–Cariño, no puedo. Estoy negociando la venta de los edificios
de la calle Treinta y seis.
Devon se paseaba frente al escritorio Chippendale de la
oficina de John. A veces pensaba que este cuarto era el único en el
que John se sentía realmente bien en su casa de Willowbrook. Era un
cuarto típicamente masculino, con muebles de cuero verde oscuro y
estanterías llenas de libros.
–Pero Firefly y Fearless Leader van a correr en el Blue Grass
Stakes. Y vamos a las subastas de Keeneland. Esta caballeriza
también es un negocio.
Devon se detuvo frente a John y colocó las manos en las
caderas, en una pose de total frustración.
–Todos van a estar en Kentucky para el Derby. Los Whitney,
los Cooper…, todos.
John sonrió de forma algo indulgente.
–No te negaré que vayan a ir algunos, sobre todo los que se
ocupan de caballos.
–Esos son todos los que conocemos -dijo Devon
enfáticamente.
–Siéntate, cariño. Me distraes cuando te mueves como un pato
de madera en un juego de cacería.
Devon y John rieron de la comparación, aliviando la tensión
que había surgido entre ellos.
–A veces, dices cosas de lo más gracioso -dijo Devon,
sentándose en un sillón de cuero frente a su esposo-. Preferiría
que no fumaras aquí, John. Es un hábito muy desagradable y deja
mucho olor en el cuarto -dijo Devon con
exasperación.
–No fumaré en ningún otro cuarto, Devon, pero éste es mi
estudio, así que creo que puedo fumar aquí -dijo John con
firmeza.
–¡Oh! Bien. No importa. Lo que estamos discutiendo es más
importante que fumar. No puedo entender que siempre tengas tiempo
para visitar a nuestros amigos en Oyster Bay o en cualquier otro
lugar, pero que cuando se trata de dedicarle algún rato a los
caballos, nunca parezcas tenerlo.
–Sabes que el tema de los caballos es en realidad
tuyo.
–¡Por accidente! Tú no muestras interés -contestó Devon
sentándose en el borde del sillón e inclinándose hacia
John.
–Para ser sincero, no me interesa tanto como a ti -dijo John
reclinándose en su sillón y aspirando una larga bocanada de humo
azul.
Devon miró el humo que hacía remolinos y se escapaba por una
ventana abierta.
Con los ojos de nuevo fijos en John, dijo:
–Estaré en Kentucky casi seis semanas si Firefly corre bien en el Blue Grass
Stakes.
–Entonces, estarás ocupada entrenándola cada día y mi
presencia será una carga.
–¿Cómo puedes decir eso? – gritó Devon, levantándose y yendo
a sentarse en el regazo de John. Una vez allí, rodeó su cuello con
los brazos y murmuró-: Tu presencia nunca podría ser una carga. Te
echo mucho de menos cuando estamos separados. – Se retiró un poco y
añadió-: Además, sabes todo sobre las carreras. Podría necesitar tu
consejo.
John echó la cabeza hacia atrás y dijo:
–¡Qué argumento tan romántico!
Devon estudió a John. Algo andaba mal entre ellos y no sabía
lo que era. La mayor parte del tiempo, él se mostraba alejado,
preocupado. A veces, era tan afectuoso como siempre, pero no había
reiniciado las relaciones sexuales desde que ella le había dicho lo
del bebé. Sin embargo, había parecido estar muy contento cuando
ella se lo contó.
Devon quería preguntarle qué le pasaba, pero temía
enfrentarse al tema. Tenía miedo a descubrir algo que pudiera
deprimirla. Era más fácil dejar correr el asunto y esperar que
pasara.