Despertó.
Sus ojos se abrieron y observó su dormitorio, iluminado por la luz que se colaba por la persiana. David se desperezó estirándose sobre la cama, y su mente vagó en el límite que hay entre el sueño y la realidad.
Eran las ocho de la mañana.
Al quitarse la manta, notó el frío invernal que había en el piso, y superando la pereza hizo el épico gesto de sentarse y levantarse. Levantó la persiana y vio que fuera había unos negros y amenazantes nubarrones invadiendo Barcelona. Poco importaba. Su plan para ese día consistía en quedarse en casa, descansar un poco y seguir reflexionando. Por lo tanto, poco importaba que lloviera o hiciera un calor sahariano.
Después de ducharse, encendió la calefacción y decidió tomarse un elaborado desayuno. Tostadas con diferentes tipos de mermeladas, café con leche, dos o tres mandarinas y media tableta de chocolate negro.
Enchufó la televisión del salón, para escucharla desde la cocina mientras poco a poco su paladar gozaba del copioso desayuno. Nada nuevo. El mundo estaba hecho un asco, unos gozaban de privilegios y otros se pudrían en la cárcel por errores judiciales, unos se preocupaban de que manjares comerían en las fiestas navideñas y otros se morían de hambre, Santa Claus no da regalos caros a los niños pobres de Haití…
El café caliente le ayudó a combatir el frío que azotaba la Ciudad Condal ese 24 de Diciembre. Pero justo cuando iba a empezar a saborear lentamente la segunda tostada (la cual tenía mermelada de naranja) sonó el timbre.
El sentido del peligro se activó en David, pero se tranquilizó rápidamente. «No creo que sea nadie peligroso», se dijo a sí mismo.
Bebió un trago de café y se acercó a la puerta, con algo de nerviosismo.
«Desde que el Jefe me hizo recordar la historia de Nadia, nunca puedo abrir la puerta tranquilo, siempre pienso que vienen a por mí. Quizá sean de Verum, hace varios días que no paso por allí…»
De hecho, se había tirado dos días seguidos sin dormir, hasta que su cuerpo cayó rendido de cansancio y sueño. Llevaba mucho tiempo sin hablar con otro ser humano, y las obsesiones le impedían pensar en otra cosa que no fuera seguir pensando, meditando, deduciendo y analizando.
―Hola.
―¿Cómo sabes que vivo aquí? ―le preguntó David a José, cuya sonrisa de bienvenida se había borrado al ver el rostro enfermizo de su amigo.
―Cuando alguien dice «hola», lo normal es que la otra persona devuelva el saludo ―le recriminó José―. ¿Y qué has estado haciendo? Parece que no hayas visto la luz del Sol en años.
―Estoy bien.
―Si tú lo dices…
―¿Qué tal está Alicia? ―preguntó el detective, cambiando de tema.
Poco después de que se colgaran los documentos de OutLeaks, David organizó a José y a Alicia para crear un periódico digital que sirviera de filtro y consiguiera la difusión de documentos relacionados con España. En pocos días, la noticia de que las discográficas presionaban al Gobierno Español y a la Unión Europea para ilegalizar el Partido Pirata se hizo patente en muchos medios. El rumor de que el Estado estaba implicado en la muerte de Ramón Cirera se propagó como la pólvora.
―Bien, ilusionada con el proyecto ―dijo el joven―. El Diari-Leaks sigue en funcionamiento, sobre todo gracias a las generosas inversiones que nos proporcionas.
―No te confundas ―dijo David, invitando a su amigo a entrar en la casa―. El dinero me lo da a mí el Jefe. Y la verdad, no sé muy bien de dónde diablos lo saca, pero tampoco me importa.
―¿Qué has estado haciendo estos diez días? No he sabido nada de …―al ir avanzando por la casa, José se fue dando cuenta de que las paredes estaban llenas de notas, fotos, líneas que unían diferentes hojas pegadas con celo creando esquemas y recortes de periódicos.
―Investigar.
―Estás como una cabra ―le soltó José, asombrado―. ¿Y qué se supone que buscas?
―WP.
―¿WP?
―Sí ―David se acercó a una foto que tenía frente a sí. Se veía una chica sonriente, de ojos abiertos y de un verde iluminador, de piel sonrojada y pelo despeinado y rubio. Nadia…
―¿Qué es eso?
―Ni idea ―David se giró hacia José, mirándole con abatimiento, y los ojos muy quietos―. No he descubierto nada. Ni siquiera sale en OutLeaks.
―¿Estás seguro?
―Sí, totalmente ―dijo David.
―Vaya…
―Ven a desayunar conmigo ―le pidió a José.
―De acuerdo, pero antes dime una cosa.
―¿Qué?
―¿No has hecho nada más durante todo este tiempo?
―He resuelto uno de los casos más extraños de mi vida ―dijo David, con picardía.
―Tampoco llevas tanto tiempo resolviéndolos…
―Éste ha sido bastante peculiar ―dijo David, justo antes de comer un pedazo de chocolate―. ¿Sabías que el chocolate incrementa la felicidad, literalmente? Al ingerirlo, actúa como precursor de la serotonina, que es lo que hace cualquier antidepresivo. Hay quién dice que puede compararse con la sensación de enamoramiento.
―David, tío ―José se llevó las manos a la cabeza. Odiaba que su amigo cambiara de tema repentinamente, cosa que hacía con frecuencia y sin venir a cuento―. Me los dicho miles de veces.
―¡Te he dicho chorricientas mil veces que no exageres! ―José y David se rieron, y el joven detective empezó a quitar la piel a las mandarinas.
―Tienes que salir más.
―No hasta que descubra algo, y sé que estoy cerca, ¡lo noto! ―David estaba muy serio y concentrado. En pelar las mandarinas, claro.
―¿Me vas a contar ese caso tan chungo?
―A propósito, ¿qué piensas de Alicia?
―¡Joder, deja de cambiar de tema!
―Ehh, tranquilo ―dijo David, con un gajo en la boca. Adoraba su sabor ácido y dulce―. Tan sólo era una pregunta…
―Pues me parece una chica muy maja, y el acento peruano mola. ¿Sabes lo que es una huachafería?
―Sí, algo cursi ―José se sorprendió de que lo supiera―. Me gustan los libros de Mario Vargas Llosa ―aclaró―. ¿De qué estaríais hablando para que surgiera ese término?
―Le dije que tenía la piel suave como el lino.
―Ya veo…
―¿A dónde quieres llegar? ―preguntó José, algo irritado al ver la media sonrisa de David, abstraído en su pensamientos.
―Creo que sientes algo por ella.
―Tonterías.
―Ya, ya …―se burló David.
―Y ahora que lo dices, como los dos estamos aquí y no vamos a ver a nuestras respectivas familias, hemos quedado ella y yo esta noche.
―Espléndido ―dijo David―. ¿Pero por qué tendríais que ver a vuestras familias?
―Hoy es 24 de Diciembre ―dijo José, como quien dice que cada mañana sale el Sol o que los objetos caen al suelo por la gravedad―. Nochebuena.
―Curioso. ¡Qué rápido pasa el tiempo!
―¿Podemos volver al tema del caso?
―Por supuesto, ya hablaremos más tarde de nuestra amiga peruana y las cosas que me ha estado contando estos días… ―José escupió de golpe la leche que estaba bebiendo, ensuciando la mesa con manchas blancas―. No pasa nada, ahora lo limpio. Ya está. Verás, resulta que…