólo quiero añadir que el tema que has elegido para esta tarde se encuadra muy particularmente en la tradición de Frankfurt. El centro del trabajo filosófico de esta tradición lo ocupa el concepto de la dialéctica, y esto quiere decir también, necesariamente, la discusión incesante sobre sus momentos idealistas y materialistas. Lo que nos digas seguramente tendrá una punta crítica contra el positivismo, y esto demuestra una afinidad con los esfuerzos de Frankfurt que no nos sorprende, pero que yo no quisiera dejar a un lado; hace ya unos 30 años, Horkheimer, a quien desgraciadamente la enfermedad retiene en Zurich y por eso no puede estar con nosotros, hizo en la Revista de Investigación Social una crítica dialéctica al intento de sustituir lo que debe ser la filosofía, que es la penetración en la esencia oculta o la no-esencia, por un código universal de reglas de juego científicas. Recordar esto es hoy más urgente que nunca, y la expectativa de tu compromiso con Frankfurt no sólo una bendición, sino también algo de lo más oportuno.

Te agradezco que hayas venido, y te pido que tomes la palabra.

Escrito en 1965; inédito