Capítulo 22

Antes


Emma daba vueltas por la habitación. Las cosas no estaban saliendo como había planeado. Para nada. Maldita sea. Aparte del enorme arrebato de Theo en la guardería y de que la inspectora Melanie Sanders estuviera de nuevo metiendo las narices, un correo de parte de su abogado esa mañana había confirmado sus peores temores.

¿Theo no iba a dejar de ser nocivo para ella? Además, tendría que encontrar la manera de convencer al personal de la guardería de que lo volvieran a admitir. ¿Cómo iba a conseguir hacerlo todo si no lo readmitían?

Emma se tocó el bolsillo. No tenía el móvil. Miró por la cocina y frunció el ceño al no recordar dónde lo había puesto. El enfado comenzó a burbujear en su estómago mientras se dirigía a por el portátil. Tenía un segundo correo de su abogado. Esa vez era una factura con la que la presionaba para que le pagara el trabajo realizado hasta la fecha. Fantástico… Movió la boca hacia un lado, ignoró la maldita factura y envió una respuesta al primer correo.

«Tiene que haber algo que podamos hacer con respecto al testamento. No es justo. ¡Es una vergüenza! Tenemos que recusarlo. Ponte a ello inmediatamente, por favor…».

Entonces, Emma comenzó a revolver las revistas y los papeles de la encimera de la cocina, buscando el móvil. Intentó recordar cuándo había sido la última vez que lo había usado… ¿Al hablar con Sophie? Hizo una pausa para pensar dónde estaba en ese momento. Sí, ya se acordaba: en la habitación del piso superior.

Emma se apresuró escaleras arriba hasta llegar al descansillo, desde donde vio la puerta entreabierta y a Theo sentado en el suelo del cuarto. Estaba de espaldas a ella, agachado sobre algo. Se movió con mucho más cuidado, dando las gracias por tener una moqueta gruesa, y se inclinó hacia delante para sorprenderlo.

—¿Qué narices estás haciendo, Theo? —Emma extendió el brazo sobre su regazo y le cogió el móvil. Miró la pantalla, en la que aparecía la fotografía que le había hecho a Sophie en Cornualles. El zoom la había pixelado un poco, pero estaba bastante claro…

—Solo quería jugar al juego de las serpientes…

—Sabes que no puedes usar mi móvil a menos que te lo diga yo. ¡Cómo te atreves!

La cara de Theo estaba blanca por el susto, pero a Emma le dio igual. Miró de nuevo a la pantalla y pensó a toda velocidad.

—De acuerdo, estabas mirando mis fotos. ¿Qué has visto?

—Nada.

—Eso no es así, ¿no, Theo? Tienes que decirme la verdad. Sé cuándo me estás mintiendo.

Se produjo una larga pausa en la que Theo no pestañeó.

—Por favor, no te enfades otra vez. Solo he visto la foto de la mamá de Ben. Solo eso. Con su nueva amiga en la playa. No he mirado las demás. Estaba en la pantalla cuando he cogido el móvil. No quería mirar tus fotos. Solo quería jugar al juego de las serpientes… —Estaba empezando a llorar, pero a Emma le volvió a dar igual. Eso era serio.

Se agachó frente a su hijo y acercó su cara a la de él hasta que sus narices casi se tocaban.

—¿Has visto todos esos policías en Tedbury?

Theo asintió con los ojos muy abiertos.

—Coger algo de alguien sin su permiso es robar. Y robar va en contra de la ley. Todo lo que tengo que hacer es decirle a la policía que has mordido a un niño, lo que es agresión, y que me has quitado el teléfono, lo que es robar. ¿Sabes qué harán? Volverán a Tedbury y te llevarán lejos para encerrarte en algún lugar oscuro. ¿Me entiendes?

Theo estaba llorando, pero Emma no había terminado.

—Si le dices a cualquiera lo de la fotografía de la mamá de Ben, se lo diré a la policía.

No recibió respuesta, solo sollozos. Theo tenía los ojos cerrados mientras Emma mantenía su cara muy cerca de la suya.

—No… digas… ni… una… palabra, Theo, ¿me entiendes?