XV
Inscripción en caracteres desconocidos, que se vuelven legibles si se da la vuelta a la piedra – Exploración en torno del pretendido emplazamiento de Troya – Curso del Escamandro – El Kimar-Sou – El Doumbrek-Sou o Simunte – Ausencia de todo vestigio de Troya en las alturas de Bounarbaschi – Ruinas de una pequeña acrópolis – Antigua carretera
En muchos escritos sobre la planicie de Troya, se menciona una inscripción en cinco caracteres desconocidos, que se encuentra sobre la colina de Dédé, entre el Escamandro y Bounarbaschi; parece que se le da tal importancia a esta inscripción, que se la encuentra incluso en forma de viñeta en el mapa de Troya hecho por Spratt. Mi deseo por ver el original era tal, que quise ir esa misma tarde; pero, a mi regreso de los manantiales, era de noche y me vi obligado a esperar hasta el siguiente día.
Me acosté a la tarde sobre una pequeña colina más allá de Bounarbaschi. Al alba me dirigí a mi anfitrión, el albanés, para rogarle que me acompañara a ver la inscripción.
—Déjame dormir todavía una hora más —me respondió con una voz ronca. Pero mi impaciencia no soportaba esperar.
—Te doy dos francos si me muestras de inmediato la inscripción —le dije. Esas palabras ejercieron una influencia mágica sobre mi albanés; al instante estaba listo. En un cuarto de hora llegamos a la colina de Dédé, sobre la ribera izquierda del Escamandro, donde mi anfitrión me muestra en el muro del encintado de un monumento, que no parece ciertamente ser muy antiguo, una piedra de 67 centímetros de largo por 50 centímetros de ancho con la siguiente inscripción:
Miré atentamente la piedra durante algunos minutos y no tardé en reconocer que se encontraba sobre el muro en sentido invertido, y que la inscripción no podría leerse si no se la daba vuelta. La copié cuidadosamente y, al darla vuelta, se presenta de esta manera:
En esta posición la primera letra del lado derecho es la única desconocida. Continuando la lectura de derecha a izquierda, encuentro que los tres caracteres que siguen son los números turcos, árabes y persas 255, y el último está compuesto de dos letras que, leídas juntas, significan «que» en turco y en persa. No me faltaba más que encontrar la significación de un signo. Supuse que estaba mal escrito y que se había querido representar el número siete.
Si así fuera, la inscripción se leería: «2557 que». Me faltaba entonces hallar por qué el primer 5 está colocado en una especie de paréntesis cuadrangular.
Sin ninguna duda, esta piedra ha pertenecido a una antigua construcción o monumento turco, en el que ha habido una inscripción más larga, y las otras piedras, que completaban el resto de la inscripción, se han perdido[31].
Nunca pude comprender por qué los caracteres de esta inscripción hayan podido jamás inquietar a los espíritus, y que nadie hubiera pensado que la piedra podía estar colocada en sentido contrario en el muro.
De inmediato regresamos a Bounarbaschi, donde mi anfitrión me entregó mi pan y mi guía tenía preparado el caballo; partí enseguida para explorar toda la extensión del terreno que equivocadamente se creía ocupado en otro tiempo por Troya. Creía no poder hacer nada mejor que seguir la misma ruta que Aquiles y Héctor habrían debido realizar corriendo tres veces en torno de la ciudad, según las indicaciones de Homero (Ilíada, XXII, 143-148 y 157-166).
Si los manantiales al pie de la colina de Bounarbaschi eran ciertamente aquellos de los que habla Homero (XXI, 147-155), lo que yo no puedo admitir, entonces el circuito de Troya y el camino de los dos héroes serían fáciles de encontrar.
Veamos cuáles son las indicaciones de Homero:
Apolo, bajo la forma de Agenor, había arrastrado a Aquiles al borde del Escamandro (XXI, 600-605), que se encuentra a dos kilómetros de esos dos manantiales. Héctor permanece delante de las puertas Esceas (XXII, 5-6):
Impelido por su destino fatal, Héctor quedó solo allí mismo, delante de Ilión y de las puertas Esceas.
Aquiles corres desde el Escamandro hacia la ciudad (XXII, 21-24):
Tras hablar así, partió hacia la ciudad lleno de altanería, precipitándose veloz, como con el carro el caballo campeón, que a galope tendido, recorre fácilmente la llanura; con igual celeridad movía Aquiles los pies y las rodillas.
Espera delante de las puertas Esceas a Héctor, quien huye, presa del terror (XXII, 136-137):
Nada más verlo, Héctor fue presa del terror y ya no soportó seguir allí, sino que dejó atrás las puertas y echó a huir.
Héctor huye, perseguido por Aquiles; pasan la colina del Acecho y la de la Higuera; corriendo siempre sobre la ruta de carros, a lo largo del muro, y llegando a los dos manantiales (XXII, 145-148):
Más allá de la atalaya y del ventoso cabrahígo pasaron, cada vez más lejos de la muralla por la senda de carros, y llegaron a los dos manantiales, de bello caudal.
Dejan atrás los dos manantiales (XXII, 157):
Por allí pasaron corriendo, uno huyendo y el otro acosando detrás.
Ellos corren de ese modo tres veces en torno de la ciudad de Troya (165-166):
Tan vertiginosas fueron las tres vueltas que dieron a la ciudad de Príamo con prestos pies. Todos los dioses los contemplaban.
Muchos comentadores de Homero pretenden que la preposición «perí» (en torno de) tiene, en este sitio, la significación de «pará» (al lado de), entendiendo de ese modo que la carrera de los dos héroes ha sido tres veces a lo largo de la muralla de Troya, entre los dos manantiales y el Escamandro. Pero esta interpretación es, en este pasaje, inadmisible, porque Homero nos muestra la carrera de los dos héroes más allá de los dos manantiales.
También Estrabón ha comprendido los citados versos en ese sentido, porque, hablando de la Ilium-Novum, escribe (XIII, 1, p. 109, edición Tauchnitz):
La carrera de Héctor en torno de la ciudad ya no es posible, porque no se puede correr a su alrededor a causa de la prolongación montañosa, en tanto que sí se podía correr en torno de la antigua ciudad.
Me dirigí en primer lugar al Escamandro, al río principal, desde donde fui, a lo largo de la base de la colina de Bounarbaschi, en línea recta, hasta los manantiales, siguiendo de ese modo el mismo camino, hacia el oeste, que Aquiles ha debido necesariamente recorrer para encontrar a Héctor delante de las puertas Esceas. Cuando llegué a los manantiales, giré hacia el sudeste, siguiendo el espacio del barranco entre la colina de Bounarbaschi y el peñasco contiguo; porque, si Troya jamás ha existido en esas alturas, la posición de sus muros parece estar exactamente indicada por el lugar.
Después de una marcha muy dificultosa de una hora, llegué al costado sudoeste de la colina, sobre la cual se cree haber encontrado Pérgamo, en una pendiente ligera, de alrededor de 150 metros de altura, que los héroes han estado obligados a descender para llegar al Escamandro y para dar vuelta a la ciudad. Dejé mi guía con el caballo en la parte de arriba y bajé al precipicio, que desciende al principio en un ángulo de alrededor de 45 grados, y después en un ángulo de alrededor de 65, de manera que me vi obligado a marchar hacia atrás y en cuatro patas. Me fue necesario un cuarto de hora para llegar hasta abajo, y saqué de este descenso la convicción de que ningún mortal, ni siquiera una cabra, jamás debe haber podido, corriendo, recorrer hacia abajo una pendiente que desciende en un ángulo de 65 grados y de que Homero, tan exacto en su topografía, haya querido hacernos creer que Héctor y Aquiles, en su carrera, jamás han hecho tres veces este descenso imposible al dar vueltas en torno de la ciudad.
Marché luego a lo largo de la ribera del Escamandro, llamado Mendéré, como lo dije más arriba, siguiendo siempre el mismo camino que los dos héroes habrían debido recorrer tres veces.
Las elevaciones de Bounarbaschi, sobre las que situamos la antigua Troya, descienden casi a pico en el río, y su ribera izquierda tiene tan poca amplitud, que un sendero muy estrecho la ocupa a menudo en su totalidad. El ancho del lecho del río es, según los habitantes, de 70 a 100 metros; hay en agosto una débil corriente de 10 a 16 metros de largo y de 30 a 80 centímetros de profundidad; pero sus bordes escarpados de 3 a 4 metros de altura y los numerosos árboles desgarrados que se ven aquí y allá atrancados en las sinuosidades de las orillas o en los islotes que se forman en el mismo lecho fluvial, atestiguan la gran violencia de su curso en invierno y en primavera, y la frecuencia de sus inundaciones.
El Escamandro desciende del Ida, como lo destaca justamente Homero (Ilíada, XII, 19-22); su curso es muy tortuoso, pero en línea directa sería de 64 kilómetros.
Atraviesa, en primer lugar, una gran planicie en el interior, luego se abre paso por un valle estrecho a través de las montañas bajas del Ida, y recorre luego la planicie de Troya; posee una corriente constante a causa de los numerosos arroyos y manantiales que le son sus tributarios.
El Escamandro corría antiguamente más al este en la planicie, y se unía al Simunte, llamado hoy Doumbrek-Sou, a 1700 metros al noroeste de Hissarlik (Ilium-Novum). Su antiguo lecho y su enlace con el otro río son todavía muy visibles. Durante el invierno ese lecho sirve para descargar el exceso de sus aguas.
A su entrada en la llanura de Troya el Escamandro recibe las aguas del río Kimar-Sou. La primera de esas palabras es una corrupción de la palabra griega «kamára» (bóveda). Lleva ese nombre a causa de un gran acueducto de 18 metros de largo, que reposa sobre arcos y que lo atraviesa a 30 metros sobre el nivel de su lecho, a diez kilómetros por encima de su confluencia con el Escamandro.
Quedé sorprendido al ver que en un trabajo sobre la llanura de Troya, que apareció en París el año pasado, Nicolaïdes haya reconocido en ese pequeño río el Simunte. Espero poder proporcionar pruebas evidentes de que el Simunte no puede ser otro que el Doumbrek-Sou, que vi en muchos mapas con el nombre Thymbrius, que nace en las colinas en el este, cerca de la aldea de Rinkoï, que recorre la planicie, y que, al llegar cerca de Hissarlik (Ilium-Novum), gira bruscamente hacia el promontorio de Retio, donde se lanza al mar. Es llamado In Tépé Asmak desde su giro hacia el norte. Ese río saca su nombre Doumbrek-Sou de la aldea de Doumbrek, situada sobre su ribera, en la extremidad del hermoso valle que se extiende de oeste a este entre dos cadenas montañosas, de las que la del norte se llama la cadena de In Tépé, y la otra, al sur, cadena de Chiblak.
Como el Escamandro es el único río en el que desembocan las aguas que descienden de las montañas del Ida durante la estación pluvial, sube su nivel tan pronto comienzan las lluvias y, como esas lluvias continúan llenando rápidamente los conductos subterráneos de las montañas y manantiales, el río aumenta su volumen prontamente, y se arroja con tal ímpetu en el estrecho valle entre Éné y Bounarbaschi, que asciende hasta a una altura de 9 a 12 metros por encima de su nivel del mes de agosto: lo prueban las hierbas que se adhieren a los bordes y a los árboles.
El color amarillento de su arena le habría proporcionado el nombre Xanthos (Janto), que tenía entre los dioses (Ilíada, XX, 40).
En todos lados donde la naturaleza del suelo lo permite, sus riberas están cubiertas por la misma abundante vegetación de sauces, tamariscos, lotos, juncos y juncias, con los que estaban cubiertas en tiempo de la guerra de Troya (Ilíada, XXI, 350-352):
Ardían los olmos, los sauces y los tamariscos; ardían el loto, el junco y la juncia, que proliferaban alrededor del hermoso cauce del río.
El agua del Escamandro es considerada muy saludable; los habitantes la prefieren a los restantes manantiales y vienen de lejos para recogerla.
Después de tres cuartos de hora de marcha a lo largo del río, llegué nuevamente al sitio del que había partido, y desde donde necesariamente debió partir Aquiles corriendo directamente a lo largo de los muros de Troya hacia las puertas Esceas. Había empleado dos horas para dar vuelta al emplazamiento que atribuyen a la antigua ciudad.
Desde allí me dirigí nuevamente hacia Ballidagh (así es llamada la parte sudeste de las elevaciones de Bounarbaschi), atravesando el emplazamiento atribuido a Troya de norte a sur, y buscando a derecha e izquierda si no podría encontrar alguna piedra tallada, algún casco o algún otro indicio de que allí en otro tiempo existió una ciudad; pero nada, absolutamente nada, llevaba la menor traza de la mano del hombre.
Micenas y Tirinto han sido destruidas hace 2335 años, y sin embargo restan de éstas algunas ruinas que durarán todavía 10 000 años más, y que después de 10 000 años todavía serán objeto de admiración universal. No sólo cavando en el emplazamiento de Micenas y Tirinto, sino examinando la superficie del suelo, se encuentran cantidades inmensas de cascos, y en 10 000 años todavía podrá encontrarse ese mismo casco, por la razón de que no se destruye en la tierra.
Troya fue destruida sólo 722 años antes que esas dos ciudades; si esta ciudad realmente existió en el emplazamiento que se le asigna en las elevaciones de Bounarbaschi, todavía se encontrarían allí tantas o casi tantas ruinas como se ve en Micenas o en Tirinto, porque las construcciones ciclópeas no se pierden sin dejar rastros; los fragmentos de teja y de alfarería se encuentran en todas partes donde ha habido existencia humana.
Suponiendo incluso, lo que es imposible, que los troyanos no hayan tenido ni alfarería ni tejas, que hayan habitado casas de madera y que las piedras de sus muros se hayan derruido en polvo, encontraríamos al menos restos de sus calles sobre las rocas que recubrían la mayor parte de la Troya de Bounarbaschi. Pero el aspecto salvaje de este roquedal, sus enormes desigualdades, la ausencia total de la menor superficie nivelada y unida prueban hasta la evidencia que esta tierra jamás ha tenido una morada humana.
Con todo, como la teoría de la existencia de Troya sobre las elevaciones de Bounarbaschi encuentra nuevamente, y siempre, nuevos defensores, que creen ciegamente en ella como un dogma y, hablando con plena certeza, creo mi deber, en interés de la ciencia, excavar en muchos lugares. Pero el día estaba demasiado avanzado; eran las dos y media de la tarde cuando me reuní con mi guía; diferí entonces mis excavaciones para el día siguiente, y empleé el resto de la jornada para explorar la alta planicie de Ballidagh, a 3 kilómetros al sudeste de Bounarbaschi.
Esa planicie termina en una elevación de 10 metros, que está a 157 metros sobre el nivel del mar, y forma otra pequeña planicie poco accidentada, que tiene 190 metros de largo, en tanto que su mayor anchura de norte a sud es apenas de 100 metros.
El cónsul Hahn, con el arquitecto Zeller, ha hecho en esta elevación, en 1865, excavaciones, y sacado a la luz casi todo el encintado de una pequeña acrópolis, cuyos muros llevan la marca de su mucha antigüedad. Pero son de construcción diversa: un muro está construido con piedras poligonales poco talladas, de la especie de las de Micenas, pero mucho más pequeñas; otro está hecho de piedras magníficamente talladas y muy ajustadas la una con la otra; un tercero es de piedras en forma irregular, pero maravillosamente adaptadas una a la otra; un cuarto es de piedras de las que sus cuatro costados forman un cubo perfecto, pero del que su cara exterior está groseramente tallada; un quinto muro está inclinado en ángulo de 45 grados, y construido con mampostería; un sexto tiene igual inclinación, pero está construido con pequeñas piedras sin tallar.
Sólo se ha descubierto una pequeña puerta de entrada del costado norte, que no tiene más de un metro de largo.
La planicie de la acrópolis está cubierta de un gran número de cimientos de pequeñas casas; la gran cantidad de piedras pequeñas, desparramadas sobre esos cimientos, no deja duda de que esas construcciones han sido hechas con esas piedras y barro.
En el costado occidental el cónsul Hahn sólo ha descubierto algunas construcciones antiguas, entre las cuales la más notoria es una edificación de 7 metros de largo, con otro tanto de ancho que, evidentemente, en su costado sur ha estado unida a otra edificación: dos pequeñas columnas, que allí se han encontrado, hacen suponer que esta construcción ha sido un templo pequeño.
Inmediatamente debajo de la acrópolis, en el extremo de la pequeña colina, se encuentra en el peñasco un hoyo de forma elíptica de 7 metros de profundidad y de 15 en la parte mayor de su diámetro; ese hoyo, evidentemente, ha sido la cantera que ha proporcionado las piedras para la construcción de los muros de la pequeña fortaleza.
Esas rocas de Ballidagh son de piedra basáltica.