55

A veces, las personas desaparecen delante de nuestros propios ojos. A veces, las personas te descubren de repente, aunque te hayan estado mirando todo el tiempo. A veces, nos perdemos de vista a nosotros mismos cuando no prestamos suficiente atención.

Días después, cuando me sentí con fuerzas para salir a la calle con las muletas, bajo la atenta mirada de Gregory y de mis padres, crucé la calle renqueante hasta casa de la señora Butler. Llevaba la fotografía de su hija en el bolsillo. El farol del porche emitía un cálido resplandor naranja encima de la puerta y me atrajo como una polilla seducida por el calor. Respiré profundamente y llamé a la puerta: sentía que era mi responsabilidad y sabía que había esperado mi vida entera a que llegara ese momento.

Todos nos perdemos en alguna ocasión, sea por decisión propia o debido a fuerzas que escapan a nuestro control. Cuando descubrimos lo que nuestra alma necesita aprender, el camino de vuelta se presenta por sí mismo. A veces vemos la salida, pero seguimos avanzando y ahondando a pesar de nosotros mismos: el miedo, la rabia y la tristeza nos impiden regresar. A veces preferimos permanecer perdidos y errantes, ya que suele resultar más fácil. Otras veces hallamos la salida. Pero, pase lo que pase, siempre nos acaban encontrando.