Capítulo 23


–Ven conmigo a Kentucky -le rogó Devon-; sólo serán unas semanas.


–Cariño, no puedo. Estoy negociando la venta de los edificios de la calle Treinta y seis.

Devon se paseaba frente al escritorio Chippendale de la oficina de John. A veces pensaba que este cuarto era el único en el que John se sentía realmente bien en su casa de Willowbrook. Era un cuarto típicamente masculino, con muebles de cuero verde oscuro y estanterías llenas de libros.

–Pero Firefly y Fearless Leader van a correr en el Blue Grass Stakes. Y vamos a las subastas de Keeneland. Esta caballeriza también es un negocio.

Devon se detuvo frente a John y colocó las manos en las caderas, en una pose de total frustración.

–Todos van a estar en Kentucky para el Derby. Los Whitney, los Cooper…, todos.

John sonrió de forma algo indulgente.

–No te negaré que vayan a ir algunos, sobre todo los que se ocupan de caballos.

–Esos son todos los que conocemos -dijo Devon enfáticamente.

–Siéntate, cariño. Me distraes cuando te mueves como un pato de madera en un juego de cacería.

Devon y John rieron de la comparación, aliviando la tensión que había surgido entre ellos.

–A veces, dices cosas de lo más gracioso -dijo Devon, sentándose en un sillón de cuero frente a su esposo-. Preferiría que no fumaras aquí, John. Es un hábito muy desagradable y deja mucho olor en el cuarto -dijo Devon con exasperación.

–No fumaré en ningún otro cuarto, Devon, pero éste es mi estudio, así que creo que puedo fumar aquí -dijo John con firmeza.

–¡Oh! Bien. No importa. Lo que estamos discutiendo es más importante que fumar. No puedo entender que siempre tengas tiempo para visitar a nuestros amigos en Oyster Bay o en cualquier otro lugar, pero que cuando se trata de dedicarle algún rato a los caballos, nunca parezcas tenerlo.

–Sabes que el tema de los caballos es en realidad tuyo.

–¡Por accidente! Tú no muestras interés -contestó Devon sentándose en el borde del sillón e inclinándose hacia John.

–Para ser sincero, no me interesa tanto como a ti -dijo John reclinándose en su sillón y aspirando una larga bocanada de humo azul.

Devon miró el humo que hacía remolinos y se escapaba por una ventana abierta.

Con los ojos de nuevo fijos en John, dijo:

–Estaré en Kentucky casi seis semanas si Firefly corre bien en el Blue Grass Stakes.

–Entonces, estarás ocupada entrenándola cada día y mi presencia será una carga.

–¿Cómo puedes decir eso? – gritó Devon, levantándose y yendo a sentarse en el regazo de John. Una vez allí, rodeó su cuello con los brazos y murmuró-: Tu presencia nunca podría ser una carga. Te echo mucho de menos cuando estamos separados. – Se retiró un poco y añadió-: Además, sabes todo sobre las carreras. Podría necesitar tu consejo.

John echó la cabeza hacia atrás y dijo:

–¡Qué argumento tan romántico!

Devon estudió a John. Algo andaba mal entre ellos y no sabía lo que era. La mayor parte del tiempo, él se mostraba alejado, preocupado. A veces, era tan afectuoso como siempre, pero no había reiniciado las relaciones sexuales desde que ella le había dicho lo del bebé. Sin embargo, había parecido estar muy contento cuando ella se lo contó.

Devon quería preguntarle qué le pasaba, pero temía enfrentarse al tema. Tenía miedo a descubrir algo que pudiera deprimirla. Era más fácil dejar correr el asunto y esperar que pasara.