Capítulo 18

 

 

Salimos de la oficina y nos dirigimos al estacionamiento para subirnos a su auto. Me encanta pasar tiempo con Christopher fuera de la oficina. Algunos dirán que es agotador, ya que nos toca vernos en el trabajo todo el día, pero ahí nos enfocamos en trabajar, y cuando ya terminamos, nos dedicamos a ser novios como corresponde.

—¿Y qué cocinarás para mí. —inquiero mientras vamos camino a su departamento.

—Es una sorpresa y… De los pocos platos que sé cocinar, estoy seguro que este te encantará.

—¡Sorpréndeme.

—Eso haré. —Se gira para guiñarme el ojo y luego vuelve su atención hacia el frente.

Seguimos conversando de variados temas hasta que me decido a encender la radio del auto para escuchar un poco de música. No encuentro nada que me guste, así que solo termino apagándola. Por un momento, apoyo mi cabeza en la ventana del vehículo y me relajo. De pronto, percibo una mano que me acaricia el cuello de forma suave, pero continua, provocándome una sensación de absoluta relajación.

—Gracias, se siente maravilloso.

—De nada, preciosa. Todo lo mejor para ti.

—¿Por qué eres tan dulce conmigo.

—¿Será que tengo mucho para darte. —me responde con otra pregunta.

—Espero que sí.

—¡Por supuesto que sí. Acaso, ¿dudas de mí.

—¡No, no. Claro que no.

—Eso espero.

No decimos más hasta que afirma convencido.

—Te quiero.

Me separo de la ventana para mirarlo.

—Y yo a ti.

Posteriormente, toma mi mano y la besa con suavidad.

—¡Y llegamos.

Mi chico apaga el motor y sale del auto para rodearlo y ayudarme a bajar. Una vez fuera, caminamos al ascensor, el que nos lleva directamente a su piso.

Apenas se cierran las puertas, Chris me abraza dulcemente, como si no quisiera que este momento acabara.

—Siento que hoy será una gran noche.

—Creo lo mismo —respondo feliz.

 

****.

 

—¡Esto está realmente delicioso. —exclamo entusiasmada.

—Te dije que te gustaría —asegura mi novio de modo orgulloso.

—Es que, definitivamente, eres un muy buen chef.

—No creo que lo sea, pero me halaga el que lo pienses.

—Estoy para ayudarte y, por supuesto, para alabarte —le guiño el ojo—, es una gran cena.

—Prometo darte muchas más.

—Te cobraré la palabra.

—Feliz estaré de pagarte —comenta, lanzándome un beso.

Estamos ya terminando de cenar y ambos tomamos nuestras copas de vino.

—Por nosotros —brinda Christopher, mirándome a los ojos.

—Por nosotros —le respondo contentísima.

Después del brindis, Chris se levanta para rodear la mesa y ayudarme a levantar de mi silla. Me mira como si analizara cada parte de mi rostro, como si tratara de averiguar qué dice mi semblante. Por mi parte, hago lo mismo, ya que el cariño y amor que siento por él es tan grande que, a veces, me asusta sentirlo, ya que sé, perfectamente, que todo ha sido rápido y repentino. Pero cuando estoy con él es como si todo en mí encajara.

—Te amo —escucho que dice, interrumpiendo mis pensamientos.

Es la primera vez que lo manifiesta. No creo que él pueda sentir lo mismo que yo tan rápido, pero de todas maneras me alegra escucharlo.

—Yo también te amo —le contesto.

—No imaginas lo feliz que me haces cuando lo expresas.

—Y yo soy feliz si eres tú el que está a mi lado.

—Mientras tú lo permitas, así será.

Dicho esto, me ataca, pero no es un ataque cualquiera, sino que me está asaltando con su boca, la cual me besa y me besa sin que yo alcance a definir si lo hace con amor o con posesión. Lo que sí noto, mientras le respondo aquel beso, es que está dándome, al parecer, su máxima declaración de amor.

Varios minutos pasan y advierto que se mueve por alguna parte de su departamento, no sé a dónde me lleva, ya que me besa sin parar. Además, ninguno desea que se separen nuestras bocas.

Entramos a una habitación y, al cabo de unos segundos, me deja caer sobre algo blando. Asumo que estamos en su dormitorio. Deja de besar mi boca para seguir haciéndolo por mi mandíbula, mis mejillas, oídos y cuello. Suaves caricias que comienzan a surtir efecto en mí, porque siento un cosquilleo en la zona baja de mi vientre.

No hay que ser adivina para entender qué es lo que viene a continuación. Por lo cual, no me opongo, porque yo también anhelo que suceda.

De a poco, siento que mi novio me ayuda a sacarme la chaqueta del traje que traigo puesta. Él también lo hace con la suya, dejando la ropa tirada en alguna parte de la habitación; la verdad, no me fijo dónde y tampoco me importa. Comienza a desabotonar mi blusa y cuando termina, besa y lame suavemente la zona de mi escote. Gimo en respuesta a su tacto, porque se siente maravilloso, advirtiendo que él sonríe como respuesta.

De pronto, el sonido un teléfono que se oye desde la sala nos interrumpe, por lo que nos vemos obligados a separarnos. Ambos soltamos un suspiro.

—Parece que es mi móvil el que suena. Debo contestar.

Corro a la sala para atender la llamada, mientras Chris viene tras mis pasos. Justo antes de hacerlo, ésta se corta, por lo que recurro a la lista de llamadas perdidas. Es mi madre.

A pesar de ser cercanas, muchas veces no podíamos llamarnos, ella por su deber de cuidar a mi hermana y yo por el trabajo. Así que no dudo y le marco.

—Hija, que bueno que me llamaste enseguida. —Su voz suena afligida.

—Mamá, ¿qué sucede. ¿Le pasó algo a Mel. —pregunto preocupada. Christopher lo nota y me abraza.

—Sí... se puso mal... está en el hospital.

—¡No. ¿Qué pasó. ¿Está bien.

—No lo sé. No me han dicho nada aún. Creo que pudo haber tenido una recaída.

—Tranquila, ¿sí. Iré para allá de inmediato.

—Te necesitamos. A ella le hará bien verte.

—Vamos enseguida. —Miro a Chris, quien asiente.

—¿Vamos. ¿Por qué hablas en plural.

—No te había dicho antes, pero tengo novio, mamá.

—Me alegro por ti, hija. Pero, por favor, vengan rápido. No creo poder estar tranquila con tu hermana aquí y en ese estado.

—Descuida. Nos vemos pronto. Te quiero.

—También yo, hija. Los espero.

Al colgar, una lágrima escapa de mi ojo, resbalando por mi mejilla. Christopher la besa. No quiero llorar, pero mi hermana está en el hospital y yo no estuve cerca en ese instante para apoyarla. Sin dudarlo, iré para estar con ella ahora mismo.

Mi novio me abraza y con eso logra que sienta un poco de calma ante la inesperada noticia.

—No te preocupes. Déjame hacer unas llamadas y nos iremos enseguida.

—Gracias. No sé qué haría sin ti.

—No tienes que dármelas, amor, estoy para lo que necesites. Ya regreso.

Se aleja unos metros de mí cuando lo veo llamar por teléfono. Solo atino a dejarme caer en el sofá.

Espero que nada le pase a mi hermana. Es por ella que estoy aquí. No quise irme de casa y dejarlas sola, pero no tuve más opción. Creí que podría trabajar en una empresa, como la de Christopher, para ayudar a solventar los gastos de casa.

Siguen cayendo lágrimas por mis mejillas. Estoy demasiado afectada como para que eso me importe. No me doy cuenta cuando ya tengo a Christopher a mi lado, de regreso, tratando de calmarme y susurrarme que todo va a estar bien.

—Será mejor que nos vayamos.

—Pero, ¿y la empresa.

—Tú tranquila, no te preocupes por eso. Michael se hará cargo en nuestra ausencia hasta que volvamos.

—De acuerdo.

No puedo más de la angustia.

—Vamos a arreglarnos. Mi avión privado nos espera en el aeropuerto.

—Está bien.

Nos levantamos mientras me dirijo al baño, al tiempo que Chris va a su habitación. Una vez que cierro la puerta, me acerco al lavabo y miro mi reflejo en el espejo. Tengo mi cabello suelto y algo enredado. Mi maquillaje corrido por mi llanto, y para qué hablar de mi labial. Tomo una toallita húmeda, de las que están a mi lado, y la paso por mi cara, limpiándome. Quedo sin ningún rastro de maquillaje. No me importa que Chris me vea así. No estoy de ánimos para arreglarme. Por lo tanto, me peino el pelo y me lo amarro con una coleta.

Me admiro nuevamente en el espejo y ahora ya estoy más decente. Abrocho mi blusa y la acomodo, ya que quedó algo arrugada, por lo que tendré que cambiarme de ropa en algún momento.

—¿Todo bien, cariño. —pregunta Chris desde el otro lado de la puerta.

—Sí, amor, ya estoy lista. Salgo en un instante.

Me contemplo otra vez en el espejo, dando un leve suspiro, deseando que todo esté bien con mi hermana. Me alejo del lavabo y abro finalmente la puerta para salir. Christopher me mira preocupado.

—¿Te encuentras bien. —formula, abrazándome.

—Estoy ansiosa por saber quá pasa, y muy preocupada por mi madre. No quiero dejarla sola ahora.

—Tranquila, ¿sí. Estaré siempre contigo.

—Gracias. —Se acerca a mí y me besa de una manera muy suave y dulce, como si no tocara mis labios.

—Debemos irnos.

Nos separamos y cada uno toma sus cosas. Caminamos a la salida, mientras él se ocupa de cerrar su departamento. Luego de ello, avanzamos al ascensor. Mi novio no me suelta en ningún momento y lo agradezco, ya que si no lo hace, siento que desfalleceré.

—Tranquila. Todo va a estar bien. Lo prometo.

Lo único que puedo hacer es entregarle una sonrisa que más parece una mueca. Realmente, estoy preocupada. Por venir a trabajar a Adams Inc., dejé mi casa para tratar de darles tanto a mi madre como a mi hermana un futuro mejor. Hasta este momento lo estoy logrando, ya que casi la mitad de mi salario se los envío mensualmente, y con esa cantidad sé muy bien que pueden estar tranquilas viviendo. No creo que mi adorada Melissa pueda tener alguna recaída. Dios, la angustia me carcome.

Estoy tan metida en mi pequeña burbuja de preocupación, que no me doy cuenta cuando estoy siendo dirigida por Chris hasta su auto, solo logro reaccionar cuando siento que me coloca el cinturón de seguridad. Luego de ello, sube al coche, conduciendo rumbo al aeropuerto.

—Necesito llamar a mi madre. Quiero saber que ha pasado. —Busco mi celular por alguna parte de mi bolso hasta que lo encuentro para efectuar la llamada.

—Hija, ¿ya vienen en camino. —contesta rápidamente.

—Sí, mamá. Estamos por despegar.

—Qué bueno. Ya no doy más de la angustia.

—¿Te han dicho algo los médicos.

—Sí, que Mel está delicada. De acuerdo a unos análisis que le han hecho, la quimioterapia, al parecer, no está haciendo efecto.

—¡¿Qué.. ¡No puede ser.

—Llega rápido, hija. Te necesito.

—Trata de estar en calma, por favor. Ya estoy en camino.

Nos despedimos apresuradamente, cuando siento como el avión comienza a encender sus motores.

Pobre de mi hermanita, solo es una niña como para tener que pasar por todo esto. Siempre me ha demostrado que es una chica fuerte. Por lo tanto, sé que saldrá de ésta. Tengo esperanza de que así será.

Chris me mira y está algo complicado. Creo que nunca ha tenido que pasar por algo así. Intenta confortarme, mantenerme tranquila, y eso se lo agradezco muchísimo, ya que necesito que me dé fuerzas para no derrumbarme, porque sé que en cualquier segundo me pondré a llorar sin que logre parar de hacerlo.

Me recuesto en el pequeño sillón del avión y miro por la ventanilla, deseando que todo esto no sea más que una horrenda pesadilla.

 

 

Christophe.

 

Me siento algo inútil. Debería estar consolando a mi novia, pero como nunca he pasado por algo como esto, mi mente se bloquea.

La angustia de Ashlee por su hermana y su mamá se ha convertido en la mía hacia ella.

—Jessica —llamo a la asistente de vuelo.

—¿Dígame, señor.

—Necesito que traigas un té para mi novia, por favor.

—Sí, señor Adams. Enseguida se lo llevo. —Veo que se aleja y va a la pequeña cafetería del avión.

—Cariño, le he pedido a Jessica que te traiga un té, ¿está bien.

—Sí, gracias.

—Ven conmigo. —Me levanto y tiendo mi mano hacia ella. Algo dudosa reacciona, dejando que la guíe a la parte de atrás, donde se halla un sofá de cuero de color marrón. Me siento en el medio y hago que Ashlee se siente en mis piernas. La rodeo con mis brazos y la acerco a mí, besándole la cabeza para tenerla en calma. Ella solo se deja querer, y al cabo de un par de minutos, llega Jessica con el té.

—Ash, toma el té, por favor. Te hará bien.

Se separa de mí mientras Jessica se lo acerca.

—Gracias —dice cabizbaja, tomando el primer sorbo.

—De nada, señorita. Por favor, si necesitan algo más solo avísenme.

—Por supuesto, Jessica. Gracias, puedes retirarte —le respondo.

La azafata se aleja y vuelvo a quedar solo con Ash. Me parte el corazón verla así. Nunca la he visto tan triste. Después de un instante, le pregunto.

—¿Te sientes bien.

—Sí. El té me ayuda a calmar un poco mis nervios. Solo me surgió una duda mientras lo hacía.

—Tú dime.

—No hicimos equipaje. ¿Cómo nos cambiaremos de ropa.

—No te preocupes por eso. Cuando ya estemos con tu madre me encargaré de eso.

.Okay. Solo espero que podamos llegar rápido.

Deja la taza vacía en la pequeña mesita que se encuentra al lado del sofá, vuelve a mi lado y me abraza brevemente. Se acomoda entre mis brazos, acercando mi rostro al suyo. Sé de sobra que quiere besarme, yo también deseo hacerlo, pero no voy a propasarme ni nada, solo quiero que se sienta segura a mi lado.

Me mira y le sonrío brevemente, para luego con delicadeza tomar su rostro y acercarlo más a mí. Nuestras respiraciones se mezclan y nuestros labios se unen. Aunque el roce es leve, ninguno pone intensidad en el beso, ella porque sabe que quiere sentirse segura a mi lado y yo porque ansío protegerla lo que el tiempo a su lado me lo permita.

Ni siquiera ocupamos nuestras lenguas, solo nuestros labios se unen de una manera dulce y tranquila. A pesar de las circunstancias que nos llevaron a este beso, estoy feliz de tenerla así de cerca. Pero, de pronto, nos vemos interrumpidos por Jessica.

—Disculpe, señor. El piloto me informa que ya estamos por aterrizar. Necesita que vuelvan a sentarse en los sillones para que se coloquen los cinturones, por favor.

—Sí, Jessica. Muchas gracias.

Ashlee se levanta y yo hago lo mismo para llevarla de regreso y esperar el aterrizaje.

 

****.

 

—Buenas noches, señorita. Necesito saber dónde está la paciente Melissa Thompson —le digo a la recepcionista del hospital.

—Buenas noches. Un momento, por favor —teclea en la computadora y luego vuelve su vista a nosotros—. La paciente Melissa Thompson se encuentra en la zona de Terapia Intensiva en la habitación 503. Quinto piso.

—Muchas gracias. ¿Por dónde podemos ir.

—Deben tomar el ascensor hasta el quinto piso y luego doblar a mano izquierda y llegarán.

—Perfecto. Gracias de nuevo —desvío mi mirada hacia Ashlee—. Vamos, cariño.

La llevo conmigo hacia el ascensor. Aprieto el botón y entramos.

—Sé que ya te lo he dicho, pero te pido tranquilidad, por favor. Creo que a tu madre le hará mejor si te ve bien y en calma.

—Lo sé. Tienes razón. Lo que sucede es que estoy muy preocupada. Todo el esfuerzo que hicimos, al parecer, no ha servido de nada.

Nos vemos interrumpidos cuando suena el ascensor indicando que ya hemos llegado. Sigo manteniendo abrazada a Ashlee cuando entramos a la zona de Terapia Intensiva. Al abrir la puerta llegamos a la sala de espera, por lo que asumo que la puerta del fondo lleva a las habitaciones. Solo hay en ese lugar un par de personas, y en una esquina, llorando, está una señora rubia.

Ashlee la reconoce de inmediato.

—¡Mamá. —La señora alza la cabeza y mira en nuestra dirección.

—Hija mía, qué bueno que llegaron.

Se acercan y se funden en un abrazo. Por lo que advierto, llevan algún tiempo sin verse. Se separan luego de un momento cuando noto que la mamá de Ashlee se limpia las lágrimas del rostro y mira dulcemente a su hija.

—Gracias al cielo estás aquí.

Su hija le sonríe.

—A mí también me alegra verte, mamá. Tengo que presentarte a alguien.

Se gira hacia mí y me indica que me acerque. Me he mantenido al margen mientras se saludaban, pero ahora voy acercándome hasta que Ashlee, delicadamente, toma mi mano.

—Mamá, quiero presentarte a mi novio. Su nombre es Christopher Adams.

—Un gusto, señora —digo, abrazándola brevemente.

—Un placer, Christopher. Lamento que el momento no sea el mejor para conocernos. Pero, por favor, dime Ellen.

—De acuerdo, Ellen, como gustes. A decir verdad, concuerdo contigo. —Le sonrío tratando de que no esté triste porque su hija está aquí internada.

—¿Qué ha dicho el médico, mamá.

—Lo poco que me ha podido explicar, porque le siguen haciendo exámenes. La leucemia ha avanzado rápidamente. Las quimioterapias no le han hecho efecto alguno.

—¡Por Dios. No lo puedo creer.

—Estoy demasiado nerviosa, Ashlee. Todavía no he podido verla.

—Calma, mamá. Mel es fuerte, sé que podrá salir de ésta.

—Dios te escuche, hija.

Se abrazan otra vez, estrechándose cálidamente. Estoy seguro que ambas lo necesitan. Se sienten pasos por el pasillo y luego se abren las puertas del fondo.

—¿Familiares de Melissa Thompson.