Ashle.
Estoy arreglándome para ir a trabajar y esta vez sí que se siente diferente. Porque despertar en tu casa y siendo soltera es una cosa, pero despertar en la casa de tu novio para ir a tu trabajo y que encima tu novio sea tu jefe es otra totalmente distinta.
Hoy es el primer día que nos vamos juntos al trabajo, desde el mismo departamento y se siente especial. Adoro que Chris sea tan cuidadoso y preocupado; con esto de que hay alguien por ahí, pendiente de mí, no quiero imaginar qué podría llegar a pasar más adelante, tanto a mí y como a él.
—¿Ya estás lista, cariño. —me pregunta desde la cocina.
—Sí, amor, ya lo estoy —le respondo luego de cerciorarme de que no me falta nada.
—Entonces, ¿nos vamos. —Se acerca a mí y me ofrece su brazo para agarrarlo e irnos juntos. Lo acepto con gusto.
—Vámonos.
El trayecto a la oficina lo hacemos entre arrumacos y una charla muy amena. Es encantador ver que estamos así de bien. Dios quiera que nadie nos arruine este día.
Al llegar a la recepción del edificio, Mónica, la recepcionista, se acerca a nosotros prácticamente corriendo y con una cara de susto y preocupación.
—Buenos días, Ashlee, señor Adams.
—Buenos días, Mónica —contestamos al unísono—, ¿sucede algo. —concluye mi novio.
—Sí, señor. Hay una señorita esperando en su oficina. Le dije que lo esperara aquí, pero insistió.
—¿Avisaste a seguridad. —pregunta Christopher.
—Sí, señor. Hay un guardia con ella, esperándolo. Prometió no hacer ningún escándalo.
—De acuerdo, Mónica, gracias. Lo resolveré inmediatamente.
La cara de Christopher lo dice todo, está inquieto y preocupado. Durante la breve conversación que mantuvimos con la recepcionista no me soltó la mano, a lo que ésta se dio cuenta y sonrió. Más tarde le contaré todo.
Una vez que nos despedimos de Mónica, tomamos el elevador que nos lleva directo a nuestro piso. Al llegar no hay nadie en la sala, junto a mi escritorio, por lo que asumimos está en la oficina de Christopher.
—Debo ir a ver de qué trata todo esto. ¿Me podrías traer un café.
—Sí, cariño. Te lo preparo enseguida y lo llevo.
Nos despedimos por el momento con un breve beso y al separarnos Chris va de inmediato a su oficina sin mirar atrás. Puedo ver que su expresión es de seriedad absoluta. Por mi parte, dejo mis cosas en mi escritorio y me dirijo a la cocina a preparar el café que me ha pedido. Mientras lo hago, no puedo dejar de pensar en la misteriosa mujer que llegó a su oficina.
Cuando está todo listo, salgo de la pequeña cocina, camino directo al despacho de mi novio, toco la puerta y espero la señal para entrar. Cuando eso sucede, lo hago.
La expresión de Chris es, claramente, repudio ante la mujer. Ella lo mira con una sonrisa en su rostro. Al parecer, no ha habido palabra alguna desde que entró a su oficina.
Simplemente, dejo la taza de café a un costado de su escritorio y comienzo a darme la vuelta para salir.
—Ashlee, detente —expresa, de pronto, Chris—, ven aquí, por favor.
Hago lo que me pide, situándome a su lado, mientras me toma la mano. Mira nuevamente a la mujer y solo dice.
—¿Qué quieres, Sarah.