Ya es lunes y estoy preparándome para ir a trabajar. Esta vez –como no lo he hecho desde hace mucho–, con una sonrisa en los labios.
El fin de semana ha sido maravilloso. Christopher estuvo todo el tiempo conmigo y solo nos separamos cuando tuvo que regresar a su departamento para descansar y para volver a trabajar.
Una vez que me habla de Sarah, lo siento más aliviado y como si se hubiera quitado un enorme peso de encima. De seguro sintió lo mismo que yo cuando le hablé de Scott.
Estoy terminando de tomar de mi desayuno cuando suena mi teléfono. Lo tomo y veo que hay un mensaje en él.
Es de Christopher.
«Te espero abajo, cariño..
Le respondo enseguida.
«Está bien. Dame unos minutos y voy..
Cuando ya le he enviado el mensaje, tomo mi cartera y guardo mi teléfono en ella. Saco de la misma las llaves de mi departamento y camino hacia la puerta para salir.
Una vez afuera, giro sobre mis pies y cierro la puerta con llave. Me dirijo al ascensor y aprieto el botón de llamada. Pasan unos minutos y finalmente las puertas se abren frente a mí. Entro en él y veo que en el elevador hay una pareja de abuelitos, los que van de la mano, abrazándose de costado de manera cariñosa. Es imposible no imaginarme a Christopher y a mí en la misma situación. Les sonrío complaciente cuando el ascensor comienza a descender.
Al sentir el pitido que indica que ya hemos llegado a nuestro piso, comienzo a sentir un pequeño hormigueo en mi estómago cuando veo que Christopher me está esperando en el lobby del edificio.
Paso junto al conserje y lo saludo.
—Buenos días, Roger. Que tengas un lindo día.
—Buenos días, Ashlee. Que lo tengas tú también.
—No se preocupe, Roger —Christopher nos interrumpe de repente—, yo me encargaré de que eso pase. —Roger asiente con una sonrisa.
—Buenos días, amor.
—Buenos días, preciosa. —Me da un suave beso en los labios.
—¿Viniste a buscarme.
—Por supuesto. Te echaba de menos.
Caminamos hacia la entrada del edificio.
—Pero si nos vimos ayer.
—Sí, lo sé, pero quiero aprovechar cada minuto para estar contigo.
—Exagerado.
—Pero soy tu exagerado —comenta, haciendo énfasis en «tu» y con una hermosa sonrisa. Cuando llegamos a su auto, nos subimos y comenzamos el trayecto hacia la empresa.
—Ya, en serio, ¿por qué me viniste a buscar.
—Acaso, ¿no puedo buscar a mi novia para ir juntos al trabajo.
—Claro que sí, pero me tomaste por sorpresa. Ayer no dijimos nada de esto.
—Lo sé, pero te aseguro que se hará mi nueva costumbre —afirma, mirando hacia el frente.
Está feliz por eso, aunque no quiera admitirlo, por lo que solo le sonrío en respuesta, acercándome a besarlo en la mejilla para no desconcentrarlo al manejar.
No me doy cuenta cuando ya estamos aparcando en el estacionamiento del edificio de la empresa. Al apagar el motor, lo quedo mirando, ya que se queda quieto sin hacer nada.
—¿Estás bien. —pregunto algo preocupada.
—No pasa nada, tranquila.
—¿Entonces. —Giro mi cuerpo hacia él.
Veo que saca algo de su abrigo y es nada menos que una pequeña cajita de terciopelo rojo.
¡¿Me querrá pedir matrimonio.. Es imposible no pensarlo al admirar lo que sostiene entre sus dedos. Lo observo atenta, esperando que añada algo más.
—Ashlee, cariño, no te lo había dicho antes, pero quiero darte las gracias por hacerme el hombre más feliz del mundo. Hace mucho que no me sentía así de contento por estar junto a alguien. En estos días que han pasado y que han sucedido muchas cosas, me he dado cuenta que estoy tranquilo y en paz cuando estoy a tu lado. Jamás creí tenerte así conmigo, cuando te conocí hace dos años —juega con la cajita entre sus manos, pensando en sus siguientes palabras—. En tan solo unos días has cambiado mi mundo por completo. En el caso de la empresa, sabes que nunca me he dejado llevar por la opinión de los demás. Esta ocasión no hará que sea distinto, porque no me avergüenza ni me preocupa que me vean contigo. Por lo que te pido que tú tampoco tengas vergüenza ni te preocupes. Yo estaré allí para apoyarte en todo lo que necesites. Esto es, por supuesto, dentro y fuera de la empresa y en todo ámbito.
Christopher me mira atento y a la espera de una respuesta. Estoy sorprendida ante cada uno de sus dichos, porque jamás me habían dicho cosas tan lindas como lo acaba de hacer él.
No me he dado cuenta que lágrimas caen desde mis ojos hasta que siento un sabor salado en mis labios. Christopher, delicadamente, me quita las lágrimas que se asoman y comienzan a caer por mis mejillas.
Me señala la cajita con sus manos y la abre para mí sin que yo pueda creer lo que ahora estoy mirando.
¡Me está regalando el anillo que vimos en la tienda.
—Chris, amor... es hermoso. Gracias.
Me acerco a darle un beso en sus labios en agradecimiento.
—¿Pero cómo pudiste comprarlo si estuvimos juntos todo el fin de semana.
—¿Te acuerdas cuando salimos luego de comprar la cadenita y tuviste que ir al baño.
¡Por eso no lo vi cuando me volteé a verlo.
—Claro que lo recuerdo. Cuando llegué a la puerta de entrada del baño giré para verte y no estabas. Me preocupe y decidí que te preguntaría luego, pero ahora ya sé la respuesta.
—¿Me lo permites.
—Claro que sí. —Le acerco mi mano y me coloca el anillo. Es tan hermoso, ya que es de plata con algunas ondas en un costado. Al centro tiene una piedra de color esmeralda, muy hermosa, y al otro lado lleva tres pequeños diamantes blancos. Es, simplemente, precioso.
—Gracias, amor. Está bellísimo.
—No, bellísima eres tú.
Nos acercamos para darnos un suave beso que pronto se convierte en algo más, hasta que debemos separarnos por falta de aire.
—Creo que será mejor que subamos.
—Vamos.
Chris sale del auto y cierra su puerta, y cuando llega a mi lado para ayudarme a bajar, sin decir nada, me acerco y lo abrazo. Tengo claro que solo ha pasado un día desde que nos vimos por última vez, pero me estoy sintiendo adicta a sus abrazos y besos. Me siento tranquila cuando lo tengo cerca de mí.
—Gracias por todo.
—Gracias a ti, preciosa.
Nos damos un último beso, esta vez más corto, para luego separamos e ir finalmente al ascensor.
Al llegar a nuestro piso, veo sobre mi escritorio un ramo de rosas rojas. No debo ser adivina para saber quién las ha traído, porque ya sé que el responsable se encuentra a mi lado.
—Gracias, Chris. Están preciosas —digo tomando el ramo y llevándolo a mi nariz para olerlo.
—No tanto como tú, pero me agrada que te gusten.
—¿Bromeas. Son mis flores favoritas.
—Entonces, le atiné.
—Tú lo has dicho.
Se acerca nuevamente a mí y me besa. Nuestra unión comienza a prolongarse por un momento, pero nos vemos en la obligación de apartarnos cuando mi teléfono empieza a sonar.
Me asusto, ya que no es normal que se comuniquen conmigo tan temprano, y menos un día lunes. Saco mi celular de la cartera y veo que ha caído un mensaje en él.
«Hoy no te salvas. Te espero a la hora del almuerzo en la cafetería de la empresa..
Había olvidado por completo lo de la fiesta. Como estuve todo el fin de semana con Christopher, no tuve cabeza para nada más. Ahora debo enfrentarme a la detective Sophie Smith que hará hasta lo imposible por saber el porqué de la cercanía entre mi jefe y yo.
Decido responderle de inmediato.
«No lo olvidé. Te contaré todo a la hora del almuerzo. Lo prometo..
Esta vez no lo guardo, dejándolo sobre mi escritorio, junto a las flores.
Christopher se despide de mí con un beso en la mejilla.
—Hasta más tarde, amor.
—Hasta más tarde.
Y finalmente, se dirige a su oficina.
****.
—¡¿Que tú y el jefe qué.. —pregunta una sorprendida Sophie.
—Lo que oíste, amiga.
—Lo siento, es que estoy asombrada. Jamás te vi en algo con él. Además, que nunca mencionaste nada al respecto.
—Todo ha sido repentino, Soph. Comenzó por algo que él necesitaba, lo ayudé y bueno, ahora estamos juntos.
Mi amiga me mira como si tratara de buscar alguna respuesta oculta en mis palabras. Claro está que el real motivo de cómo comenzó todo entre Christopher y yo no se lo diría. Como ya mencioné, a veces Sophie puede ser muy chismosa, y está demás decir que no quiero ser el nuevo objetivo de los cotilleos en la empresa. Suelo ser reservada y pretendo mantenerme tal cual, no importando la situación que me rodea.
—Al menos, ¿te hace feliz.
No me he planteado esa pregunta hasta el minuto, como todo ha sido un huracán de situaciones y emociones esta última semana, casi no he tenido momento para estar tranquila y pensar en todo lo que ha pasado.
Rápidamente, puedo decir, sin tener que analizar mucho la respuesta, que he sido más feliz de lo que he sido desde hace mucho tiempo. Es casi comparado a los tiempos en que Scott y yo vivimos nuestra historia. Pero hasta ahora, aunque corta, ha sido intensa y me ha robado muchos instantes de alegría.
—Más de lo que crees.
—Entonces, amiga, no hay nada más que decir. Si tú eres feliz, yo también lo soy. Desde Scott que no te veía así de contenta.
—Gracias. —Nos damos un abrazo, con el cual puedo afirmar que siento todo el apoyo que mi amiga me da.
Una vez que terminamos de comer, nos levantamos de nuestros asientos y llevamos las bandejas con comida al recolector. Salimos de la cafetería de la empresa y nos despedimos frente al ascensor. Sophie debe subir al piso trece y yo al quince. Mi amiga entra al ascensor, pero yo me veo obligada a quedarme ahí, cuando siento que me llaman a mi espalda.
—Hola, Ashlee, ¿cómo estás.
—Muy bien, Mason, ¿y tú.
—Bien, también. Aprovechando que te vi con Sophie, quería preguntarte qué te pareció la fiesta que di en mi casa el otro día. No me di cuenta en qué momento te fuiste, por lo que me gustaría saber si te lo habías pasado bien.
—Sí, claro. Me fui sin despedirme de nadie porque... tuve un inconveniente que tenía que solucionar, pero ya todo está en orden.
Tal y como lo hice con Sophie, no le digo a Mason los reales motivos del porqué me fui de la fiesta. No miento cuando le comento que lo he pasado bien, pero no pienso darle una respuesta detallada de mi decisión de marcharme con Chris. Además de que ese día de la fiesta Chris y yo todavía no teníamos nada formal. Eso ocurrió solo unas horas después.
—Me preguntaba si… quieres salir conmigo un día, digo... como amigos, claro. No sé... ir a tomar algo o ir a comer.
No me espero esto. Ahora recuerdo que Sophie mencionó algo sobre que yo le gustaba o atraía a Mason, pero la verdad él nunca hizo nada al respecto. Me pregunto por qué lo hace justo ahora cuando estoy comenzando con Christopher. Quizás, si lo hubiese hecho antes habría aceptado sin problemas. Claramente, ahora se me hace un poco incómodo.
—Sí, claro, pero yo te aviso. He estado con mucho trabajo últimamente y también tengo mucho que hacer en casa.
—Está bien. Gracias por aceptar y no te preocupes, cuando puedas solo avísame.
—Gracias a ti, Mason. Ya tengo que regresar —comento nerviosa—, sabes cómo se pone el jefe con el tema del trabajo.
—Sí, por supuesto. Ve tranquila.
Después de este pequeño e incómodo momento, nos despedimos y Mason entra a la cafetería. Una vez sola, aprieto el botón de llamada del ascensor. Al par de minutos de espera, finalmente suena y se abren sus puertas, y mi sorpresa es mayúscula cuando veo a Christopher conversando con uno de los socios de la empresa. Pero de igual manera entro junto a ellos al elevador.
—Señor Adams, Señor Donovan —digo en forma de saludo. Como nadie sabe de lo nuestro, está más que claro que debemos actuar como tal. jefe y empleada.
—Señorita Thompson —expresa Christopher en respuesta y saludando con un asentimiento de cabeza.
—Un gusto verla, señorita —admite su socio.
—¿Va a nuestro piso, señorita. —formula Chris tratando de aguantar la risa.
—Así es, señor. Ya acabó mi hora de almuerzo.
—Entonces, vamos.
Justo cuando termino de hablar se cierran las puertas para que el elevador comience a ascender hasta el piso quince.