20
SAMANTHA
—¡Vuelves a la Expedición! —chilla Anita al otro lado del teléfono.
—¡Sí! Mi abuelo tenía un poco de persirela guardada en el laboratorio. ¿No es increíble? —La línea se entrecorta y hay interferencias, así que no entiendo lo que dice a continuación—. Anita, casi no te oigo… ¿Recibiste mi correo?
—Perdona, guapa… Las llamadas de larga distancia son caras… Recibí tu correo… ¡Guarda bien la persirela! Hay rumores de que anoche se la robaron a alguien. ¡Es preferible colaborar entre nosotras a dejar que ganen los Z! Nos vemos pronto por aquí.
—¡Espera! ¿Dónde nos vemos? —pregunto, pero ya ha colgado.
El teléfono vuelve a sonar.
—¿Anita?
Pero no es ella.
—Sam, soy Kirsty. Te recojo en un momento, voy de camino. Tu padre me ha transferido dinero para que saque los billetes de avión; llevo ropa para ti, sólo tienes que coger el cepillo de dientes y nos vamos.
—Vale, pero…
Me cuelga antes de que termine la frase. ¿Qué le pasa hoy a la gente, que todo el mundo me cuelga el teléfono?
Me siento en la cama y agarro la esquina del edredón. Estoy a punto de recorrer medio mundo desde Nova a Bharata, un país con una de las mayores extensiones de Tierras Salvajes inexploradas. El terreno de Bharata abarca zonas desérticas, bosques tropicales, montañas y varias de las ciudades más habitadas del mundo. La población de Loga, la capital, es diez veces más numerosa que la de Kingstown.
No sólo va a ser la primera vez que use mi pasaporte, sino que además voy a ir al país que mayor impacto cultural podría provocarme. Es como tirarse de cabeza a la aventura, desde lo más alto y sin salvavidas.
Y todo para encontrar hiedra eluviana auténtica. Desde que vi la palabra eluvium en aquel libro antiguo y luego percibí la reacción de Zain cuando se la pedí en el laboratorio, tengo la corazonada de que es uno de los ingredientes de la poción. Es lógico que esta vez esté segura de que no tenemos hiedra eluviana: es escasa, además de extremadamente volátil, y ha de guardarse en unos recipientes de madera especiales, así que no merece la pena tenerla almacenada. Por otro lado, es peligrosa para los buscadores, porque su hábitat son los bosques tropicales más recónditos y oscuros de la península bharatesa.
Calculo que dispongo de al menos diez minutos antes de que aparezca Kirsty, aunque se salte todos los semáforos en rojo y todas las medianas. Voy corriendo por la casa como una loca, pero, antes de cerrar el portátil, me conecto a Connect, la red social más popular de Nova. Para mi sorpresa, me topo con que un montón de personas quieren añadirme como amiga. Con muchas de ellas apenas he hablado en alguna ocasión; el resto —alrededor del doble— son completos desconocidos para mí. Nunca he sido muy fan de Connect, simplemente porque me parece un sitio más donde se reúnen los dotados y me excluyen en la red. Por eso mi perfil está establecido como «privado» y contiene la mínima información personal posible.
Me desplazo a toda prisa por la lista de solicitudes, para rechazarlas sobre la marcha, cuando de repente un nombre hace que se me quede el dedo atascado en el botón de «eliminar». Zain Aster. Otra vez.
Dudo durante unos instantes, pero luego, antes de convencerme a mí misma de lo contrario, pulso «conectar».
Su perfil aparece de inmediato en la pantalla. Hay una sucesión de fotos, entre las que me llaman la atención las más recientes, porque es obvio que se tomaron en el Ascenso. Zain está junto a su padre, Zol, en el yate mientras este sostiene la perla.
Mi padre me llama desde la entrada:
—¡Kirsty está a punto de llegar! ¿Estás lista?
Me fijo en su estado, la última actualización de Zain:
Zain Aster está a punto de transportarse a Bharata. Demencial. @SalaTransportaciónKT.
Sólo de pensarlo se me revuelve el estómago, por mucho que eso corrobore mi corazonada. Es un país muy grande, me digo. Las probabilidades de toparme con él en los bosques tropicales deben de ser escasas.
***
Una hora más tarde, estoy en la terminal del Aeropuerto Internacional de Kingstown, esperando a que Kirsty compre unas revistas y algo de comer para el viaje. A diferencia de Zain y su padre, nosotras jamás podríamos ir a la Terminal de Transportación de Kingstown; eso es demasiado caro.
Abro mi diario y aliso las páginas sobre mi regazo. Echo un vistazo a las recetas, escritas con mi pulcra caligrafía. Llego a una página en blanco y escribo en su parte superior:
Poción amorosa
* Persirela de ostra en plenilunio. Triturada. 30 g
* Hiedra eluviana
A mis espaldas oigo el chasquido delator de una cámara y cierro de golpe el diario. Me giro y veo a una chica, no mucho mayor que Molly, que me apunta con su móvil.
—¡Eh! ¿Qué haces? —pregunto.
—Eres la chica de la tele, ¿verdad? —dice—. Mis amigos no se lo van a creer. Participas en la Expedición. ¿Me firmas un autógrafo?
Me quedo dudando un momento.
—Claro, si me enseñas primero la foto.
Se encoge de hombros y me pasa el teléfono. Amplío la imagen y respiro aliviada al comprobar que los ingredientes son ilegibles.
—Espera, ¿podemos mejor hacernos un selfie juntas? —pregunta.
—Bueno, yo no…
Antes de que termine de hablar, hace la foto. Si esto se va a convertir en algo habitual, más me vale ensayar mi pose. La chica me da las gracias deprisa y se marcha con sus padres.
—¿De qué va todo esto? —Kirsty se acerca y suelta su pesado equipaje de mano en el asiento que hay entre las dos.
—¿Se cree que soy famosa, quizá?
Kirsty aprieta los labios.
—Vamos a tener que ser más prudentes. No sólo debemos estar atentas a los medios de comunicación, también hay que tener cuidado con todo aquel que vaya con un móvil. En cualquier caso, creo que no vas a ser un secreto durante mucho tiempo.
—¿Y qué vamos a hacer?
—Tengo una idea. Voy a enviar un mensaje a mis contactos en Bharata. Hasta que lleguemos, estate en alerta permanente. Todavía no sabemos qué vamos a buscar después de… —baja la voz— la hiedra. Y eso no puede ser. —Señala hacia su bolsa—. Así que saca un libro y ponte manos a la obra. Tenemos mucho que investigar.
—Pero ¿qué busco?
—Veamos… Crees que la hiedra es uno de los ingredientes, pero no estás segura. Voy a confiar en tu corazonada, aunque con una corazonada no basta; no si queremos derrotar a ZA y al resto. Ellos pueden permitirse la transportación, lo que les concede horas de ventaja respecto a nosotras. Y el contratiempo de las perlas nos pone a la cola de los equipos corrientes, incluido el de tus amigos los Patel. Por debajo…, pero seguimos ahí. —Se inclina hacia mí como si conspirásemos—. Aunque tenemos una ventaja.
—¿Cuál?
Me pone el dedo en la frente.
—Esto. —Luego señala la suya—. Y esto. Tu habilidad para hacer pociones. Mi olfato para encontrar ingredientes. Vamos hacia las Tierras Salvajes, Sam. Si averiguamos qué elementos puede llevar una poción amorosa y nos adelantamos al siguiente ingrediente, podríamos tener posibilidades.
El altavoz que hay encima de nosotras emite una serie de pitidos; estamos listas para partir.
—Vamos. Tenemos por delante un vuelo de nueve horas. Hagamos que también sea productivo.