Capítulo 13

 

 

Mi corazón dice sí a gritos, pero mi cabeza tiene miedo.

Justo cuando voy a responder suena mi teléfono. Busco mi cartera y lo reviso. Un mensaje de Sophie.

«Esto merece una explicación y de la buena. La espero el lunes en la oficina. Almorzamos juntas SÍ O SÍ..

No tengo idea si está así de broma o no, pero no es necesario que le responda para saber qué debo hacerlo de todas formas. Por lo que dejo mi celular nuevamente en la cartera y me giro para mirar a Christopher.

Suspiro brevemente y tomo valor para lo que haré.

Me acerco a él hasta quedar pegados y le rodeo otra vez el cuello con los brazos y él, a su vez, me abraza por la cintura. Acerco mi rostro al suyo, y cuando nuestras respiraciones se mezclan, unimos finalmente nuestros labios, sellándolos en un beso suave y apasionado, con entrega real de sentimientos, como no lo hemos hecho antes. Varios minutos pasamos así hasta que Christopher rompe nuestra cercanía, mirándome, buscando una respuesta.

—Sí. Quiero ser tu novia.

—Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo —me sonríe y eso hace que yo también lo haga—. Te quiero, Ash.

—Y yo a ti, Chris.

Nos volvemos a acercar para abrazarnos. Aún con esta cercanía este hombre es capaz de ponerme nerviosa.

—Me has dado el mejor regalo de cumpleaños que podía haber deseado.

—¡¿Qué.. —exclamo sorprendida, admirándolo de frente, rompiendo nuestro abrazo.

—Eso que escuchaste. Hoy es mi cumpleaños y deseaba que aceptaras.

Miro el calendario que está en la pared, a un lado de la cocina, y me doy cuenta que tiene razón. Hoy es sábado 19 de febrero. ¡Cómo pude olvidarlo.

—¡Soy tan idiota. Lo olvidé por completo.

—No te preocupes, todo ha cambiado tan rápido que de seguro lo pasaste por alto.

—Nooo... ¡Qué clase de novia soy si olvido tu cumpleaños. —digo con un puchero.

—Jajaja... tranquila, cariño. Te perdono porque aceptaste serlo —contesta, besándome la nariz.

—Aun así es mi deber regalarte algo.

—No quiero nada si no eres tú.

—Te quiero, Chris.

—Y yo a ti, Ash. ¿Quieres algo de beber o comer. Digo, así no sientes mareos ni tienes ganas de devolver lo que has bebido.

—Solo quiero agua. Tengo mucha sed y solo quiero dormir. Larga noche.

—Entiendo. Vamos a la cocina.

Me suelta y me lleva de la mano a la cocina. En definitiva, este hombre hará que caiga rendida a sus pies. Adoro que se preocupe por mí. Es muy diferente a como era Scott conmigo.

Al llegar a la cocina, voy a la alacena superior y saco un vaso. Lo llevo al lavaplatos, abro la llave para llenarlo de agua y me la bebo de un solo sorbo.

—¡Vaya. Sí que mi chica estaba sedienta —dice Christopher, burlándose de mí.

—Burlándote no me ayudas en nada.

—Lo sé, pero es divertido verte así. Jamás lo pensé cuando te conocí.

—¿Te divierte mi borrachera. —pregunto alzando una ceja.

—Toda tú me divierte.

—Tonto.

—Un tonto que te adora.

Otra confesión de Christopher en solo unas horas. Antes me ha dicho que me quiere, pero ahora es diferente, dijo que me adora. ¿Será así. No lo sé. Pero nuevamente me quedo sin palabras.

—Ven, te llevo a la cama. Es tarde y debes descansar —añade, rompiendo el silencio que se ha formado entre nosotros.

Dejo el vaso en el fregadero. Posteriormente, me toma de la mano, mientras me pide que lo guíe a mi habitación. Caminamos por el pasillo hasta la primera puerta a la derecha. La abro y entramos. Christopher la cierra a mi espalda.

Me detengo ante la cama y me doy cuenta que debemos dormir en la misma. Me cohíbe hacerlo, ya que solo hace un rato acepté ser su novia.

—¿Cómo nos acomodaremos para dormir.

—Tú en un lado de la cama y yo en el otro. Creo que la respuesta es obvia.

Sonrío nerviosa.

—Te ayudaré a sacarte el vestido, y no te preocupes, que no me aprovecharé de ti… en esta ocasión —dice con una sonrisa ladina.

—Gracias —agradezco sus palabras, dándome vuelta para que me ayude con la cremallera del vestido.

Siento que sus manos tocan mis hombros, y sin pensarlo, mi cuerpo tiembla en respuesta, tensándose ante su toque. De a poco, comienza a bajar el cierre. Su caricia es tan suave y sutil que es inevitable para mí cerrar los ojos y disfrutar de aquel tacto. Cuando ya abre por completo el vestido, termina posicionándose frente a mí y sosteniéndome para que pueda quitarme los tacones, que ya tenían a mis pies totalmente adoloridos. Al sacármelos, los dejo a un costado de mi cama, cuando siento que sus manos vuelven a tocarme para sacarme el vestido. Quedo ante Christopher solo en ropa interior –sostén sin breteles y bragas de encaje negro–, y unas panties.

—Deb… debo ir al armario a buscar un pijama —expreso nerviosa.

—¿Dónde está el baño. Yo también debo cambiarme, más bien, sacarme la ropa. No quiero incomodarte.

—La puerta de enfrente.

—Gracias. —Se aleja, yéndose a la puerta para cruzar al baño. A su vez, entro a mi armario, me saco las panties, junto al sostén y busco una polera suelta para ponerme. Tomo la primera que encuentro; es una rosa pastel con una rosa roja dibujaba en el centro.

Al terminar de cerrar la puerta de mi walking-closet, veo a Christopher sentado a los pies de la cama, luciendo solo su bóxer de color gris. Su ropa la ha dejado sobre una banca, a un costado de la puerta. Se levanta y queda frente a mí.

Ambos nos miramos fijamente. Ninguno dice nada, es como si estuviéramos admirando el cuerpo del otro. La verdad, el mío es regular o, más bien dicho, normal. No soy muy gorda, pero tampoco tengo cuerpo de modelo. Al contrario de él que se nota que lo trabaja y cuida yendo al gimnasio. Tiene una anatomía bien cuidada, pero sin músculos muy marcados, tal y como a mí me gusta.

Me acerco y le doy un corto beso sobre sus labios.

—Feliz cumpleaños.

—Gracias, cariño. —Me envuelve con sus brazos en mi cintura, acercándome todavía más a él. Disfruto de su toque, porque cada vez que lo hace una sensación de alivio llega hasta mí.

Varios minutos pasan hasta que, sin darme cuenta, un bostezo sale de mi boca y eso hace que Christopher se separe de mí y me abra un costado de la cama, que casualmente es el que siempre uso. Me invita a que me acueste y posteriormente me cubre. Luego, se aleja para bordear la cama y acostarse por el otro lado. Una vez adentro, me toma la cintura con su brazo izquierdo y con eso me impulsa para colocarme más cerca de él y quedar con mi espalda tocando su pecho.

—Buenas noches, cariño.

—Buenas noches, amor.

Me besa la cabeza y al cabo de unos minutos caigo finalmente rendida.

 

****.

 

Despierto con una terrible resaca, como las que no había sentido hace mucho, además de un olor a café y tostadas que me llegan de cerca. Abro mis ojos con pesadez y de a poco me voy acostumbrando a la luz del día que entra por la ventana de la habitación. Cuando ya veo mejor, admiro a un Christopher vistiendo  bóxer y camisa, muy sonriente con una bandeja a un lado, sentado sobre la cama.

—¿Cuánto tiempo llevas viéndome así.

—Lo suficiente para verte dormir y despertar —dice con simpleza.

—¿El desayuno es para mí.

—Sí, pero uno de los jugos es mío.

—Gracias. —Me siento, apoyándome en el respaldo de mi cama, cuando aprovecha para acercarme la bandeja y colocarla con cuidado sobre mis piernas.

—Buenos días, dormilona. —Me da un breve beso en los labios.

—Buenos días, madrugador —respondo.

—¿Cómo te sientes.

—Me duele la cabeza y tengo hambre.

—Bueno, mientras comienzas a comer, solo dime donde tienes aspirinas y te las traigo.

Agarro el vaso de jugo para esperar la aspirina que, según le indico, tengo en el cajón de la mesita de noche. Saca una y me la entrega.

—Gracias.

—De nada, princesa.

—¿Qué hora es.

—Son las once de la mañana —manifiesta una vez que mira mi reloj de la mesita.

—¡Es tardísimo. —exclamo sorprendida.

—Sí, lo es, pero al menos no debes ir a trabajar —aclara, sonriendo.

—Eso es lo que más me agrada —confieso.

—A mí, lo que más me agrada eres tú.

Nuevamente, me ruborizo. Este hombre tiene ese efecto que ya se hace permanente en mí. Ahora que lo pienso, todavía recuerdo lo que sucedió anoche y me pregunto ¿cómo será nuestra relación. ¿Podríamos ser felices. ¿Pelearíamos. ¿Sería incómodo siendo jefe y empleada. ¿Se sentiría como yo me sentía.

—¿Christopher.

—Dime, Ash.

—¿Cómo será todo entre nosotros ahora. Digo, todo ha sido tan rápido y además soy tu secretaria y tú mi jefe, y... —me interrumpe.

—Cariño, sé que todo ha sido rápido, pero no me arrepiento de nada. Eso de que somos jefe y empleada podremos solucionarlo de alguna manera para que no se nos haga incómodo.

—¿Quieres despedirme. —pregunto alarmada.

—¡No, amor, claro que no. —contesta tranquilo—. Quise decir que ya veremos cómo se van dando las cosas para que no sea incómodo para ti, si así te sientes.

—Ya veremos qué pasa más adelante —digo resignada.

Seguimos compartiendo y degustando el desayuno en mi cama, y entre risas y besos pasamos un rato muy agradable.

Dejamos la bandeja en el suelo y volvemos a abrazarnos. Se siente tan bien estar así con él, que es inevitable no encerrarnos en nuestra propia burbuja.

—¿No te parece que todo esto está pasando muy rápido. —inquiero después de levantarme y mirarlo a los ojos.

—La verdad sí, pero no me asusta.

—¿Porque no.

—Mis padres me lo han demostrado. Quiero decir, el de ellos fue un amor fulminante, prácticamente amor a primera vista. Y como ya te he contado, llevan más de treinta y cinco años de matrimonio.

—Es mucho tiempo. Me alegro por ellos.

—También yo. Algún día quisiera tener un amor como el de ellos —menciono cuando me besa la cabeza.

—Todavía me es extraño estar así contigo. Jamás pensé que me mirarías o me tomarías en cuenta.

—Ni yo que tú pensaras lo mismo.

—Está claro que la vida nos sorprende.

Vuelvo a abrazarlo y esta vez pregunto con la cabeza apoyada en su pecho.

—¿Qué te gustaría de regalo de cumpleaños.

—Cariño, ya te dije que mi mejor regalo eres tú.

—Sí, ya lo dijiste, pero aun así quiero regalarte algo.

—Entonces, regálame lo que tú quieras.

—Pero no sé qué te gusta —digo, haciendo un puchero con mis labios, a la vez que lo miro otra vez.

—Aunque amo tu puchero, no me pondré a discutir contigo por un regalo para mí.

—Pero... —me interrumpe de nuevo.

—Pero nada, Ashlee. Aprovechemos de estar así hoy. Estoy feliz a tu lado.

Me alegra oír eso. Siento como si mi corazón saltara de alegría.

—También estoy feliz de estar contigo.

—Entonces, regálame un beso.

—Como usted ordene. —Atrevida me acerco a él, dándole un beso en su mejilla. Me río ante su ceño fruncido.

—No era ahí donde lo pedía.

—No especificaste dónde.

—¿Así que jugando conmigo. —formula, alzando una ceja—. ¡Ya verás.

Se levanta y se acomoda sobre la cama para hacerme cosquillas. Es tanta la risa que Christopher me provoca, que entre carcajadas le pido que se detenga, pero no me hace caso. En un intento de liberarme, y para mi mala suerte, caigo de la cama y justo sobre la bandeja del desayuno. Para rematar aquello, termino mojándome el trasero con el resto de jugo de uno de los vasos.

—¡Chris. ¡Ayúdame, en vez de reírte.

—Jajajaja. Lo siento, preciosa. No creí que fueras tan cosquillosa.

Se levanta de la cama y la rodea para levantarme del suelo.

—¡Genial. Ahora estoy toda mojada. Será mejor que vaya a tomar una ducha.

—¿Qué tal si me invitas.

—Ni lo sueñes —expongo muy seria.

—Está bien, como tú digas —alza sus brazos en señal de derrota—. Al menos, tenía que intentarlo.

Me dirijo al armario y elijo la ropa que me pondré. Como hoy no tendremos trabajo, solo opto por una blusa blanca y unos jeans azules. Tomo la ropa interior, un conjunto de encaje blanco y me encamino hacia el baño. Christopher, mientras tanto, está arreglando mi cama y levantando la bandeja, por lo que asumo la llevará a la cocina.

Entro al baño y comienzo a ducharme.

Una vez que estoy lista y maquillada, voy a la sala y veo a Christopher ya vestido y sentado en el sofá, mirando la televisión. Cuando me siente llegar, se levanta y me ve. Se acerca a mí y me da un corto beso en los labios.

—¿Listo para comenzar a celebrar tu cumpleaños, grandulón.