—Sebastián, ¿estás despierto?
—Estoy soñando, Agustín… ¿Puedo soñar con Verret?
—Puedes, Sebastián, pero no debes. Mira, cuando tocaba acordes muy abiertos, las manos de Verret parecían dos pulpos, estiraba los dedos como de allí hasta aquí.
—Dos pulpos pecositos.
—Exacto. Dos pulpos grandiosos.
—¿Dónde vive Verret, Agustín?
—Quién sabe. Estuvo un tiempo en Brasil, vivió unos meses por allá con alguien, pero habrá vuelto a Sidney. ¿Vas a seguir durmiendo?
—Depende. Si me traes lectura, me quito el antifaz.
—Pues ve quitándotelo, loco. Aquí te dejo estos papeles… ¿Seguro que estás despierto?