Christophe.
Hace mucho tiempo que no me sentía tan feliz. Ashlee es toda una caja de sorpresas para mí.
Cuando vamos subiendo en el ascensor, puedo notar que está nerviosa, aunque no es la única, porque yo también lo estoy. Como nadie sabe de lo nuestro, debemos actuar "normal" frente a todos, ella como mi secretaria y yo, simplemente, como su superior.
En el elevador tengo que contener la risa y las enormes ganas de besarla, ya que vamos con mi socio Michael Donovan. Él, junto a John Fitzgerald, son mis dos grandes amigos. John tiene una empresa llamada .Cloud Nin.», en la cual se dedica a la venta de perfumes y accesorios para la mujer. Le va muy bien, tiene un gran éxito. Por su parte, Michael es administrador de empresas. No quiso seguir el rubro de su padre, quien trabajaba en medicina. Dice que los hospitales y las clínicas no son lo suyo. Así que, sencillamente, se asoció conmigo y formamos Adams Inc. Él es el segundo a cargo.
Al llegar a nuestro piso, Ashlee se va inmediatamente a su escritorio, no sin antes despedirse. Michael y yo seguimos el camino a mi oficina.
—¿Y bien. ¿Me dirás que sucede aquí. —pregunta Michael cuando estamos solos al interior de ésta.
—No sé de qué hablas —respondo algo incómodo. Eso, realmente, no lo vi venir.
—Vamos, Christopher, que no nací ayer. Aunque trataron de pasar desapercibidos ante mí, pude notar que hay algo entre tú y tu secretaria —comenta, dejándome sin palabras.
—Yo... em... De acuerdo, estamos juntos —confieso finalmente.
—Debo decir que me sorprende. No pensé que fueras de los que se involucran con su secretaria —manifiesta. De pronto, me siento atacado por sus palabras recriminatorias.
—Esto es diferente —aclaro en mi defensa.
—¿Y eso por qué.
—Porque esto no es una calentura cualquiera.
—¿Por qué tan seguro.
—Lo estoy. Ella no es cualquier mujer. Es especial.
—Hablas como todo un enamorado —se burla.
—Tal vez lo esté. —Michael me mira incrédulo.
Hasta yo me sorprendo de lo que acabo de decir. Mis sentimientos hacia Ashlee son fuertes, eso es seguro, pero no sé si estoy enamorado de ella; aunque todavía es muy pronto para asegurarlo. La quiero, sí, como no he querido a ninguna mujer antes, ni siquiera a Sarah, ya que Ashlee la supera en todo tipo y, sencillamente, no hay comparación.
—Me alegro por ti, amigo. Hace mucho que no te veía así.
—Gracias, Mike.
—¿Qué te parece si salimos a bailar. Tú con Ashlee y yo con Rachel. Hace mucho que no vamos a divertirnos.
—Podría ser. Déjame verlo con ella y te aviso.
—No te preocupes. Ya nos pondremos de acuerdo.
Luego de eso, seguimos conversando sobre algunas cosas que tenemos pendientes.
—Ahora que recuerdo, hay algo que no te había mencionado antes, amigo.
—Soy todo oídos —dice, acomodándose en el pequeño sillón de mi escritorio.
—¿Recuerdas a Eric Jacobson. El francés.
—Sí. El hombre con el que querías expandirte en Europa —asiento con la cabeza—. ¿Qué sucede con él.
—Este hombre… bueno, el tipo está loco. Me ha puesto como condición, para cerrar el trato, que me tengo que casar con su hija.
Mi socio abre los ojos completamente sorprendido.
—¿Estás de broma, cierto.
—No. Aunque créeme que me encantaría estarlo.
—¿Y qué harás.
—Por supuesto que no me casaré con su hija. Detesto los matrimonios arreglados. Ya sabes cómo fui criado.
—Entiendo. ¿Entonces.
—No lo sé. Le hice saber que estoy en una relación con Ashlee y, por supuesto, la idea no le agradó para nada. Tendré que buscar el método para cerrar ese trato, pero sin tener que llegar al matrimonio. Ese tipo está loco para pedirme algo así.
—Concuerdo contigo, mi amigo. Bueno, Chris, ha sido grato como siempre conversar contigo, pero ya debo irme. Tengo que terminar de revisar unos asuntos antes de irme a cenar con Rachel. —Se levanta y yo hago lo mismo. Nos damos la mano y caminamos hacia a la puerta. Se aparta y veo que saluda cordialmente a Ashlee. Cuando Michael se aleja y entra en el ascensor, no puedo evitar acercarme a Ashlee para besarla. Ella, como siempre, responde ante mí increíblemente nerviosa.
—Tranquila, amor. No pasa nada.
—Es que no me acostumbro a estar así, aquí, en la oficina.
—Lo sé, cariño. Aunque debo confesarte que Donovan ya sabe lo nuestro.
—¡¿Se lo dijiste.. —grita asustada.
—No —respondo con una sonrisa—. A decir verdad, se dio cuenta solo.
—¿Cómo. ¿En el ascensor.
—Exacto. Apenas entramos a mi oficina me preguntó, y no me quedo más que confesárselo. Está feliz por nosotros.
—No sé con qué cara lo miraré de ahora en adelante.
—Hazlo con la mejor que tienes, y que por cierto me encanta. —Me acerco de nuevo para abrazarla por la cintura—. Además, nos invitó a salir con él y su prometida.
—Christopher, no estoy segura. No me siento lista para que nos vean juntos.
—Ashlee, no tienes que preocuparte más por eso. Recuerda mis palabras de esta mañana. «No me avergüenza ni me preocupa que me vean contigo. Por lo que te pido que tampoco tengas vergüenza ni te preocupes. Yo estaré allí para apoyarte en todo lo que necesites. Esto es, por supuesto, dentro y fuera de la empresa».
—Lo sé, amor. Gracias —contesta y me abraza. Me encanta cuando lo hace, por lo que ahora me siento feliz y pleno como cada vez que estoy con ella.
—Entonces, qué me dices, ¿vamos.
Concluye el abrazo y me mira a los ojos.
—Sí, vamos. —Sonrío.
—Genial. No imaginas lo feliz que me haces. Te aseguro que te harás gran amiga de Rachel.
—Eso espero. —Suspira.
—Ashlee.
—¿Sí.
—Te quiero. —Sabía que era repentino decírselo, pero era lo que sentía en ese momento.
—Yo también te quiero.
Soy tremendamente feliz porque Ashlee siente lo mismo que yo, y porque no puedo evitarlo, termino besándola nuevamente. Es un beso diferente a cualquier otro el que nos damos, porque es más pasional, y lo siento como si estuviéramos tanto ella como yo «marcando territorio». No nos separamos, pero tampoco hacemos otra cosa que no sea besarnos. Amo sus labios son tan deliciosos.
Varios minutos transcurren y todo mi entorno se borra al estar con Ashlee. De pronto, todo se ve interrumpido cuando se escucha un carraspeo cerca de nosotros. Me veo en la obligación de separarme de mi novia para levantar la cabeza y mirar hacia el frente. Entretanto, Ashlee se voltea algo nerviosa.
—So-Sophie... —dice apenada.
—Tranquila. No diré nada. No era mi intención… interrumpir.
—Yo... em... señorita Smith... disculpe, por favor. —Aunque le dije a Ashlee que no me importaba lo que dijeran en la empresa, no puedo evitar sentirme avergonzado de que nos pillara así, de esta manera.
—Descuide, jefe. Ashlee ya me contó todo. Solo espero que la haga feliz.
—Te lo aseguro, y dime Christopher, por favor. Si eres amiga de mi novia, no veo necesaria las formalidades.
—Sí, pero...
—Pero nada, Sophie. De ahora en adelante puedes llamarme por mi nombre.
—Está bien. Como us… tú digas. Yo, por cierto, venía a entregarte los resultados de las estadísticas que se estaban realizando en el departamento. También le envíe un e-mail a Ashlee con la información.
—Gracias, Sophie. Ya lo revisaré —respondo, recibiendo la carpeta que me tiende.
Era divertido ver a Ashlee nerviosa. Claramente está muy incómoda, por lo que decido hacer algo para aliviar la tensión del momento.
—Ashlee, ¿por qué no vamos a cenar con Sophie. Me gustaría conocerla un poco más.
Ambas abren los ojos sorprendidas. Es de esperar. Creo que jamás pensaron, siquiera, en lo que les iba a proponer.
—No quisiera ser molestia —asegura Sophie.
—Vamos, así podremos salir y distraernos. Creo que así como estoy, lo necesito —intenta convencerla mi chica.
—Bueno. Está bien. Acepto. Solo díganme cuando y ahí estaré.
—Luego te avisamos, pero será en la semana —digo yo esta vez.
Nos despedimos de Sophie, que ya se marcha, y cuando volvemos a estar solos llevo a Ash a mi oficina.
—Ven conmigo.
Al entrar, no pierdo tiempo y termino acorralándola contra la puerta. Se sorprende al instante, pero me mira traviesa.
—No es lo que piensas, amor.
—¿Y qué sería lo que estoy pensando. —responde juguetona.
—Solo te tengo así porque me encanta tu cercanía. Y porque quiero decirte cuando te quiero.
—Entonces, estoy feliz porque lo hayas hecho.
****.
—Vamos, amor. Llegaremos tarde. Los chicos deben de estar esperándonos.
—Solo me faltan los pendientes... y ¡listo. —exclama con una sonrisa.
—Estás preciosa como siempre —la alabo. De verdad se ve hermosa. Lleva un vestido de color esmeralda ceñido al cuerpo que le llega unos cuantos centímetros sobre la rodilla. No tiene un escote pronunciado, ya que es un vestido de solo un hombro. En su mano derecha lleva el anillo que le regalé, unos tacones planteados sin brillo excesivo y todo su look lo acompaña con un peinado precioso que le deja caer unos cuantos mechones sobre el costado de su rostro. Simplemente, se ve preciosa.
—¿Alguna vez dejarás de halagarme. —pregunta juguetona.
—¿Y por qué no habría de hacerlo. Eres hermosa, Ash, y sabes que me tienes loco.
Dicho esto se acerca a mí, y sin perder más tiempo me besa, y yo feliz respondo. Luego, recuerdo que ya debemos irnos, por lo que me obligo a separarme de mi novia.
—Mejor lo dejamos hasta ahí, ya que, de lo contrario, te aseguro nos quedaremos aquí y no iremos a ninguna parte.
—Tienes razón. Aunque quisiera quedarme aquí contigo, no quiero quedar mal ante tus amigos. ¡Dios, estoy nerviosa. —Suspira de manera sonora.
—Tranquila, no pasa nada. Mejor vamos, antes que se nos haga más tarde.