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Jack apuró pausadamente su tercera taza de café y miró la hora.

Las diez y cuarto.

Sandy Shortt llegaba tarde. Jack movía las piernas nerviosamente debajo de la mesa, su mano izquierda tamborileaba sobre la madera y con la derecha pidió otro café. Mantenía una actitud positiva. Ella estaba de camino. Seguro que vendría.

A las once la llamó a su teléfono móvil por quinta vez. Sonó y sonó y, finalmente:

—«Hola, soy Sandy Shortt. Siento no poder atenderte en este momento. Deja un mensaje y te devolveré la llamada en cuanto pueda. Piip.»

Jack colgó.

Las once y media, dos horas de retraso. Y una vez más Jack escuchó el mensaje de voz que Sandy le había dejado la noche anterior:

—«Hola Jack, soy Sandy Shortt. Llamo para confirmar nuestra cita de mañana a las nueve y media en el Kitty's Café de Glin. Salgo esta noche en coche. —Su tono se suavizó—: Como ya sabes, me cuesta dormir —soltó una risita—, así que llegaré mañana temprano. Después de todas nuestras conversaciones tengo muchas ganas de hablar contigo en persona. Y, Jack —hizo una pausa—, prometo hacer cuanto esté en mi mano para ayudarte. No vamos a fallarle a Donal.»

Las doce; Jack lo escuchó otra vez.

A la una, después de un montón de tazas de café, los dedos de Jack dejaron de tamborilear y se cerraron en un puño sobre el que apoyó la barbilla. Había notado la mirada del dueño de la cafetería clavada en su espalda mientras pasaban las horas y él seguía sentado esperando, nervioso, comprobando la hora y sin ceder la mesa a un grupo dispuesto a gastar más dinero que él. Las mesas se llenaban y vaciaban a su alrededor, él levantaba la cabeza de golpe cada vez que sonaba la campanilla de la puerta. No sabía qué aspecto tenía Sandy Shortt; lo único que le había dicho era que no le pasaría desapercibida. No sabía a qué atenerse, pero cada vez que la campanilla tintineaba, la cabeza y el corazón se le llenaban de esperanza, hasta que la mirada del recién llegado pasaba de largo y se detenía en otra persona.

A las dos y media, la campanilla volvió a sonar. Tras cinco horas y media de espera, sólo el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose detrás de Jack.