Al despertar esta mañana, lo primero que hago es sonreír al recordar la maravillosa noche que pasamos con mi novio. Inconscientemente, me llevo mi mano derecha a mis labios al evocar los suyos sobre los míos. Me doy vuelta y veo a Christopher todavía dormido. Está acostado sobre su estómago y tapado, solamente, desde la cintura para abajo. Su rostro se halla girado hacia mi lado y su cabello se encuentra completamente despeinado. Se ve realmente sexy.
Me acomodo más hacia su costado y con mi mano izquierda le acaricio su semblante. Se ve increíblemente guapo mientras duerme. Soy una afortunada, ya que podría verlo despertar todas las mañanas y, sin dudarlo, sé que serían momentos maravillosos.
—Buenos días, mi amor —dice Chris luego de abrir los ojos.
—Buenos días, cariño. ¿Cómo dormiste.
—Más que bien, gracias a ti.
Me ruborizo. Toma mi rostro entre sus manos para acercarlo al suyo y besarme.
—¿Cómo dormiste. —me pregunta.
—Dentro de lo que me permitiste hacerlo, bastante bien —le respondo, recordando lo sucedido anoche.
—Tú tampoco me lo hiciste fácil, debo decir —añade él—. ¿Quieres levantarte.
Niego con la cabeza. Lo que menos me apetece por ahora es apartarme de su lado.
—Quiero estar un rato más en la cama. Estoy cómoda y quiero aprovechar el día contigo.
—Me has leído la mente, porque pienso exactamente lo mismo que tú.
Nos mantenemos acostados y abrazados. Por un instante, pienso en ese momento, cuando estuve totalmente desnuda ante él. Por un segundo creí que sería algo incómodo, pero ahora me doy cuenta que estaba completamente equivocada.
Sus brazos me rodean y ambos disfrutamos de la compañía del otro. Poco a poco, nuestro deseo de volver a estar juntos íntimamente se hace presente en la habitación. Comenzamos a besarnos y nuestras bocas y lenguas se unen en una danza de pasión y amor, para luego unirse al juego nuestras manos.
Narrador omniscient.
Estaba desesperado. No podía dar con su nuevo paradero. Había ido a la empresa donde Ashlee trabajaba para consultar por ella, pero la secretaria tenía órdenes estrictas de no dar información personal de los empleados. Esto se hacía cada vez más difícil.
Al llegar al lugar que arrendaba, pensó durante largo tiempo qué estrategia sería la más idónea para lograr llegar a Ashlee. Recordó a la mujer que le había ayudado años antes a robarle dinero a un millonario que tenía de pareja. Ella, quizás, podría ayudarlo. Por lo que buscó su celular para revisar si todavía guardaba su número en aquel aparato.
—¿Diga. —dijo ella.
—¿Te acuerdas de mí, preciosa. —respondió la grave voz.
—Claro que me acuerdo de ti, cariño. Cómo olvidarte, si me dabas el más delicioso de los placeres.
—Preciso de tu ayuda. Necesito ubicar a alguien que posiblemente tú conozcas, ya que se movía en tu círculo.
—Dime quien es y veré si puedo ayudarte.
—Necesito encontrar al dueño de Adams Inc. ¿Lo conoces.
—Por supuesto que lo conozco. Dime qué quieres de mí y, por supuesto, de él.
—Necesito información sobre la chica que fue mi novia. Ella trabaja en esa empresa.
—¿Y cómo pretendes que yo lo contacte. Hace varios años que no sé nada de él.
—Eso tendrás que verlo por tu cuenta.
—Muy bien. Cuando tenga novedades te informaré.
Luego de despedirse y colgar la llamada, se fue a duchar, ya era tarde y necesitaba idear un nuevo plan para llegar a Ashlee. Esta vez, esperaba que aquella mujer pudiera ayudarle.
Christophe.
Ashlee y yo terminamos de acarrear las cajas y cosas que implican su mudanza, al que ahora es nuestro departamento.
Ha sido, hasta el momento, un gran día. Por la mañana, revivimos lo que sucedió anoche y debo decir que su cuerpo era tal y como lo había imaginado.
Quizá suene como si solo me interesara aquello, pero puedo asegurar que no es así. Han pasado ya tres semanas desde que somos novios y por las circunstancias ocurridas no habíamos podido llegar al siguiente nivel de nuestra relación. Por eso sé, que tanto Ashlee como yo, disfrutamos al máximo de nuestra intimidad. Desde un principio, mi novia entendió que siempre la respetaría y esperaría todo lo necesario hasta que ambos estuviéramos listos para dar el siguiente paso. Han pasado, además, varias cosas que también han ayudado a que nuestro momento se retrasara. Pero ahora me siento pleno. Ash ya es mía, así como yo lo soy de ella. Eso y mis sentimientos, nada ni nadie los cambiarán.
—Cariño, ayúdame a llevar esta caja que ya me duele un poco el brazo derecho —dice al momento de entrar en nuestra habitación. Me acerco a ella y le ayudo a cargar la caja hasta el baño—. Gracias, ya no daba más de la incomodidad de la muñeca.
—¿Qué tanto traes aquí. —pregunto curioso, una vez que dejo la caja sobre la encimera del baño.
—Mis productos de baño y maquillaje —responde tranquila.
—Ya veo —menciono luego de confirmarlo—. Bueno, ya tendrás tiempo de ordenarlo todo.
—Lo sé, Chris. Lo haré de a poco.
—¿Cuántas cosas más te están faltando.
—Solo mis dos maletas con ropa y estoy lista.
—Me parece excelente. Vamos por ellas.
Nos tomamos de la mano y bajamos por el ascensor para llegar al estacionamiento, donde nos espera el camión de la mudanza.
Efectivamente, solo quedan esas dos maletas. Una vez cerrado el vehículo, y las llaves guardadas en mi bolsillo, cada uno con maleta en mano subimos por última vez en el día hacia nuestro departamento.
Ahora me toca dejarle un lugar a Ashlee para que pueda guardar su ropa. Al menos, el closet es bastante amplio y no tendremos problemas de espacio.
Mientras va sacando su ropa, le ayudo colgando lo que me indica. Ya doy por sentado que le gusta ordenar la ropa por color. Espero que no sea como algunas mujeres que se desesperan cuando descubren que tienen alguna prenda fuera de sitio.
—Por fin, ya saqué toda la ropa de las maletas. No recordaba tener tanta.
—Estoy igual de sorprendido, pero por suerte solo llenaste dos maletas con ropa, gracias a la sugerencia que te di. Si no, te aseguro sería, al menos, un bolso más.
—Es verdad. Tuve suerte.
Nos vemos interrumpidos en nuestra conversación debido a que suena el teléfono de Ashlee, quien se levanta del suelo y se acerca a la ventana a contestar. Al parecer, no es nada bueno lo que le dicen, por la cara que pone. Cuelga la llamada y se acerca a mí.
—¿Sucede algo, nena. —pregunto cuando llega a mi lado.
—Era Roger, el conserje de mi edificio. Dijo que había llegado un joven a preguntar por mí.
—Eso no tiene nada raro, ¿o sí.
—No lo sé. Lo que sí me deja preocupada es la descripción que me dio del joven. Es algo similar a la del chico con el que tomé el elevador del edificio hace un par de días, cuando me fuiste a buscar.
—Entonces, ahí está tu respuesta. El chico del elevador te espiaba a ti.
—¡Por Dios. ¿Qué haré ahora.
—Por el momento, no volverás a tu departamento. Estarás conmigo aquí y en la empresa. Si es necesario, tendrás un escolta.
—Tengo miedo.
—Tranquila, nena —me acerco para abrazarla—, estaré aquí para ti y lo que necesites.
—Gracias, cariño. No sé qué haría sin ti.
—Calma, nena —le repito—, todo irá bien. Mejor olvidemos el tema por el momento.
—De acuerdo. No quiero pensar en nada más por ahora.
Y así, seguimos ordenando hasta dejar todo tal y como a Ash le gusta. Podría decirse que se aprovecha de mi amor por ella, ya que tengo que cederle mi lado de la cama. Me fue imposible resistir a la mueca que hizo con su cara.
Al menos, todo esto me tiene más que feliz. Por fin mi chica estará las veinticuatro horas del día junto a mí. Ahora solo nos queda conversar de nuestro matrimonio, pero para eso todavía tenemos tiempo.
—¿Te apetece hacer algo, cariño. —me pregunta luego de terminar todo y recostarse en la cama.
—Podríamos ir a nadar un rato a la piscina del edificio. Está en la azotea. Desde allí hay una vista espectacular.
—¡Es una gran idea. Además, hace mucho calor.
—Bueno, vamos a cambiarnos y luego a divertirnos un rato.
Nos cambiamos de ropa. Ella en el baño y yo en el dormitorio. Aunque ya nos conocemos desnudos, mi novia sigue siendo algo tímida. No me molesta el hecho de que no quiera que la vea, es totalmente adorable su reacción, pero al verla salir quedo prácticamente embobado, porque el traje de baño de dos piezas de color verde que luce hace que su cuerpo se vea espectacular. Lleva su toalla en la mano, pero la mueve casi al instante para taparse.
—No me veas así que me avergüenzo —me reprocha.
—Lo siento, mi amor, pero es imposible no verte, con lo hermosa que te ves.
—Tampoco es para tanto.
—Quizás, no te das cuenta, pero déjame decirte que eres preciosa. —Apenas termino de decirlo, corre su cara hacia el lado derecho. Con eso puedo darme cuenta de que sabe que es linda, pero aun así se subestima.
—Mejor, vámonos ya a la piscina —responde a cambio.
—De acuerdo. Vamos.
Subimos a la azotea del edificio, desde la cual apreciamos todo el lugar. La piscina en un lado es techada y por el otro es abierta. La vista es magnífica. Se puede ver el atardecer, y la luz del momento hace que sea un instante muy romántico. Ashlee queda atónita ante lo que ve.
—¡Es espectacular. —exclama luego de maravillarse con todo.
—Sí. Hay veces que cuando me siento algo decaído vengo aquí y me quedo en el pequeño parquecito que se habilitó —comento, señalando un costado de la piscina.
—Suena triste, pero me agrada saber un poco más de ti —manifiesta, abrazándome.
—Eso siempre, cariño. Solo debes preguntármelo.
—Eso haré. A ver si jugamos un día a las veinte preguntas.
—Ya llegará ese día, pero por ahora es hora de nadar un rato. Vamos.
Y así estuvimos nadando y disfrutando durante un par de horas. Tener a mi novia momentos así, hace que todo sea más especial. Cada instante que pasamos juntos, es como si estuviera hecho para nosotros dos.
Es hora de regresar a nuestro departamento. Es tarde y mañana volvemos al trabajo. De seguro, hoy Michael tuvo que liar bastante con algunas cosas.
—¡Estoy agotada. Te aseguro que mañana amanezco con todo el cuerpo adolorido.
—Es cosa de acostumbrarse. Al principio me pasaba igual, pero con el tiempo se convirtió en rutina y ahora ya no molesta tanto como antes.
—Espero sea verdad lo que dices. Estaré feliz de nadar todos los días luego del trabajo.
—Entonces, podrás hacerlo todas las veces que quieras.
—Y disfrutaré de cada una de ellas. Ya se hizo tarde, regresemos, mañana debemos ir a la empresa.
—De acuerdo, nena. Mejor nos vamos.