XX

Tumba de Esietes – Túmulo de Batiea o tumba de la amazona Mirina – Udjek Tépé no puede ser la tumba de Esietes – Cementerios turcos llenos de viejas sepulturas – In Tépé o tumba de Áyax – Ruinas de Retio – Razones por las cuales el suelo de la llanura de Troya no puede ser de formación aluvial – Grandes lagos junto a la ribera del mar – Rapidez de la corriente del Helesponto – Túmulos de Patroclo, de Antíloco y de Aquiles – Ruinas de la ciudad de Aquileio – Ciudad de Sigeo – Visita y sacrificios de Alejandro Magno y de Caracalla a la tumba de Aquiles

Estrabón (XIII, 1, p. 109, edición Tauchnitz) cita todavía como prueba, contra la identidad de Ilium-Novum con la Ilium de Príamo, los versos (Ilíada, II, 791-794):

Había tomado la voz de Polites, hijo de Príamo, que fiado en su velocidad se apostaba como vigía de los troyanos sobre la cúspide de la tumba del anciano Esietes, acechando cada vez que los aqueos partían de las naves.

Estrabón añade que, si Troya ocupaba el emplazamiento de Ilium-Novum, Polites habría podido observar los movimientos de los griegos en los navíos mejor desde lo alto de Pérgamo, que de la tumba de Esietes, situada en el camino de Alejandría-Troas, a 5 estadios (925 metros) de Ilium-Novum.

En su suposición Estrabón tiene perfecta lógica: pero él evidentemente ha sido inducido a error por Demetrio de Escepsis sobre la identidad de ese túmulo con la tumba de Esietes. Como Estrabón sostiene que se encontraba a 5 estadios (o sea 925 metros) de Ilium-Novum en la ruta de Alejandría-Troas, estaba situada al sudoeste de Ilium, en el valle, a mitad de camino entre la ciudad y el Escamandro, y este lugar responde perfectamente a la ubicación del túmulo de Batiea o tumba de Mirina cuya posición está indicada por Homero en los hermosos versos (Ilíada, II, 811-815):

Hay delante de la ciudad una escarpada colina aislada en la llanura y accesible en todo su contorno, a la que los hombres llaman Batiea, y los inmortales tumba de Mirina, la de ágiles brincos. Allí fue donde entonces troyanos y aliados formaron en grupos.

Según Estrabón, esta Mirina era una de las amazonas (XIII, 4, p. 147) que asediaron Troya (Ilíada, III, 189-190; Heródoto, IX, 27).

Por su situación «apáneuthe» (de costado) en la planicie encerrada por la conjunción del Escamandro y del Simunte, el túmulo de Mirina estaba fuera de la línea de paso de las tropas griegas y troyanas, y es así como Homero no ha tenido ocasión de hablar de ésta más que una sola vez, en tanto que habla a menudo de la higuera y de la encina, porque estaban en el sitio de paso de los ejércitos.

Las inundaciones periódicas del Escamandro habrían poco a poco destruido y barrido el túmulo de Batiea ya que de éste no se ve ninguna traza.

El túmulo Udjek Tépé, en el cual, por un grave error, se quiere reconocer el monumento de Esietes, se encuentra también en la dirección de Hissarlik a Alejandría-Troas, no a 925 metros, sino a 7000 metros de Hissarlik, y a 12 000 del campamento griego. No se puede ver, a ojo desnudo de hombre, ni siquiera a la mitad de esa distancia, e incluso los navíos no parecen sino pequeños puntos.

El error de Estrabón es perdonable, porque él no hace más que repetir las mentiras interesadas de Demetrio de Escepsis; pero imperdonable es el error de los autores que creen en el dogma de la identidad de Bounarbaschi con el emplazamiento de Troya, autores que, después de haber visitado la planicie de Troya y de Udjek Tépé, todavía sostienen que ese monumentos puede ser la tumba de Esietes, desde donde Polites espiaba los movimientos de los griegos en sus naves.

Desafío a todos esos autores y defensores de un dogma absurdo a probar que jamás un mortal haya podido ver hombres a 6 kilómetros, la mitad de la distancia que separa Udjek Tépé del campamento griego al costado de Sigeo. Además, la distancia de Bounarbaschi a Udjek Tépé es de 6 kilómetros, en tanto que de Bounarbaschi al campamento griego en Sigeo hay 14 kilómetros. Verdaderamente nada más absurdo que imaginarse que Polites haya podido hacer 12 kilómetros (ir y volver) para estar a 12 kilómetros del campo griego en lugar de 14.

Debemos más bien situar la tumba de Esietes entre el vado del Escamandro y el campamento griego, pero tal vez a un kilómetro al noreste o al sudoeste fuera de la línea directa entre esos dos puntos; porque si se la hubiera sido encontrado en el teatro de las batallas y de las marchas de los ejércitos, Homero la habría mencionado más de una vez.

Creo a propósito de esto poder afirmar que el túmulo de Udjek Tépé, la pseudotumba de Esietes, que yo visité, es de forma cónica, como todos los túmulos de la planicie de Troya; tiene 25 metros de altura, y 130 metros de diámetro en su base. Uno puede hacerse una idea de la grandeza de esa tumba, si se piensa, como lo ha observado Lenz, que las casas más altas de París no tienen más de 22 metros de altura, y que hay pocas de ellas que tengan más de 22 metros de alto y de ancho.

No partí de Hissarlik, con mis obreros y mi guía, sino a las tres de la tarde, pasamos por las aldeas de Kalifatli y de Koumkévi, cuyos cementerios están repletos, en lugar de monumentos funerarios, de columnas y de esculturas de todo tipo, que han sido sacadas del emplazamiento de Ilium-Novum.

Seguimos luego el In Tépé Asmak, que es, lo repito, el brazo principal del Doumbrek-Sou (Simunte), y que, girando hacia el norte, toma ese nombre, In Tépé Asmak de la tumba de Áyax llamada In Tépé, cerca de la cual se lanza al mar.

Ese túmulo, situado a 600 metros de la costa, está hecho de tierra; lo hemos abierto, se ve en su parte inferior un largo pasaje abovedado, de 1,17 metros de altura por otro tanto de ancho, hecho de tejas; en su parte superior se ven dos muros, restos de un pequeño templo redondo, de 3,34 metros de diámetro.

Según Estrabón (XIII, 1, p. 103, edición Tauchnitz), ese templo contenía la estatua de Áyax, que fue robada por Marco Antonio y entregada a Cleopatra; pero fue restituida por Octavio-Augusto a los retios.

La albañilería de los muros es evidentemente romana; en efecto, leemos en Filóstrato (Heroica, I) que ese pequeño templo fue restaurado por el emperador Adriano. Plinio (V, 33) menciona que cerca de esa tumba había estado la ciudad de Eantium que, en su tiempo, ya no existía. Las arenas de la costa probablemente han invadido las ruinas de esa ciudad, porque de ésta no se advierte ningún vestigio.

En la colina más elevada del cabo Retio, que tiene alrededor de 50 metros de altura sobre el nivel del mar, parece haber estado situada la ciudad de Retio, «Roíteion pólis», porque la cúspide está cubierta de numerosos trozos de teja y de alfarería.

Seguí luego la costa hacia el oeste, hacia el promontorio de Sigeo, examinando atentamente la naturaleza del suelo para ver si, como lo pretende Estrabón, podría ser de formación aluvial posterior a la guerra de Troya.

En primer lugar la elevación gradual de toda la pendiente de la cadena de In Tépé me llevaba a mantener la idea de que allí jamás haya podido existir un golfo, y estaba plenamente convencido de esto cuando vi los bordes altos y escarpados del pequeño río In Tépé Asmak y del arroyo Kalifatli-Asmak, cerca de su desembocadura en un suelo pantanoso.

Si ese suelo era el producto de aluviones de las costas, los bordes de esas costas no podrían haber tenido una altura vertical de 2 a 4 metros en los sitios donde la tierra es pantanosa y muelle. Además, los grandes lagos de agua salada de inmensa profundidad, en la extremidad de la llanura, combaten enérgicamente la hipótesis de que la planicie de Troya, entera o en parte, haya podido estar formada por aluvión; porque si las costas hiciesen depósitos en provecho de la llanura, esos lagos deberían en primer lugar estar llenos. El gran Stomalimne, o lago o pantano del que habla Estrabón (XIII, 1, p. 103, edición Tauchnitz), todavía existe y no es, sin ninguna duda, ni más ni menos grande que en tiempos de Estrabón, porque el agua que se pierde de la laguna por la evaporación es reemplazada de inmediato por la infiltración del agua del mar; además, la corriente del Helesponto que corre con una rapidez de tres nudos por hora, se lleva la materia aluvial de los ríos y la deposita sobre los bajos fondos, a la izquierda, al salir del Helesponto, a algunos kilómetros de la llanura de Troya, y esa misma corriente siempre ha debido prevenir un crecimiento de la costa.

De ese modo lo que asegura Estrabón, que todo el espacio de terreno entre la costa de Hissarlik, y por consiguiente 4 kilómetros de largo por otro tanto de ancho, sea un producto aluvial posthomérico, es una hipótesis absurda; no se trata más que de una ficción inventada por Demetrio de Escepsis, para probar que Ilium-Novum no puede ser la antigua Troya.

Pasé el Escamandro sobre un puente de madera. Ese río tiene, hacia su desembocadura, un lecho muy ancho y muy profundo y bastante agua incluso en agosto. Su costa derecha es un montículo artificial de forma cónica, de 11 metros de alto y de 40 de diámetro en la base donde se ha excavado sin encontrar nada.

Me mostraron, a algunos metros de ese monumento, una elevación apenas perceptible del suelo, diciéndome que había habido en ese sitio un montículo cónico semejante, que se había despejado para ganar terreno. Esos dos túmulos cubrían probablemente las cenizas de Patroclo y de Antíloco.

Dos kilómetros más lejos, en la extremidad de la planicie, sobre una pequeña colina, que tiene un costado de 8 metros y del otro, 17 metros de altura, se encuentra otro túmulo funerario más grande que tiene 53 metros de diámetro en su base, en tanto que su altura, por cotejo con otras excavaciones que allí se han emprendido, ha sido reducida a 8,34 metros. Con razón se atribuye ese sepulcro a Aquiles, porque su ubicación responde perfectamente a las indicaciones que el alma de Agamenón da en el infierno a la de Aquiles, en los siguientes versos (Odisea, XXIV, 80-84):

Por encima de la urna, nosotros, el santo ejército de los valientes griegos, elevamos una tumba irreprochable, sobre la ribera que avanza en el ancho Helesponto, a fin de que a lo lejos sea visible en el mar, a los hombres que viven actualmente y a los que nacerán en el futuro.

El terreno inmediatamente al sur de ese túmulo está cubierto de restos de tejas y de alfarería de la antigua Aquileio, construida por los mitilenos (Estrabón, XIII, 1, p. 110, edición Tauchnitz). Los habitantes de esta ciudad hicieron, durante largos años, la guerra a los atenienses que ocupaban la ciudad de Sigeo, situada a un kilómetro de distancia, sobre la cima del promontorio del mismo nombre. Según Estrabón las dos ciudades fueron destruidas por los habitantes de Ilium-Novum. En su tiempo todavía existían ruinas de Sigeo, pero, como la moderna ciudad de Yénitchéri ha sido levantada sobre el emplazamiento de aquélla, toda traza de Sigeo ha desaparecido; también Plinio (V, 33) da cuenta de la desaparición de las ciudades de Sigeo y de Aquileio.

Los habitantes de Ilium-Novum hacían sacrificios funerarios no sólo a las tumbas de Aquiles, de Patroclo y de Antíloco, sino también a la tumba de Áyax (Estrabón, XIII, 1, p. 104). Alejandro Magno sacrificó allí, en el templo de Aquiles, donde había obtenido la victoria en la misma costa a la que él, Alejandro, se había dirigido para buscar la gloria (Plutarco, Vida de Alejandro; Cicerón, Pro Archia, 10; Eliano, V. H., 12, 7). Caracalla con su ejército hizo sacrificios fúnebres a Aquiles y carreras de armas en torno de su sepulcro (Dion Casio, LXXVII, 16).

Parece, de acuerdo con un pasaje de Herodiano (VI, p. 142), que, después de la visita de Caracalla a esa tumba, este emperador quiso tener su Patroclo para poder imitar los funerales que Aquiles hizo a su amigo.

Festo, el amigo íntimo de Caracalla, murió súbitamente, y Herodiano parece insinuar que murió envenenado. Entonces Caracalla le hizo hacer espléndidas exequias, imitando de manera perfecta las que Aquiles ofreció a su amigo Patroclo y que están descritas con tanta belleza y precisión en el canto XXIII de la Ilíada. Después Caracalla mandó elevar sobre las cenizas de Festo un túmulo cónico, semejante al de Patroclo. Supongo que es éste el túmulo llamado Agios Démétrios Tépé, en la costa elevada del mar Egeo, a 4 kilómetros al sur de Sigeo. Estoy sorprendido al ver que el señor Mauduit haya podido reconocer esa tumba en aquella de In Tépé que la tradición designa como la tumba de Áyax, y que haya sido inducido a error por el enyesado romano que allí se encuentra. Este enyesado proviene sin ninguna duda de la restauración hecha por Adriano, de la que ya hablé.

Para volver a la gran tumba, situada en el extremo del cabo Sigeo, en toda la antigüedad se tenía la convicción de que era el sepulcro de Aquiles, y esta convicción estaba fundada tanto en el perfecto acuerdo de la localización de ese túmulo con la ubicación del campamento de Aquiles en el extremo derecho de la llanura, cuanto en la tradición mantenida entre los habitantes del país.