David nació en una familia de clase media, de madre enfermera y padre reparador de electrodomésticos. El padre perdió su trabajo cuando tenía treinta años y no consiguió encontrar otro, por lo que se dedicó a mantener la casa y a cuidarlo a él y a su hermano pequeño.
Fue concebido entre discusiones, ya que su padre, Francisco, odiaba a la familia de su madre, que lo veían a él como un inútil, un fracasado y un vividor. En realidad lo despreciaban por su forma de vestir: ropa oscura y juvenil, pendientes y barba recortada. Desde que tenía consciencia, David recordaba haber visto a sus padres discutiendo por los más diversos y estúpidos temas, con voz alzada y tono agresivo. No era algo que le gustara rememorar.
El nacimiento de su hermano pequeño sólo empeoró las cosas, ya que las continuas peleas fraternales provocaban una atmósfera todavía más tensa en su hogar. Su madre, Irina, amenazó varios veces con el divorcio, pero nunca llegó a materializar ese propósito. Empezaron a aislarse de la familia de Irina y, al dedicarse a sus obligaciones, perdieron el contacto con muchos de sus amigos. Francisco era ahora un hombre amargado e histérico.
En este clima de discusiones y peleas se crio David, que intentaba evadirse de su aciaga realidad escapando al mundo que los libros le ofrecían. Se llevaba mal con sus compañeros de clase y no comprendía por qué se metían con él. Más tarde comprendió que la violencia y la estupidez eran constantes en las actuaciones de eso bichos llamados homo sapiens sapiens.
Cambió varias veces de colegio, huyendo del acoso escolar a edades francamente tempranas. «Cuando tenía siete años ―recordaba ― siempre me pegaban al salir de clase. Sobre todo un niño llamado Felipe. Jamás olvidaré esas palizas».
Además, su salud era muy frágil. Padecía de asma, se resfriaba sin parar y cada año engordaba más (posiblemente debido a la ansiedad). A los ocho años lo tuvieron que ingresar de urgencia al sufrir una crisis asmática, pasando casi una semana en el hospital en el cual trabajaba su madre.
Odiaba el deporte y los animales. No sabía nadar ni montar en bicicleta, y tenía un miedo irracional a los perros: cada vez que se cruzaba con un can de tamaño considerable en la calle, salía corriendo como si hubiera visto un fantasma…
… Aunque el animal fuera inofensivo y estuviera atado.
A la edad de diez años, le realizaron un test de inteligencia y el resultado fue inesperado. Tenía una inteligencia por encima de la normal, con un Coeficiente Intelectual de 160 (cuando lo corriente es 100). Pero él se seguía sintiendo como un excremento, siendo su único deseo el poder escapar de las pesadillas que vivía cada día.
Si no hubiera sido por Julio Verne, Conan Doyle, J.K. Rowling y algunas series de dibujos animados japoneses, quizá su estado de odio al mundo y tristeza existencial habría desembocado en una depresión suficientemente grave como para que se suicidara…