CAPÍTULO 37
ANNALÍA salió a pasear por el prado, de camino se cruzó con Vítale y sus amigos jugando a los dados y le deseó suerte.
—Te ves distinta —dijo él al mirarla.
—¿Ah, sí? —Cuando le dijo a Vítale que estaba embarazada, él se entusiasmó al pensar que habría otro niño corriendo por las montañas, pero también le confesó que se alegraba de que las cosas no hubieran salido bien con MacCarrick—. Te quiero como a una hija —dijo él—. Seguirte hasta Andorra fue una cosa, pero de ningún modo te seguiría hasta Escocia.
Vítale la estaba estudiando.
—Pareces... decidida.
—Lo estoy. —Ella dio unos golpes al libro de gaélico—. Estoy decidida a aprender gaélico antes de la próxima primavera.
—Ach, pequeña —imitó Vítale sin dejar de sonar terriblemente francés. Sus amigos se rieron a carcajadas. Ella también se rió y siguió caminando.
Tras descubrir que estaba embarazada, le pidió a lady Fiona libros sobre Escocia. La mujer se los dio a toneladas, estaba encantada de que Annalía mostrara interés por su cultura y por su lengua, y muy orgullosa de que Court la hubiera encontrado.
Annalía empezó despacio. Por suerte, hacía poco que había tanteado el griego, cuando MacCarrick apareció en su vida. Ella estaba convencida de que como mucho podría aprender cinco idiomas.
Aunque sus progresos eran constantes, al parecer ese día no podía concentrarse. Las flores del prado olían demasiado bien, y el sol le acariciaba la piel de tal modo que ella tenía ganas de quitarse el sombrero.
Y seguía mirando la definición que había encontrado en el libro, la reseguía con los dedos. Mo cridhe. Mi corazón. Eso era lo que él la había llamado. Neach-dwlain. Eso era lo que ella le llamaría. Bastardo.
Decidió quitarse el sombrero, e iba a soltarse el pelo cuando vio algo que no podía ser cierto. Se puso en pie de un salto; el corazón le latía descontrolado y el sombrero se le cayó de la mano sin fuerza. ¡Ahora que había conseguido dejar de llorar hasta poder dormir la noche entera!
MacCarrick la vio y corrió hacia ella. Parecía cansado y agotado. ¿Y decidido?
¡Un momento! Ella estaba furiosa con él. Ella ni siquiera quería saber si él había ido allí por ella. Probablemente se había dejado olvidada su pistola favorita, o su machete de la suerte, y quería recuperarlos antes de volver al trabajo.
Seguro que volvía por eso, un hombre que había sido capaz de «desearle lo mejor» después de lo que habían compartido... Pero aun así empezó a marearse. Respiró hondo y se tambaleó sobre los talones. Frunció el cejo y vio cómo el sol le daba en los ojos, murmuró:
—Merda.
¿Se había desmayado? Court sintió como si le faltara el aliento y espoleó su caballo. No esperó a que se detuviera para saltar de él y correr hacia Annalía, apenas sintiendo el dolor de su pierna. Ella nunca estaba enferma. ¿Tendría alguna herida? Iba a matar a Llorente. ¿Por qué los malditos guardas estaban allí abajo si ella estaba sola allí arriba?
Por suerte, cayó encima de las mullidas flores. El la cogió por los hombros y la acercó a él.
—¡Anna!
Le acarició la cabeza y frunció el cejo. No parecía tener ninguna herida ni estar enferma. Le acarició la mejilla con los nudillos. Su piel era cálida y dorada.
—¿Anna?
Ella parpadeó y sus ojos, claros y brillantes se centraron en él.
—¿Qué te ha pasado, mo cridhe? —Su voz sonaba áspera.
Ella levantó los ojos irritada y se agitó en sus brazos.
—Estoy bien, gracias. —Se apartó de él y se levantó.
Él la soltó a regañadientes.
—¿Por qué te has desmayado?
—El vestido me aprieta demasiado —contestó ella, tras dudar unos instantes.
Él miró el vestido y vio que en efecto le apretaba alrededor del pecho. Por fin ella había ganado un poco del peso que había perdido. Desvió la mirada hacia el cuello y vio orgulloso que lucía su collar.
—Las mujeres se desmayan todo el tiempo —añadió ella.
Lo hacían. Pero él podía recordar como mínimo diez situaciones en las que debería haberse desmayado y no lo hizo.
—¿Te olvidaste algo? —preguntó enfadada.
Él frunció el cejo.
—No. Quería comprobar qué tal estabas.
—Te agradezco que quieras «comprobar» cómo estoy, pero ya ves que bien.
—Sí, ya veo. —Ella estaba preciosa, más guapa que la última vez que la había visto. ¿Esperaba encontrarla triste? Sí, maldita sea, él esperaba eso. Porque él era un cerdo egoísta y quería que ella lo echara tanto de menos como él a ella. Annalía no podía comer cuando estaba triste o nerviosa, y era obvio que sin él había ganado algo de peso, su cuerpo estaba más lleno, tenía más curvas. Entonces, ¿por qué seguía allí? ¿Por qué no se daba la vuelta y se iba?
Por el rabillo del ojo, vio que ella manoseaba las flores que había tras ellos. Miró hacia allí y vio el libro que ella intentaba ocultar bajo la falda.
—¿Estás estudiando gaélico?
—Griego, gaélico. ¿Qué más da? —dijo ella airada, pero al ver cómo él la miraba añadió—: Está bien. No tengo ningún vínculo personal con Grecia, pero un escocés me ha tratado muy mal.
Él se estremeció.
—Podrías haberme escrito. Yo te habría dicho que todo estaba bien y te habrías ahorrado el viaje —dijo ella.
—Yo quería verte.
—Tú querías verme. Pues no puedes entrar y salir de mi vida cuando a ti te plazca basándote sólo en que eso es lo tú quieres. Te fuiste sin ni siquiera decirme adiós. Después de todo lo que habíamos pasado juntos, me «deseaste lo mejor».
—Si te hubiera visto, no habría sido capaz de dejarte. Me fui por ti.
—No lo entiendo. —Ella ladeó la cabeza.
—Tengo que explicarte algo.
—Si es sobre la maldición, tu madre ya me lo ha contado todo.
Él bajó la voz.
—¿Ella te ha hablado de... del Leabhar? —Cuando ella movió la cabeza a modo de respuesta, él dijo—: No es algo de lo que acostumbre a hablar desde la muerte de mi padre. ¿Sabes lo que dice?
—Sí, lo he leído.
Él no podía creerse que Fiona hubiese permitido que Anna se acercara al libro. Cruzarían unas palabras sobre eso.
—Yo creía que yo te haría todo eso. Cuanto más fuerte era lo que sentía por ti, más claro tenía que tendría que marcharme.
Ella le sonrió fría.
—¿Y ahora estás aquí? ¿Por qué?
—Sí, estoy aquí. Porque he comprobado que algo de lo que dicen esas líneas es falso.
—¿El qué? —preguntó Annalía, fingiendo que no le importaba. Ella no quería que él hubiera venido sólo por el bebé. Debía de haber recibido la carta que Aleix le había mandado a Groot, pero ¿tan pronto? Tal vez su madre le había escrito antes de que ella y Olivia se fueran. Annalía nunca podría dejar de preguntárselo.
Court intentaba controlar sus emociones, se lo veía muy tenso.
—Dice que yo no sabré lo que es amar. —Él se puso en pie y se pasó la mano por el pelo—. Pero, maldita sea, lo sé.
Annalía entreabrió los labios.
La cara de él era seria, intensa, pero sus ojos...
—Por encima de todas las cosas, yo te amo. —Su expresión se endureció aún más—. A lo mejor me estoy volviendo loco. Te quiero tanto que estoy dispuesto a creer que también es falso todo lo demás. Ahora mismo podría estar haciéndote daño. —Se le estaba acentuando el acento—. A lo mejor significa que nunca sabré lo que es que otra persona me ame. —Él se estremeció y se llenó de preocupación—. No había pensado en eso.
Parecía sentirse tan culpable que ella se levantó y murmuró:
—Eso también es falso.
Él la cogió por los hombros.
—Tú me lo dijiste una vez. Pero estabas medio dormida y te habían hecho mucho daño; y no me atreví a creérmelo. ¿Puedes amarme a pesar de que te abandonara?
Ella frunció el cejo. Court estaba nervioso. Annalía puso una mano encima de su torso, por curiosidad. Esa simple caricia hizo que él cerrara los ojos.
Nervioso. Bajó la palma de su mano y notó que el corazón le latía descontrolado.
Con eso, la resistencia que ella creyó poder oponer se disolvió entre sus dedos. La verdad se escapó de sus labios.
—Cuando te marchaste, me hiciste mucho daño. Mucho. Pero a pesar de que estaba confusa y asustada, nunca dejé de amarte.
Él abrió los ojos y ella vio que estaban llenos de dolor.
—Desearía tanto no haberte herido. Yo nunca quise hacerlo.
—Lo sé —suspiró Annalía. Él siempre había deseado su felicidad, siempre había odiado la idea de hacerle daño. Lo que sintió cuando la atacaron, lo culpable que debió de sentirse.
—Yo no me atrevo a poner en peligro tu seguridad. No puedo reconciliarme con esa idea —dijo él—. A pesar de que todo mi ser me pide que lo haga.
—MacCarrick, de verdad no creo que corramos ningún riesgo.
Él se apoyó en ella y la rodeó con un brazo, como si quisiera protegerla.
—No podemos burlarnos de esa maldición —le advirtió él en voz baja—. Es muy real. Yo he vivido toda la vida con su amenaza sobre mi cabeza. Me ha convertido en lo que soy.
Ella lo apartó un poco para poder mirarlo a la cara.
—Entonces, le estoy agradecida. Pero con todo respeto, exijo que salga de nuestras vidas. Lo que tú y yo podemos tener juntos es mucho más fuerte que lo que dice ese libro.
Él sacudió la cabeza.
—Muchas cosas de las que dice se han convertido en realidad.
Ninguno de nosotros tiene hijos porque así el libro acaba con nuestra generación...
—¡Acaba con vuestra generación porque nuestros hijos forjarán su propio destino!
Sus oscuros ojos negros se llenaron de pesar.
—Anna, tú sabes que yo no puedo...
Ella le cogió la mano y la puso encima de su vientre.
Court se quedó muy quieto.
—¿Qué estás tratando de decirme? —La mano le empezó a temblar. Entonces la besó, sus dedos acariciaron los de ella, y él se dio cuenta de que debajo había una pequeña redondez.
Annalía le apartó la mano.
—Digo que al parecer el libro está completamente equivocado en lo que a ti se refiere. Y que vas a irte de aquí con mucho más de lo que esperabas.
—¿Estás...? —Se le hizo un nudo en la garganta—. ¿Estás...?
Ella levantó la barbilla.
—Embarazada de un hijo tuyo.
Te até a mí. Esa primera noche, la primera vez que hicieron el amor. El la había atado a él y la había hecho suya. En ese instante, él sintió que todo lo que él era le pertenecía a ella por igual. Ellos lo habían hecho esa noche.
Ella llevaba a su hijo.
Court se levantó, se tambaleó. Annalía tenía razón. Se iría de allí con mucho más de lo que esperaba. Él sólo había albergado la leve esperanza de encontrar el modo de poder estar con ella, y había descubierto que ella lo amaba. No tenía ni idea de lo que había hecho para merecérselo, pero no iba a cuestionar su suerte.
El bebé era el único permiso que le hacía falta para saber que podía quedarse con ella, y demostraba que el Leabhar tenía algo muy distinto preparado para él. Por primera vez, desde el día en que lo leyó, sintió como si le quitaran un peso de encima. De pronto, caerse al suelo le pareció una idea genial.
—Tu madre dice que nacerá a principios de primavera.
—¿Ella lo sabe?
—Sí. Y siente mucho todo lo que pasó en el pasado, tiene muchas ganas de hablar contigo.
Él sólo aceptaría hacerlo si Anna se lo pedía, y temía que iba a ser así.
—¿Cómo se lo ha tomado?
—Olivia tiene una teoría. —Imitando el acento de Olivia, Anna dijo—: Las diez primeras líneas empiezan con muerte y miseria, soledad y sufrimiento, etcétera, etcétera, hasta las últimas dos líneas, en las que evidentemente dice que todas esas cosas tan desagradables ocurrirán, hasta que el tozudo escocés venga a Andorra y se lleve a la malcriada y cursi chica de la montaña. —Ella sonrió—. Tu madre cree que dice lo mismo pero con unas palabras más bonitas, algo sobre comprometerse con la mujer que el destino ha preparado para ti.
—¿Y qué hay del hombre destinado a estar contigo? ¿Querrías casarte con alguien como yo? —Su voz sonaba áspera.
—No lo sé. —Ella le dio la espalda y dijo—: Tendría que saber qué tipo de vida llevaríamos. Yo no podría soportar que fueras por ahí arriesgando tu vida.
—Entonces, estoy retirado —dijo él sin dudarlo y se puso delante de ella.
Annalía le sonrió.
—Eso es todo lo que quería saber.
Pero él continuó:
—Tengo una casa en Escocia. Se llama Beinn a'Chaorainn. Es un sitio que lleva mucho tiempo abandonado y que necesita mucho trabajo, pero hay mucha tierra. Está lleno de montañas, creo que te gustará. Juro que haré que así sea.
—¿Estás intentando convencerme, Courtland? —Ella le dio unos golpecitos en el pecho con el dedo—. ¿De verdad crees que hay alguna posibilidad de que te vayas de aquí sin mí? —Él no intentó disimular lo sorprendido que estaba. Al ver su expresión, ella se rió y le recorrió el torso con el dedo—. ¿Qué significa el Beiiinnn no sé qué? —Ella lo acariciaba como si hubiera echado de menos estar con él, y a Court eso lo satisfacía mucho más de lo que ella podía imaginarse.
Sintió cómo empezaba a sonreír.
—Beinn a'Chaorainn significa... tierras de pantanos y pestilencias.
—Oh. —Ella se puso seria un instante, pero luego volvió a alegrarse—. Bueno, tú has dicho que necesita mucho trabajo. —Y luego preguntó esperanzada—: ¿Eso incluye drenar los pantanos?
Él le puso las manos en los hombros y empezó a acariciarle el cuello.
—Te estoy tomando el pelo, mo cridhe. Significa Colina del Roble.
Annalía lo golpeó con los nudillos y luego volvió a acariciarle el pecho.
—Colina del Roble. Turó del Koure—dijo ella, arrastrando las erres con esa voz que él tanto había ansiado oír, haciendo propio el nombre de su casa. Como debía ser.
—De verdad creo que te gustará estar allí, pero si no te gusta, te llevaré dondequiera que puedas ser feliz.
Ella se puso de puntillas para poner la cara contra su cuello, y volvió a sorprenderle.
—Yo soy feliz donde tú estés.
Court cerró los ojos ante la ternura de ese gesto. «Ella quiere estar conmigo —pensó atónito—. Dios, es cierto.»
Annalía apartó la cabeza y dijo:
—Pero de camino a allí, tenemos que pararnos en París.
Él tragó saliva y afirmó con la cabeza.
—Anna, no voy a negarte nada de lo que me pidas.
Si el dinero era el único obstáculo entre ellos, él robaría trenes si hacía falta.
Ella ladeó la cabeza.
—Oh, crees que quiero ir de compras.
Él adoptó una expresión de que no importaba.
Pero la tristeza inundó los ojos de ella.
—Gracias por el ofrecimiento, pero me temo que voy a rechazarlo. Esa parada es para algo muy distinto. —Al ver que él fruncía el cejo, ella dijo—: Te lo contaré por el camino. Pero si vamos a ir a Escocia, tienes que sacarme de las montañas antes de que esté demasiado gorda como para pasar por los puertos. —Ella miró a su alrededor y añadió como si conspirara—: Créeme, no querrás quedarte aquí atrapado todo el invierno con Aleix y Olivia suspirando el uno por el otro.
Court sonrió y se inclinó hacia adelante para apoyar su frente en la de ella.
—Anna, te llevaré adonde tú quieras. Aún no puedo creer que tú... que nosotros... Creí que te había perdido.
Ella le rodeó el cuello con los brazos.
—No creo que puedas perder a la mujer que el destino ha decidido que iba a ser tuya. Tú sólo tenías que encontrarla.
—La he encontrado. Y no voy a dejarla marchar. —Le acarició las mejillas con las manos y la besó.
—De hecho —murmuró ella contra sus labios—, yo te encontré a ti.