Capítulo 19

 

Ashle.

 

— ¿Familiares de Melissa Thompson.

Escuchamos que nos llaman, por lo que nos separamos. Vemos al médico, que seguro es quien está a cargo de mi hermana, por lo que mi mamá y yo nos apartamos y miramos para dilucidar a quien fue que llamó.

—Nosotros, doctor —dice Chris ante el silencio de mi madre y el mío.

—Verán… la situación de Melissa es delicada —comenta, acercándose a nosotros—. Realizamos los exámenes correspondientes y hemos concluido que la quimioterapia que se le estaba realizando solo tuvo efecto los primeros meses. Luego su cuerpo no siguió el proceso normal, por lo que en este momento está bastante débil. En consecuencia, es necesaria una operación de médula ósea lo antes posible.

—¡Oh, Dios Mío. —exclamo sorprendida mientras mi madre me abraza y comienza a llorar—. ¿Podemos verla, doctor.

—Estoy haciendo que la trasladen de habitación. No se preocupen, haré que pronto les avisen.

—Gracias. Esperaremos —agradece Chris en respuesta.

—Con su permiso, me retiro.

—Adelante.

No puedo creer lo que pasa con mi hermanita. Ella siempre ha sido tan luchadora, tan alegre ante la vida, a pesar de lo que le ha tocado experimentar, dándole fuerzas a mi madre para que no estuviera triste, y a mí para que estuviera tranquila, no importando la distancia que nos separa.

No me imagino cómo debe de estar o lo que debe sentir en este minuto. Daría lo que fuera para que ella no estuviera así, ni aquí en el hospital.

No quiero llorar, al menos no frente a mi madre. Necesito ser fuerte para ella y también por Melissa, estoy segura que no le gustaría vernos así.

—Calma, mamá, todo irá bien. Ya lo verás.

—¿Cómo estás tan convencida. Ya escuchaste lo que dijo el médico. Lo más seguro es que necesitemos un trasplante de médula ósea para tu hermana.

—Sí, mamá, escuché lo que dijo el médico, pero, por favor, mantente en calma, te aseguro que a mi hermana no le gustaría verte así.

—Sí, hija, tienes razón. Al menos, estoy contenta de que ya estés aquí conmigo. Bueno, en realidad ustedes dos —se corrige mirando a Chris.

—Descuide, Ellen. Estaremos todo el tiempo que sea necesario.

—¿Cómo dijiste que era su apellido, hija.

—Soy Christopher Adams, Ellen.

—¿Adams. ¿Esa no es la empresa donde trabajas.

—Sí, mamá. Christopher es mi jefe y el dueño de la compañía.

—¡Hija. No lo puedo creer.

—Ellen, tranquila, que lo que tenemos su hija y yo no es la historia cliché donde el jefe se involucra con su secretaria donde... usted sabe —explica calmando el susto de mi madre, mientras me abraza y besa la cabeza—, yo a su hija la quiero de verdad.

—Solo espero que sean felices.

—Le aseguro que es lo que más quiero —le promete mi novio.

—Señores. —Somos interrumpidos por el médico.

—Díganos, doctor —responde mi madre en el acto.

—Ya la hemos trasladado a una habitación para que puedan verla. Está en la 721. Deben volver al ascensor y subir al séptimo piso. Luego de ello, giran a la derecha.

—Muchas gracias, doctor... —acoto, preguntándole su nombre para agradecerle.

—Soy el doctor Raymond Phillips. Más tarde pasaré a ver a Melissa. Ya pueden ir a verla.

—Gracias, doctor Phillips —Christopher lo despide y se lo lleva a un costado para hablar un momento con él.

—Vamos, mamá. Vamos a ver a Mel.

—Sí, hija, por supuesto. Ya quiero ver a mi niña.

—Te aseguro que ella también querrá verte.

Vamos abrazadas hacia el ascensor, cuando me volteo hacia Christopher, alzando la mano para indicarle que iremos hacia arriba. Él entiende mi gesto, haciéndome señas, diciéndome con ello que dentro de poco nos alcanzará.

Aprieto el botón del ascensor y al cabo de un minuto la puerta se abre. Entramos y comenzamos a subir al piso siete. Puedo ver que mi mamá ya se encuentra tranquila al saber que nuestra Melissa está bien. Pequeñas sonrisas de alivio brotan desde sus labios. Estoy feliz por ella, ya que sé lo que ha pasado junto a mi hermana para salir adelante.

Un instante después, se abre el ascensor y nos encaminamos según las indicaciones del médico. Buscamos la puerta 721 hasta que damos con ella. Mamá se separa de mí y abre la puerta para entrar. Yo lo hago detrás de ella.

 

 

Christophe.

 

—Gracias, doctor Phillips —le agradezco y en silencio lo llevo a un costado de la sala. El médico entiende y me sigue.

Me giro hacia donde estábamos hace solo un minuto cuando Ashlee invita a su madre para que vean a Melissa. Se devuelve un momento hacia mí, señalándome que irán donde su hermana. Le respondo manifestándole que entendí el mensaje, haciéndole saber que luego las alcanzaré.

—Bueno, doctor, necesito, por favor, que me dé más detalles acerca de Melissa, tanto su hermana como su madre se encuentran muy nerviosas con todo esto.

—De acuerdo, ¿señor....

—Christopher Adams.

—Señor Adams, como les expliqué con anterioridad, la situación es bastante compleja y todos los que hemos estado verificando los análisis que le hemos practicado a la paciente, estamos sorprendidos. No es común ver un retroceso como el que hemos visto en ella.

—¿Y eso qué implica.

—Lo más seguro es que debamos realizarle un trasplante de médula ósea. Y para que todo resulte de manera efectiva debemos hacerlo con familiares directos, ya sea un padre, una madre o bien, sus hermanos.

—Entiendo, doctor.

—En caso extremo, si ninguno de ellos es compatible para el trasplante, se puede hacer con alguna persona que cumpla con las condiciones que se necesitan para llevarlo a cabo.

—Entiendo —vuelvo a decir.

—Señor Adams, ya debo retirarme. Quiero seguir chequeando los resultados de Melissa antes de pasar por la habitación a verla.

—No se preocupe, doctor. Otra cosa que quería pedirle, por favor, que carguen todos los gastos del hospital a mi cuenta. Como ya le expliqué, la familia de Melissa no se encuentra del todo bien, por lo que yo me haré cargo de todo.

—Ningún problema, señor Adams. Lo acompaño entonces a recepción para arreglar el papeleo.

 

****.

 

Ya tengo todo listo. Todos los gastos correrán por mí. Veo como están de afligidas tanto Ash como Ellen, y por lo mismo no quiero que tengan que preocuparse por nada, solo de la salud de Melissa.

Subo en el ascensor a verlas y para conocer a la hermana de mi novia. Espero que todo vaya bien de ahora en adelante. Por lo que me ha contado Ashlee, desde que falleció su padre todo ha ido cuesta arriba para ellas.

El ascensor suena y hace que me olvide de todo, brevemente. Salgo de este y sigo las indicaciones del médico. Llego a la puerta y toco para poder entrar. Lo único que se escucha desde el interior son unos murmullos que luego se transforman en silencio, hasta que siento pasos cerca de la puerta y veo que se abre.

—Cariño, por fin llegas. Ven.

Es Ashlee quien me invita a entrar, tomándome de la mano y, al parecer, todo va bien con Melissa.

—Mel, hermanita, quiero presentarte a alguien.

—¿Sí. ¿A quién.

—Este chico guapo que ves aquí es mi novio —manifiesta, mirándome con una sonrisa algo boba en su cara, pero que la hace ver adorable.

—¿Tu novio. ¿Por qué no me habías contado antes. ¿Tú sabías, mamá. —formula esto último mirando a su madre.

—No, Mel. De hecho, me lo presentó hace un rato, luego de que te trajera para acá.

—Sí, hermana. Iba a contarles pronto, pero la situación ameritaba que lo hiciera, aunque no fuera la mejor para presentarlos.

—Bueno y... ¿es mudo que no ha hablado nada.

—No, Melissa —digo finalmente—, no soy mudo. Solo esperaba que terminaran para presentarme. Soy Christopher, pero puedes decirme Chris.

—Hola Chris, soy Melissa, como ya sabes, pero solo dime Mel. Soy la hermana menor de Ash.

—Él ya lo sabe, mi cielo.

—Lo sé, mamá, pero aun así quería presentarme por mi cuenta.

Ashlee trata de contener la risa, tapándose la boca.

—Descuide, Ellen. No hay problema.

—¿Ves, mamá. A Chris no le molesta. Me alegro por ustedes. A pesar de como estoy ahora, estoy feliz, porque hace mucho no veía así de contenta a mi hermana.

—Gracias, Mel —comenta Ashlee.

—Mmm, cariño... necesito decirte algo un momento —le expreso a Ash.

—Ya volvemos —responde ella, hablándole a su madre.

—Vayan tranquilos, que de aquí yo no me muevo.

La conduzco fuera de la habitación esperando que cierre la puerta antes de dar inicio a la charla.

—¿Qué sucede, amor.

—Solo quería decirte que ya tengo todo arreglo. Me encargaré de los gastos médicos de tu hermana.

—Cielo, no puedo aceptarlo.

—Ya tengo algunas cosas cargadas a mi cuenta y todo lo que se necesite realizar más adelante con Melissa, también se agregará.

—No sé qué decirte, amor. No me esperaba esto, yo...

—Cariño, no quiero que tú ni Ellen se preocupen por esto. Veo y sé que lo más importante para ustedes, en este momento, es que Melissa esté bien.

—Gracias, amor. Esto significa mucho para mí.

Me tropiezo un poco hacia atrás, luego de que mi novia me abraza efusivamente. Está claro que sonríe de alegría.

—Descuida, cariño. Sabes que te ayudaré en todo lo que sea posible.

—No sabes lo feliz que estoy de que estés aquí conmigo.

—Estoy y estaré siempre que lo necesites. Recuérdalo —le toco la punta de la nariz como si fuera una pequeña niña—, pero hay algo más que quiero decirte antes de que lo haga el médico.

—¿Pasa algo con mi hermana.

—La verdad es que los exámenes que le hicieron a Melissa solo arrojan un resultado final —se lo comento mirándola a los ojos—. El trasplante es necesario, Ash.

—Por Dios, es verdad —contesta, llevándose una mano a la boca—, ¿pero cómo se puede hacer.

—Lo más seguro, según el médico, es que el trasplante deba hacerse con algún familiar directo que sea compatible. Algún padre, madre o hermanos.

—O sea que... ¿la vida de mi hermana depende de mi madre o de mí.

—Así es, cariño.

—¿Y si no somos compatibles.

—Ya buscaremos la solución. De acuerdo al doctor Phillips, la última opción es operarla gracias a la donación de la médula ósea de alguien que no sea familiar directo, pero que sí cumpla con las condiciones como para ser un donante.

—¿Y si debemos llegar a esa opción. ¿Cómo ubicaremos a alguien compatible.

—Ash, calma. Si es necesario, moveré cielo, mar y tierra para encontrar a esa persona.

—Dame fuerzas, Dios mío.

—Tranquila, cariño. Pensemos en positivo por tu hermana. Ella no necesita verte angustiada.

—Lo sé, es que no pensé encontrarnos en esta situación al estar aquí.

—Te entiendo. Veo que no es fácil, pero saldremos adelante. Ahora no hagamos esperar más a tu familia y volvamos a estar con ellas.

—Sí, vamos.

Nos separamos y volvemos a entrar en la habitación.

Melissa sigue tan animada a pesar de su estado, lo cual me alegra bastante, ya que es ella, finalmente, la unión de las Thompson.

—¿Y ya saben cuándo podré regresar a casa.

—Todavía no nos han confirmado nada, hermanita. Debes, primero, recuperarte del todo para que puedas volver.

—Entiendo. Espero mi cuerpo quiera ayudar. Ya sabes que no me gustan mucho los hospitales.

—Lo sabemos, hija.

—Por mi parte, te prometo que cuando salgas pasará mucho tiempo antes de que regreses nuevamente —le aseguro en señal de promesa.

Haré hasta lo imposible para ayudar a Ash y a su familia. Habría que estar ciego para no ver cuánto se adoran la una a las otras. Ashlee está conmigo y todo lo que le pasa a ella también me involucra a mí.

El solo hecho de pensar que el lugar de Melissa fuera ocupado por mi hermano Steve o mi hermanita Alice, nos tendría como familia, totalmente devastados. No hay ninguna duda que las ayudaré.

Con solo llevar unos cuantos minutos de conocerla, me es fácil ver que Melissa es una niña llena de alegría y de vida. Simplemente, no es justo lo que pasa con ella. Espero, sinceramente, que toda esta pesadilla termine muy pronto.

—Ya regreso, cariño —le digo a mi novia en un susurro—, debo hacer unas llamadas.

—De acuerdo, no te tardes.

—No lo haré, lo prometo.

 

 

Ashle.

 

Veo cómo sale Chris de la habitación y me imposible no esbozar una sonrisa en mi boca. Soy una mujer afortunada al tener a este hombre junto a mí.

—Sí que te pegó fuerte el amor, hermana —escucho que se burla Mel.

Me giro hacia ella para responderle.

—Estoy feliz. No pensé que mi amor por él sería tan fuerte.

—Me alegra verte feliz. Después de Scott, lo mereces.

—Vengan aquí, mis niñas. Un abrazo de grupo. —Como mi hermana está en la cama semi-sentada somos mamá y yo quienes nos acercamos para el abrazo.

Un par de minutos después, un carraspeo nos interrumpe.

—Lamento interrumpir este hermoso abrazo, pero vengo a ver a la paciente.

—Díganos, doctor —expresa mi madre.

—Bueno, Melissa está mejor, esto a causa de los medicamentos que le hemos suministrado, pero no podemos mantenerla medicada por siempre. Debemos realizar el trasplante de médula ósea lo antes posible —nos recuerda.

—¿Debemos hacernos exámenes, doctor.

—Así es. Para que los trasplantes tengan un mayor éxito debe ser realizado con familiares directos. Les recomiendo vayan a descansar y estén aquí mañana temprano. Así chequearemos si son compatibles con Melissa.

—Está bien, doctor. Tiene razón. Vamos a casa, hija.

—Sí, mamá. Sera mejor que nos vayamos.

—Promete, hija —dice mirando a Mel—, que cualquier cosa nos avisarás.

—Tranquila, mamá. Cualquier cosa que necesite solo debo apretar este botón —nos explica señalando un aparato conectado a unos cables—, y las enfermeras o el mismo médico vendrán a verme.

—No se preocupe, señora. Cualquier cosa que suceda las llamaremos.

—De acuerdo.

Mi madre se acerca a Melissa y se despide otorgándole un abrazo y un beso. Espero que se aparte para hacerlo de la misma manera.

—Todo estará bien, hermanita.

Una vez afuera de la habitación, el doctor Phillips promete estar mañana temprano para los exámenes, y luego de ello se despide de nosotras.

Abrazo a mi madre y le prometo que todo irá bien, pero de pronto, una voz grave y carrasposa que reconocería en cualquier parte nos interrumpe.

—¿Todo bien.

—Sí, cariño. El doctor nos hará unos exámenes mañana para chequear si somos compatibles o no con mi hermana.

—Debemos irnos a casa para estar aquí temprano —complementa mi madre, saliendo del edificio, junto a nosotros, hasta que se detiene de forma inesperada—. Yo vine en la ambulancia con tu hermana, ¿cómo iremos a casa.

—Tranquila, Ellen, renté un auto antes de llegar aquí. Está en la entrada del edificio. Vamos.

—Me alegro. Si no, sería imposible llegar pronto.

Caminamos hacia fuera del hospital y al cabo de un momento, Chris levanta levemente el brazo para desactivar la alarma del vehículo y así entrar, abriendo también las puertas del lado del copiloto.

—Señoritas... —nos invita a subir.

—Gracias, eres muy amable —le señala mi madre, quien se sube al asiento de atrás. Apoyándose en el respaldo, cierra los ojos y suspira, seguramente pidiéndole apoyo a mi padre desde el cielo.

—Todo estará bien, amor —me tranquiliza mi novio y me abraza. Estar así es mi lugar favorito en todo este mundo.

—¿Y qué pasa si no somos compatibles.

—No pienses en eso ahora. Solo vamos a casa de tu madre a descansar y mañana se verá lo demás.

—Está bien —respondo luego de un breve suspiro.

Cuando ya nos disponemos a marchar, Chris manifiesta.

—¿Y bien. Ustedes díganme el camino.

Hecha a andar el motor y mi madre le va dando las indicaciones sobre cómo llegar a casa.

Luego de unos treinta minutos, por fin llegamos.

—Bueno, chicos, me voy a descansar.

Mi madre se despide, dejándonos a solas, subiendo por las escaleras.

—Estoy asustada.

—No lo estés. —Nuevamente, Chris me abraza y eso me relaja por completo.

—Es mi hermanita, le queda tanto por vivir. Tan solo es una niña y ha tenido que pasar por tantas cosas.

—Tranquila, bebé, ¿sí. —Sonrío, es la primera vez que me llama así.

—De acuerdo. Ven, vamos a dormir.

Sin perder el contacto físico, ahora somos nosotros quienes subimos por las escaleras en dirección a mi habitación, la que mi madre mantiene intacta para que la utilice cada vez que la visito.

—Ven, cariño —me llama Chris—, déjame ayudarte.

Me acerco a él, quien se coloca a mi espalda para ayudar a quitarme la ropa todo, claro, sin ninguna doble intención. Las cosas no están para acostarnos todavía, y sé que él también lo sabe y lo entiende.

Hace unas horas, cuando estábamos en el departamento, lo único que quería era estar entre sus brazos. Luego de que nos llamara mi madre, ahora mi única preocupación es que Mel esté bien.

No me doy cuenta y ya estoy en ropa interior. Me ruborizo de inmediato.

—Adoro que te sonrojes. Amo verte así, no lo negaré, pero sé que no es el momento.

—Es verdad. Dame un minuto, voy al baño y regreso.

Me separo de Chris, dirigiéndome al baño de mi habitación.

Ya dentro, me miro en el espejo y no sé cómo Chris puede soportar verme así. Tengo ojeras, además de cansancio que es visible en todo mi rostro. Mi pelo está todo desordenado. En definitiva, mi aspecto no es el mejor.

Agarro la peineta que se encuentra a un lado del lavabo para arreglarme un poco el cabello. Posteriormente, me lavo los dientes. Ya lista y más presentable, salgo y veo que Chris me espera ya acostado en el lado izquierdo de la cama. Abre las sábanas y me invita a ir con él.

Me pongo de espalda a él, por lo que se acerca a mí, abrazándome por la cintura. Siento de inmediato su torso desnudo.

No quiero pensar sobre cómo debemos de vernos ahora o cómo debemos estar los dos, con esas ansias inconclusas de unir nuestros cuerpos en uno solo. Pero no, no es el momento.

Pequeñas caricias de Chris sobre mi hombro hacen que me vaya relajando, y poco a poco voy sintiendo como finalmente el sueño llega a mí.