Capítulo 62


–Parece que tenías razón respecto a Carte Blanche -dijo Jeremiah a Francesca a la mañana siguiente. El potrillo francés había derrotado a Roll the Dice en una victoria sorprendente que había sido un duro golpe para todos los que habían apostado por éste.


Jeremiah, Jesse, Kelly y Francesca estaban de pie junto a la cerca blanca, observando el ejercicio matutino. Tenían la mirada puesta en Devon, que montaba a Roll the Dice. Cuando una inversión grande como ésa fallaba en una prueba crucial, la dueña de Willowbrook quería conocer por sí misma la razón.

–Creí que la carrera era mía -suspiró Kelly, pasándose la mano por el mentón-. Desde el comienzo, íbamos por delante con una ventaja de dos cabezas.

–Y la verdad es que Carte Blanche estaba quedándose atrás. En ese momento pensé que ya había perdido -gruñó Jesse.

Jeremiah echó un vistazo a la revista Racing Form que tenía en la mano. Una vez más, leyó en voz alta el artículo que describía detalladamente cómo Carte Blanche había humillado a Roll the Dice: «Carte Blanche llevaba casi 10 metros de retraso y, cuando ya parecía que Roll the Dice iba a ganar la carrera, el potro francés arremetió… Me adelantó a tal velocidad que pensé que era una bala dijo el jockey Willy Shoemaker, que montaba a Galant Man».

–¡Mierda! ¿Por qué ha tenido que decir eso? – se quejó Kelly.

–Porque es verdad -dijo Francesca.

Kelly se puso la mano en la frente en un gesto de frustración.

–¡No entiendo lo que ocurrió!

Como respuesta, Jeremiah leyó en voz alta: «En los últimos 50 metros, el jockey de Carte Blanche, Benito Rodríguez, sabía que había ganado. Miró por encima de su hombro y no vio a ningún competidor. De este modo, el desconocido francés galopó hacia uno de los más…».

El grupo gimió al unísono, interrumpiendo a Jeremiah, en el momento en que Devon se acercaba a ellos.

–Veo que estáis leyendo la revista Racing Form -dijo con tristeza.

–Sí-dijo Jeremiah moviendo la cabeza- ¿Tienes alguna idea, ahora que lo has montado por la pista?

–Sí, creo que puede ser un caballo muy bueno para carreras cortas. La carrera de ayer debe de haber sido demasiado larga.

–Eso me temía -dijo Jeremiah suspirando-, pero no quería decir nada hasta que lo hubieses montado. También podría ser que se acobardase al verse entre competidores. Siempre ha estado tan por delante de los demás, que no hemos podido ver si eso sucedía en el pasado.

–No lo parecía en los entrenamientos. Y ha corrido mucho en las prácticas -señaló Francesca.

–Los caballos parecen darse cuenta de la diferencia entre una práctica y una carrera -dijo Jeremiah.

–Bueno, son dos posibilidades distintas y podemos considerarlas ambas, pero es preciso que identifiquemos el verdadero problema -dijo Devon

Jeremiah se volvió hacia su hijo.

–Jesse, tal vez podrías pasar los próximos dos días trabajando en esto con Francesca. Tengo que concentrarme en la preparación de Willow the Wisp para la carrera del sábado. – Era habitual entre los propietarios de caballos de carreras incluir la referencia de la caballeriza en los nombres de los caballos. Por lo tanto, para los que pertenecían al mundo de los caballos, este nombre significaba que la yegua pertenecía a Willowbrook.

–Quiero ver el libro de condiciones de las carreras de la semana próxima -dijo Devon a Jeremiah- Dada esta circunstancia, puede que tengamos que alterar el orden de intervención de nuestros caballos.

El secretario de las carreras de cada hipódromo escribía su libro de condiciones. En él, describía las condiciones que debían tener los caballos para poder participar en las carreras que iban a correrse en el futuro inmediato, generalmente, en una o dos semanas. La participación podía restringirse a caballos de cierta edad, sexo o cantidad de triunfos. En los libros de condiciones se especificaba también la extensión de cada carrera. Había también carreras para doncellas, esto es, caballos que nunca habían ganado. Un caballo «perdía la doncellez» cuando ganaba su primera carrera.

Uno de los secretos del éxito de Willowbrook era que Devon y Jeremiah estudiaban cuidadosamente los libros de los hipódromos de todo el país, y luego enviaban sus caballos a las competiciones apropiadas. Su récord de triunfos reflejaba la extremada selección de las carreras. Por lo tanto, incluso los caballos menos dotados de Willowbrook tenían plusmarcas de triunfo muy superiores al promedio. Los que no ganaban, pero tenían buen pedigrí, se vendían o se utilizaban para la crianza.


Mientras Francesca y Jesse regresaban a los establos, Devon y Jeremiah fueron hacia las oficinas del preparador a estudiar los libros de condiciones.

Cuando llegaron a la modesta casilla blanca, Jeremiah indicó a Devon que esperase fuera.

–Traeré un par de sillas. Éste puede ser el hipódromo más hermoso del país, pero las oficinas son iguales en todas partes.

Devon rió bajito, pensando en la lujosa casa que Jeremiah tenía en Virginia.

–No estás acostumbrado a vivir así, ¿verdad?

–Siempre tengo que ir a hipódromos que están lejos de casa, pero eso no significa que me guste. Irma mantiene la casa bastante mejor.

Jeremiah entró en el local; unos segundos después regresaba con dos sillas de metal de cocina con acolchado de plástico.

Devon se lo agradeció y se sentó.

–Hablando de tu familia, iba a felicitarte por Jesse. Está haciendo un trabajo estupendo. Tiene tu estilo con los caballos.

Jeremiah se sentó en la otra silla moviendo la cabeza.

–Me gustaría que se tomara un descanso para ir a la universidad.

–¿No quiere hacerlo?

–Cree que es una pérdida de tiempo. Siempre dice que yo triunfé sin necesidad de ir a la universidad. ¿Cómo puedo discutírselo?

–Sin embargo, me has dicho que tiene buenas notas. No tendría ningún problema para entrar en la universidad -aclaró Devon.

–No le interesa. – Dejó caer la mano en un gesto de impotencia- ¡Ah! ¿Para qué hacerse tanto problema con estos chicos? Hacen lo que quieren.

–Puedes negarte a darle un empleo en Willowbrook hasta que termine sus estudios -dijo Devon- Ya sabes que eso depende de ti.

Jeremiah la miró con aprecio y sonrió.

–Lo sé. Y seguramente a su madre le gustaría que lo hiciera. Pero temo que, en ese caso, se iría a trabajar a otra parte.

La mirada de Devon se nubló y se dio la vuelta para mirar de frente a su amigo.

–En otra parte no tendría las mismas oportunidades de ascender. Tú lo sabes y él también.

Jeremiah comprendió el significado de las palabras de Devon.

–El mundo no ha cambiado mucho en este negocio, ¿verdad? El Consejo Nacional de Afroamericanos no ha influido demasiado en el trato que recibimos a diario. Después de que ganase el Derby, ¿lo recuerdas?, todos los propietarios blancos querían que me fuese a trabajar para ellos, por supuesto. Me estrechaban la mano, me palmeaban en la espalda, me enviaban champán y cosas por el estilo. Uno llegó a mandarme a una mujer, ¿te lo había contado? – Devon movió la cabeza negativamente-. De todos modos, al poco tiempo, desistieron. Sabían que te sería leal. Empezaron a llamarme el chico de Devon. Seguramente todavía me llaman así. Los blancos ni siquiera saben por qué nos consideran inferiores. ¿Porque somos inferiores? Yo demostré ser superior a todos los demás jockeys. ¿De verdad piensan que el color de la piel de un hombre determina lo que está en su interior? – La voz de Jeremiah estaba impregnada de tranquila angustia-. Eres blanca, dímelo tú -añadió.

–No… no lo sé. – Devon se sentía perdida. Le avergonzaba que muchas de las personas que habían tratado así a Jeremiah fueran amigos suyos. No obstante, si decidía eliminar a los amigos en función de sus prejuicios raciales, no le iba a quedar casi ninguno. Todo lo que podía hacer era dar oportunidades a la gente que trabajaba para ella, sin tener en cuenta su color. Pero ¿qué significaba ese pequeño gesto en un mundo lleno de prejuicios? No cambiaba para nada el estado de las cosas. Devon dijo pensativa-: Tal vez cambiarían un poco las cosas en este negocio si pudiéramos conseguir que Jesse trabajara de aprendiz en otra granja. Tiene tanto talento…

–¿Quieres decir para que tus amigos puedan darse cuenta de que no soy una excepción? ¿Un negro mutante que resultó ser inteligente? ¿Que de hecho existen dos y probablemente alguno más? – preguntó Jeremiah con amargura.

–¡Jeremiah! Nunca has hablado como hoy, con tanto… cinismo.

–Devon, no hay un solo negro en Norteamérica que no sea cínico. A menos que sea un completo idiota. ¿Sabes cuál es mi mayor vergüenza? – Devon movió la cabeza, indicando que podía continuar- ¿Recuerdas esa noche, cuando tú, una mujer blanca, me salvó del Klan?

–Pero Jeremiah, ni siquiera fueron a tu casa después de marcharse de la mía.

–Porque te tenían miedo, Devon. Yo estaba en su agenda, pero no habrían sido tan civilizados -dijo esta palabra de forma sarcástica- conmigo como lo fueron contigo. Tu nombre tiene mucho peso. Tú tienes poder. Poder para hacerles daño. Yo puedo tener mucho dinero, puedo tener un arma, pero, sin embargo, no tengo poder; y lo que más me apena de todo esto es que no veo que las cosas vayan a ser diferentes para mi hijo.

–Entiendo a qué te refieres. Ser mujer significa tener que demostrar constantemente lo que eres capaz de hacer.

Nunca eres tomada en serio. Nunca te dan las mismas oportunidades que a un hombre.

Jeremiah movió la cabeza negativamente.

–No es lo mismo. En todo caso, no para una mujer nacida en una familia como la tuya.

–No, no exactamente -concedió Devon- Pero ¿crees que cualquier otro daría a Francesca la oportunidad de ser jockey? No, la dejarían entrar en los clubes, lo reconozco. Pero ¿la contratarían? No lo creo.

–Está bien, comprendo a lo que te refieres -admitió Jeremiah-. Hay discriminación, aunque no es lo mismo que la humillación cotidiana a la que va a tener que enfrentarse mi hijo.

–Lo sé -dijo Devon-, pero podrías participar más activamente en el movimiento por los derechos civiles. Intentar cambiar las cosas.

–No sabría decirte la cantidad de dinero que he dado al Consejo Nacional de Afroamericanos.

–Pero supongo que se puede hacer algo más, ¿no?

–Claro -dijo Jeremiah tranquilamente- Creo que en realidad nunca he hecho nada. Espero que Jesse sea diferente. Hasta el momento, sin embargo, no he visto ninguna señal de ello. Tal vez estemos demasiado protegidos en Willowbrook. Cuando leo un libro, puedo hablar contigo o con Irma al respecto, intercambiar opiniones. A ti no te sorprende que sepa leer, ni te sorprende lo que leo. Me tratas con respeto. Pero de vez en cuando tengo que dejar nuestro mundo. Y en el hipódromo todos son bastante desagradables entre sí, sin importar el color.

Devon se rió.

–Tienes toda la razón.

–Así que estoy ante un verdadero conflicto. Dejar que Jesse permanezca en Willowbrook, donde estará protegido, o hacer que salga al mundo real, donde pueden hacerle daño. En el mundo real, es probable que tenga la oportunidad de cambiar las cosas algo más de lo que yo lo he hecho.

–¡Jeremiah, no estás siendo justo contigo mismo! – exclamó Devon-. Has hecho historia como jockey y la estás haciendo de nuevo como preparador y entrenador.

–No ha hecho que las cosas cambiasen -argumentó -La verdad es que no lo sabes. El cambio puede ser lento. Eso no significa que nunca vaya a llegar.

–¡Ah! – abrió la boca expresando firme incredulidad-. Siempre voy a ser el chico de Devon.