Finalizado el almuerzo, ya me siento bastante mejor en comparación a cómo estaba emocionalmente hace solo unas horas. Christopher, sin duda, se esmera en hacerme sentir mejor.
—Con tu permiso, debo ir al baño —digo poniéndome de pie.
—Adelante, Ash, yo mientras pediré la cuenta.
—Está bien, ya regreso.
Me alejo de la mesa y camino al baño de damas. Al abrir la puerta choco con una joven, es muy linda, pelirroja y con algunas pecas en su rostro. No es alta, pero tampoco tan baja. Lleva un vestido ceñido al cuerpo de color turquesa que hace que se vea hermosa. Es para envidiarla.
—Discúlpame, por favor, no te vi —dice a modo de disculpa. Su acento me da a entender que no es americana, sino, al parecer, francesa.
—No te preocupes, tampoco te vi.
—Nos vemos —manifiesto en forma de despedida cuando ella, por su parte, alza la mano y se va.
—Nos vemos —le respondo cordialmente.
Luego que la pelirroja sale, me acerco al lavabo y reviso mi maquillaje, algo que comienza a ser costumbre en cada una de mis citas con Chris. Al terminar, salgo nuevamente del baño y me dirijo a la mesa donde Christopher me espera.
—¿Lista. —pregunta, poniéndose de pie.
—Siempre lista —digo con mi ya característica sonrisa, acercándome a él.
—Entonces, vamos. —Me toma la mano y salimos del restaurante.
Vamos a su auto y regresamos a la empresa.
—Me alegra verte mejor de ánimo —expresa luego de unos minutos de comenzado el viaje.
—Fuiste de gran ayuda, debo reconocerlo —confieso a la vez que lo observo.
—Es un placer. —Me observa por un momento para luego volver a mirar hacia el frente. Otro leve sonrojo aparece en mis mejillas.
No dejo de contemplarlo. Él es un hombre que, en definitiva, cautiva a cualquier mujer. Asombra por su sencillez, a pesar de ser un hombre con más dinero que cualquiera que conozco, es un joven sencillo y humilde. Eso se nota que lo lleva en la sangre. Por las veces que hemos platicado, me comenta que sus padres le enseñaron a ser así, a no dejarse cegar por el dinero. Y se ve que lo demuestra muy bien.
El trayecto lo hacemos en silencio, pero a diferencia de otras ocasiones, este es uno totalmente cómodo. En otras situaciones sé que habría estado inquieta e incómoda por lo que pasó en la mañana, pero, en definitiva, Christopher, con su plática y su compañía sabe subirme el ánimo.
—¿Qué te parece si salimos a cenar mañana. —pregunta mientras me observa por un breve momento para no perder la vista del camino.
—Me encantaría, pero no puedo. Mañana en la noche saldré a una fiesta con Sophie, donde Mason.
—Ya veo. —Puedo notar cierta decepción en él.
—Pero podemos salir otro día —digo con la intención de animarlo.
—Eso me gusta más —sonríe ante mi respuesta—. Bueno, ya hemos llegado.
Entra con su auto al edificio de la compañía y estaciona en su lugar. Apaga el motor y se baja, rodeándolo y abriéndome la puerta. Me tiende la mano y yo la acepto para descender. Cierra la puerta y asegura el vehículo con la alarma correspondiente. Salimos y nos acercamos al ascensor, tomados de la man.
Subimos a nuestro piso de la misma manera y, la verdad, no se siente raro. De hecho, es una sensación extraña el poder tocar su piel y sentir su tacto sobre la mía, pero totalmente reconfortante. Sonrío ante mis pensamientos.
—Adoro cuando sonríes.
Me sonrojo como de costumbre.
—Gracias.
—¿Ashlee. —Advierto que quiere preguntarme, algo pero no estoy del todo segura.
—Dime —respondo y lo observo.
—¿Es verdad lo que me dijiste hace un rato.
—¿A qué te refieres.
—A eso de que te darías una oportunidad con el amor.
—Pues sí —reafirmo—. Estuve pensando en lo que me dijiste y tienes razón. Creo que ya es tiempo de hacerlo. —Asiente y sonríe.
No volvemos a decir nada cuando suena el timbre, indicando que hemos llegado a nuestro piso. Salimos del ascensor, y cuando estoy por dirigirme a mi escritorio, noto que una mano rodea mi muñeca para detener mi paso, haciéndome girar para que me quede mirando a esos ojos azules que me matan.
—Me gustaría ser tu oportunidad —dice rompiendo el silencio.
—Christopher, yo... —No me permite seguir hablando, ya que coloca un dedo sobre mis labios.
—No me respondas nada, déjame demostrártelo. No me agrada ver tristeza en tu rostro.
No sé qué hacer ni qué decir. Lo que Christopher me acaba de manifestar me toma por total sorpresa. Jamás pensé que me diría aquello, aunque en realidad he sido bien idiota como para no darme cuenta, con lo que hemos pasado los últimos días creo que es más que una clara señal.
Como me observa atento, solo puedo asentir y sonreír. Estoy confundida y a la vez algo asustada. Me abraza y puedo percibir como la calma me invade cuando tiene sus brazos a mí alrededor.
Christophe.
Decido hacer algo que espero no me lo tome a mal. Veo que se aleja de mí para ir hacia su escritorio, por lo que es el momento de actuar. Agarro su muñeca para detenerla y ella lo hace al sentir mi tacto. La giro hacia mí y la observo atento, como si no existiera nadie más que ella en este momento.
—Me gustaría ser tu oportunidad —digo cuando ya tengo el valor de expresarle lo que tanto quiero que sepa.
—Christopher, yo... —No le permito que continúe hablando, tengo claro que es lo que me dirá con solo mirarla. La interrumpo colocando mi dedo índice sobre esos labios que tanto deseo volver a besar.
—No me respondas nada, déjame demostrártelo. No me agrada ver tristeza en tu rostro.
Se nota que queda impresionada con lo que le he dicho. Está sorprendida ante mis dichos. La veo pensativa, como si estuviera analizando cada una de mis palabras. Puedo constatar que no sabe qué decir, como si no estuviera segura y pensara que le estoy jugando una broma. Realmente, espero que no piense eso, porque lo que hemos vivido estos últimos días para mí no ha sido ninguna mentira, ni mucho menos un juego. Ashlee desde que llegó a mi empresa, hace dos años, llamó mi atención, y ahora que sucede esto con Eric estoy aprovechando esta oportunidad con ella para acercarme, como no supe hacerlo antes por idiota.
No dice nada y solo me observa, como si siguiera analizando lo que le acabo de decir. Quiero manifestarle algo, pero ninguna palabra sale de mi boca. De pronto, asiento y me sonríe.
Está confundida y en sus ojos puedo notar ¿miedo. No deseo que lo sienta conmigo, así que me acerco aún más y la abrazo. Comienza a calmarse entre mis brazos, y eso a la vez me relaja a mí.
Tengo ganas de besarla y hacerle ver que no quiero jugar con ella, pero decido ir con total calma, ganarme su corazón realmente de a poco. Verla llorar después de lo que me contó por la mañana fue duro para mí. Siento que una parte de mí se derrumba con su dolor.
Al cabo de unos minutos, suelto su agarre cuando me mira directamente a los ojos. Cielos, esos hermosos ojos azules son tan cautivadores que me elevan a lo más alto del cielo. Puedo verla por horas y jamás me cansaré de hacerlo.
—Quiero ser feliz —confiesa, sorprendiéndome.
—Yo te ayudaré a serlo —le digo en respuesta.
No puedo aguantarme más. Dejo de abrazarla por la cintura y llevo mis manos a sus mejillas. Me acerco lentamente y la beso. Al más mínimo toque me acepta, abriendo su boca para permitir que la acaricie con mi lengua y para, también, comenzar una batalla con la suya. Se sujeta con ambas manos de mis antebrazos. Por mi parte, con este beso quiero demostrarle lo que comienzo a sentir por ella, porque es tan fuerte y tan repentino que no tengo palabra alguna para explicárselo. Sigo besándola suave, pero de manera apasionada. Noto que sus labios me besan con las mismas ganas y de la misma forma con la que yo la beso a ella.
Nos quedamos mirando con la frente apoyada en la del otro. Una sonrisa dibuja en su semblante, lo que hace que me sienta feliz, porque sé que ese pequeño momento de felicidad ha sido provocado por mí.
****.
La tarde ha pasado muy rápido después de aquel beso que nos dimos. Estoy absorto en mis documentos cuando suena por el parlante de la computadora la notificación que me señala que he recibido un nuevo mensaje de correo electrónico. Reviso y es de Eric.
DE. ERIC JACOBSO.
PARA. CHRISTOPHER ADAM.
HORA. 17.3.
ASUNTO. Un trato es un trato.
Christopher.
Antes que nada pido disculpas por aquella salida abrupta de tu oficina el día de ayer. No fue la mejor manera, pero la rabia me cegó por un momento.
He estado analizando la situación y de verdad necesito que te comprometas con mi hija en matrimonio. Un trato es un trato y no se puede romper así como si nada. Sabes perfectamente que esta sociedad es importante tanto para ti como lo es para mí.
Le hablé a Angelique de ti, y aunque al principio no le agradó mucho la idea, aceptó y entendió mi punto. Debo recalcar que, con que este matrimonio dure un año es tiempo suficiente para que ambos negocios se establezcan bien. Un año pasa muy rápido y una vez que ese tiempo termine, serás totalmente libre para lo que desees hacer con tu vida.
No quiero presionarte ni cobrar venganza o actuar a la fuerza. No soy así. Siempre trato de hacerlo de la mejor manera posible. ¿Qué te parece si volvemos a reunirnos mañana por la mañana.
Espero tu respuesta.
Atentamente, ERIC JACOBSO.
Estoy realmente sorprendido con su e-mail. Por cómo se fue ofuscado de mi oficina, estoy casi seguro que se trata de vengar o algo parecido. Espero equivocarme, aunque no lo doy por hecho.
Decido contestarle.
DE. CHRISTOPHER ADAM.
PARA. ERIC JACOBSO.
HORA. 17.4.
ASUNTO. NO SE ME OLVID.
Eric.
Agradezco tus sinceras palabras. Y debo decir que estoy sorprendido ante tu correo, fue una total sorpresa recibirlo.
No se me olvida que tú y yo tenemos un acuerdo de sociedad, pero debo recordarte que aquel trato que realizamos jamás involucró un compromiso. No entiendo el afán que tienes para hacerlo. Aunque no conozco todavía a tu hija Angelique en persona, me cuesta creer que haya aceptado casarse con quien para ella es un absoluto desconocido.
Cómo pudiste ver y constatar el día de ayer en mi oficina, me encuentro actualmente en una relación, con la cual me siento cómodo y feliz. No veo necesidad alguna de romperla y menos de la forma que pretendes que lo haga.
Ansío esa nueva reunión para volver a dejarte claro mis ideas acerca de nuestra sociedad y darte a conocer, claramente, mi punto de vista ante aquel compromiso.
Te espero mañana en mi oficina.
Atentamente.
CHRISTOPHER ADAM.
Presidente ADAMS INC.
Al terminar de escribir aquel correo, le doy una última repasada y chequeo que todo lo que tengo por decir esté claro. Cuando estoy satisfecho, le doy clic al botón de envío, esperando pacientemente que mi e-mail llegue a su destinatario.
A partir del envío de aquel correo, Ashlee tiene que entrar varias veces a mi oficina para que le firme algunos documentos. Puedo notar que sigue nerviosa, porque cada vez que se acerca a mí, y nuestras manos se rozan, un leve cosquilleo hace su aparición, pudiendo darme cuenta que ella también lo siente.
Llega la hora de despedirnos y para ambos es inevitable el acercarnos y unir nuestros labios como tanto deseamos hacerlo. Beso tranquilo que de a poco se va masificando y haciendo más apasionado, colmado de amor y de promesas de mi parte. Ashlee ha entrado en mí como no pensé que lo haría. Creo que... me estoy enamorando como nunca antes lo hice de alguien más.