CAPITULO 18

SEGUNDOS después de abrir los ojos al sol de la mañana, Tori sonrió. Estiró los brazos y al sentir que había partes de su cuerpo que aún le dolían, la sonrisa se hizo más radiante. Grant le había hecho el amor con dedicación. Oh, las cosas que le había hecho... Jamás se le habría ocurrido pensar palabras o acciones tan atrevidas y excitantes.

Un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo. Pronto se casarían. Su futuro marido tenía una imaginación prodigiosa, y un cuerpo preparado para llevar a la práctica todo lo que se le ocurría. Al pensar en lo perfecto que era él para ella, creyó estallar de felicidad. Por fin podía reconocer ante sí misma que estaba enamorada de Grant. Completamente.

Se vistió y fue a buscar a Cammy, y juntas desayunaron huevos, arroz, manzanas y zumo, para cumplir con la especial dieta de su amiga. Ambas estaban tan contentas que se reían por cualquier tontería.

Pero por la tarde, al ver que su enamorado aún no había aparecido, la felicidad y la tranquilidad de Victoria empezaron a tambalearse. ¿Cómo se atrevía a no visitarla? Después de lo de la noche anterior, suponía que tal vez debería sentirse utilizada, pero eso significaría que Grant le había arrebatado algo, cuando en realidad Tori sentía que él se lo había entregado todo. Y por eso estaba tan preocupada. Quería que... volviera a hacerla.

Al llegar la noche, la poca paciencia que le quedaba se esfumó. Tan pronto como Cammy se quedó dormida, la joven se escabulló por la puerta para ir al Keveral. Los guardas que había en la cubierta se apartaron al verla, y le sonrieron nerviosos cuando pasó por su lado. Victoria no se detuvo hasta llegar al camarote de Grant, y, una vez allí, abrió la puerta sin llamar. No estaba. Siguió hacia el comedor y lo oyó hablar. Estupendo. No podía esperar ni un segundo más para decirle todo lo que pensaba.

Al acercarse a la puerta, oyó también la voz de Ian.

—¿Vas a decir me que ahora tampoco hay ninguna posibilidad de que esté embarazada? Porque esta vez no voy...

—No, ahora es más que probable —contestó Sutherland enfadado.

«¿Por qué estaban hablando de aquello?» —Ian, déjalo estar.

—¿Por qué? ¿Porque estás borracho? Eso no va a detenerme.

Escúchame bien, primito. Iba a dejar que tú solo resolvieras el asunto, a ver si tú solo eras capaz de hacer lo correcto, pero no lo has hecho. Tori se ha convertido en una especie de hermana para mí, y he decidido hacer las veces de su hermano mayor.

—¿Y?

—Pues que vaya darte una paliza si no me juras ahora mismo que harás lo que debes. Maldita sea, no puedo evitar pensar lo que sentiría si Emma o Sadie estuvieran en la misma situación. Tienen su misma edad, Grant. Espero que, llegado el caso, alguien las ayudara.

—No tienes nada que temer. Pero es ridículo que seas tú precisamente quien me esté soltando este sermón. No te preocupes, haré lo que es debido y me casaré con esa pícara. —Victoria oyó el tintineo de la botella contra el vaso—. Así que ya puedes felicitarme.

«¿Pícara?» Bueno, al menos había dicho que quería casarse con ella. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

Creyó oír que Ian suspiraba aliviado.

—Perfecto, me alegra ver que por fin has entrado en razón.

—No es así. Pero he hecho algo que no tiene vuelta atrás, y voy a pagar el precio. Yo siempre he asumido mis errores. «¿Errores?»

Ian se sorprendió tanto como ella. —¿Errores? ¿Cómo puede ser eso un error?

—Victoria no es la esposa que yo quería. No tiene ningún respeto por las normas. Yo quería una mujer que me ayudara en mi carrera profesional, pero ella es como una salvaje y eso sólo será un obstáculo. Ya estoy temiendo ver cómo se comportará en Londres.

Tori retrocedió como si la hubiera abofeteado. Un enorme sentido del ridículo inundó todos los poros de su cuerpo. No podía ni respirar. Ahora lo entendía todo. Ella lo avergonzaba. Él se sentía avergonzado. ¿Hacer el amor con ella había sido un error?

De repente, todo lo que habían compartido le pareció sórdido y barato. ¿Era como una salvaje? ¿Acaso había hecho algo inaceptable con él en la cama? «OH, Dios.» La humillación que sentía era tan grande que temía que fuese a asfixiarla. Corrió hacia la borda y vomitó.

Se secó el rostro y apoyó la cara entre sus manos. Era una inculta. Una mujer digna de lástima que lo seguía como un perrito faldero. No había sido capaz de ver lo que tenía ante los ojos, y recordó entonces las palabras de Cammy: «No confundas el amor con la lujuria».

Regresó al hotel enjugándose las lágrimas a cada momento pero pronto vio que era inútil, y dejó de hacerlo. Ella había querido conquistarle y se había esforzado por captar su atención. Pero jamás había tenido la más mínima oportunidad.

Por eso él no quería hacer el amor con ella. Por eso se había sentido tan culpable al acabar... porque se había rebajado a hacerla.

Oh, Dios.

Apenas podía ver nada con las lágrimas que le llenaban los ojos, pero consiguió dar con el hotel. El capitán Sutherland no tendría que volver a soportar su presencia.

—Grant, eres un idiota. ¿Errores, obstáculos? ¿Sabes lo que estás diciendo...?

—¿Y si algún día quiere a otro? —preguntó su primo en voz baja y presa del dolor.

—¿Así que se trata de eso?

—No, y de todo lo demás... —Sacudió la mano en busca de las palabras exactas—... Bueno, eso también me preocupa. —Por fin se dio por vencido. Maldita sea, voy a convertirla en mi esposa, a darle todo lo que tengo, y probablemente no sea lo mejor para ella. No puedo dejar de pensar que debería darle la oportunidad de que conociera a alguien más y tuviera así más opciones. Creo que se conforma conmigo porque soy el primero que la ha tratado como a una mujer.

—Tú no eres que digamos un mal partido.

—Económicamente hablando no, pero no soy lo que más le conviene. Victoria necesita a alguien de su edad. Alguien que sea dulce y divertido como ella, y no un soso como yo. ¿Y si no puedo hacerla feliz? —Grant bajó la vista hacia su copa. Dios, ¿Y si algún día quiere a otro?

Ian sacudió la cabeza.

—Ése es un riesgo que corres con cualquier mujer...

—No, es peor que eso —dijo él levantando la cabeza sin importarle que su primo viera lo mal que lo estaba pasando. ¿Sabes eso que dicen de que las mujeres siempre tratan de atrapar a un hombre para que se case con ellas? Pues... creo que yo me rendí y le hice el amor para que así ella tuviera que casarse conmigo. No quería que llegara a Inglaterra y pudiera escoger. —Grant mismo se sorprendió al oír el remordimiento en su voz—: Yo he atrapado a Victoria.

—Creía que todavía estarías dormida —dijo Tori al ver a Cammy al entrar en su habitación.

—Oh acabo de levantarme a beber un vaso de... Tori, ¿qué ha pasado? ¿Dónde has estado?

Victoria tuvo que morderse la lengua para no contarle lo que había sucedido. Tenía los sentimientos a flor de piel y temía que, si decía «Él se avergüenza de mí», se echaría a llorar de nuevo. Jamás se había sentido tan avergonzada de sí misma, y que Grant fuera quien lo había logrado amenazaba con asfixiarla de dolor.

—No es nada. Es sólo que echo de menos la isla.

—Yo también —reconoció su amiga aliviada.

Se pasaron la hora siguiente recordando los tiempos felices que habían pasado allí, pero en un rincón de su mente, Tori se dio cuenta de repente de que se había olvidado de una cosa: Grant iba a pedirle que se casara con él. Su código de honor se lo exigía. Y Victoria tenía la sensación de que cuando el honor y el deber se aliaban en la mente del capitán Sutherland, era muy difícil hacerle cambiar de opinión. ¿Cómo podía rechazarle? ¿Qué podía decir sin confesar la verdad y poder mantener así el orgullo intacto? Empezó a diseñar un plan.