Martes, 1 de diciembre

He llamado a Correos y me he hecho pasar por mi padre. He puesto la voz muy grave y he contado muchas mentiras. Dije que yo, George Mole, he estado encerrado en un manicomio durante tres meses y que necesitaba el teléfono para llamar a los Samaritanos, etc. La voz de la mujer que contestó era de pocos amigos, dijo que estaba hasta la coronilla de oír las bobadas que le decían los irresponsables que no pagaban sus cuentas telefónicas. Dijo que nos volverían a dar línea sólo cuando hubiéramos pagado las £ 289,19, más cuarenta libras de tasas de reconexión ¡y otras cuarenta de depósito!

¡Trescientas sesenta y nueve libras! ¡Cuando mis padres se levanten y se den cuenta de que la línea está cortada, estaré perdido!

Miércoles, 2 de diciembre

¡Hoy mi padre ha intentado telefonear para un posible trabajo! Se ha puesto como una fiera.

Mi madre ha limpiado mi habitación, le ha dado la vuelta al colchón y encontró los Big and Bouncys y la factura original del teléfono.

He permanecido sentado en la silla de la cocina mientras me interrogaban y gritaban. Mi padre quería darme la «paliza de mi vida», pero mi madre lo detuvo. Dijo «que sería mejor castigo obligar a este cretino tan agarrado a que suelte algunos de sus ahorros para vivienda». Y eso es lo que he tenido que hacer. Ahora nunca podré comprar una casa.

Jueves, 3 de diciembre

He sacado doscientas libras de mi cuenta ahorro para el hogar. No me importa confesar que se me saltaron las lágrimas. Tardaré otros catorce años en volver a ahorrar ese dinero.

Viernes, 4 de diciembre

cuarto creciente

Sufro una terrible depresión. El padre de Pandora tiene la culpa. Debería haber tomado las vacaciones en Inglaterra.

Sábado, 5 de diciembre

Me ha llegado una carta de la abuela preguntándome por qué no le había enviado aún una tarjeta de Navidad.

Domingo, 6 de diciembre

Siguen tratándome como a un delincuente. Mis padres siguen sin dirigirme la palabra y no me dejan salir. Lo mejor será que me dedique a delinquir.

Lunes, 7 de diciembre

He robado un llavero de Kevin Keegan en la tienda del señor Cherry. Será el regalo de Navidad de Nigel.

Martes, 8 de diciembre

Me preocupa mucho lo del llavero; hoy en el colegio hemos estudiado moral y ética.

Miércoles, 9 de diciembre

El llavero no me deja dormir. Los periódicos están llenos de historias de viejecitas detenidas por robar en las tiendas. He intentado pagar de más por mi chocolatina al señor Cherry, pero me llamó y me devolvió el cambio.

Jueves, 10 de diciembre

He soñado con un carcelero que me encerraba en una celda. La gran llave de hierro estaba unida al llavero de Kevin Keegan.

¡Han vuelto a conectar el maldito, puerco y asqueroso teléfono!

Viernes, 11 de diciembre

luna llena

He llamado a los Samaritanos y he confesado mi crimen. El hombre me dijo: «Devuélvelo, chaval». Mañana lo haré.

Sábado, 12 de diciembre

El señor Cherry me pilló devolviendo el llavero. Ha escrito una carta a mis padres. Sería más rápido si me pego un tiro.

Domingo, 13 de diciembre

tercero de adviento

Gracias a Dios que no hay correo los domingos.

Mi padre y mi madre se lo pasaron muy bien decorando el árbol de Navidad. Vi con tristeza cómo colgaban las chucherías.

Estoy leyendo Crimen y castigo. Es el libro más veraz que jamás haya leído.

Lunes, 14 de diciembre

Me he levantado a las cinco de la mañana para recoger el correo. Me llevé al perro a dar una vuelta bajo la llovizna. (Quiso quedarse dormido, pero no le dejé). El perro bostezó y gimoteó durante todo el camino y al final lo dejé que volviera a su caja de cartón. Ojalá fuera yo un perro; no tiene ni moral ni ética.

El cartero dejó el correo a las siete y media, en el momento en que yo estaba en el retrete. ¡Qué suerte la mía!

Mi padre recogió las cartas y las puso tras el reloj. Hice un rápido repaso mientras mi madre tosía con su primer cigarrillo del día. ¡Y claro que había una dirigida a mis padres con la letra torpe del señor Cherry!

Mi padre y mi madre se besuquearon durante unos minutos y luego abrieron las cartas mientras sus copos de arroz se reblandecían. Había siete horribles tarjetas de Navidad, que colgaron de una cuerda sobre la chimenea. Yo tenía la mirada clavada en la carta del señor Cherry. Mi madre la abrió, la leyó y dijo: «George, ese viejo estúpido de Cherry ha mandado su maldita factura de los periódicos». Luego se comieron los copos de arroz y no pasó nada más. Había desperdiciado mucha adrenalina preocupándome. Si no tengo cuidado, no me va a quedar ninguna.

Martes, 15 de diciembre

Mi madre me ha contado por qué dejó al cretino de Lucas y volvió con mi padre. Dijo: «Bimbo me trataba como un objeto sexual, Adrian, y esperaba que yo le hiciese la cena, se cortaba las uñas de los pies en el salón y, además, quiero mucho a tu padre». A mí ni me mencionó.

Miércoles, 16 de diciembre

Participo en una obra experimental de Navidad en el colegio. Se llama Del pesebre a la estrella. Hago de José. Pandora de María. El que hace de Jesús es el más enano del primer curso. Se llama Peter Brown. Toma medicinas para crecer.

Jueves, 17 de diciembre

¡Otra carta de la BBC!

Querido Adrian Mole:

Gracias por enviarnos su último poema. Conseguí entenderlo perfectamente una vez pasado a máquina. No obstante, Adrian, la comprensión no lo es todo. Nuestro departamento de poesía está inundado de poemas otoñales. El olor de las hogueras y el crepitar de las hojas invaden los pasillos. Buen intento, pero inténtelo de nuevo, ¿eh?

Con mis mejores deseos,

John Tydeman

«¡Inténtalo de nuevo!». Casi me está encargando un poema. Le he contestado:

Querido Sr. Tydeman:

¿Cuánto me dará si usted retransmite uno de mis poemas por la radio? ¿Cuándo quiere que lo envíe? ¿De qué quiere que trate? ¿Puedo ir a leerlo yo? ¿Me adelantará el dinero del billete de tren? ¿A qué hora se transmitirá? Tengo que estar en la cama a las diez.

Suyo sinceramente,

A. Mole

P.D. Espero que tenga unas Navidades muy buenas.

Viernes, 18 de diciembre

cuarto menguante

El ensayo de hoy de Del pesebre a la estrella ha sido un desastre. Peter Brown ha crecido demasiado para la cuna, y el señor Animba, el profesor de trabajos en madera, tiene que hacer otra.

El señor Scruton estaba sentado al final del gimnasio para ver los ensayos. Cuando llegamos a la parte donde llaman cerdos capitalistas a los tres reyes, el señor Scruton tenía cara de pocos amigos.

Llevó a la señorita Elf a las duchas para «charlar tranquilamente». Todos oímos sus gritos. Dijo que quería una obra tradicional de la Navidad, con una muñeca que llora en el papel de Jesús y tres magos vestidos con batas y toallas. Amenazó con cancelar la obra si María, alias Pandora, seguía simulando dolores de parto en el pesebre. Esto es típico de Scruton; no es más que un intolerante, provinciano y un cerdo fascista inhibido sexualmente. Cómo llegó a ser director no lo sé. Desde hace tres años lleva el mismo traje verde lleno de pelusa. ¿Cómo vamos a cambiar ahora todo? La obra ha de representarse el martes por la tarde.

¡Mi madre ha recibido una tarjeta de Navidad del cretino de Lucas! Dentro ponía: «Paulie, ¿tienes el resguardo de la tintorería de mi mejor traje blanco? En Sketchley me lo están poniendo difícil». Mi madre se enfadó mucho. Mi padre llamó a Sheffield y ordenó a Lucas que no volviese a comunicarse con mi madre o se arriesgaba a acabar con un trozo de acero de Sheffield clavado entre sus grasientos omóplatos. Mi padre estuvo muy bien al teléfono. Un cigarrillo colgaba de sus labios. Mi madre estaba apoya El padre de Pandora ha puesto a Sabre en una perrera; le cuesta tres libras diarias, pero él dice que merece eso y mucho más. Mi madre estaba apoya da contra la esquina de la nevera. Tenía un cigarrillo en la mano. La escena se parecía a la postal que tengo en mi pared de Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Ojalá fuese realmente el hijo de un gánster. Por lo menos vería un poco más de la vida.

Sábado, 19 de diciembre

No tengo dinero para los regalos de Navidad. Pero he hecho mi lista de regalos por si encuentro diez libras por la calle.

Pandora: Frasco grande de Chanel n.° 5 (£. 1,50).

Madre: Reloj para cocer huevos (75 p.)

Padre: Marcapáginas (38 p.)

Abuela: Paquete de pañuelos de papel (45 p.)

Perro: Chocolate para perros (45 p.)

Bert: 30 Woodbines (95 p.)

Tía Susan: Lata de Nivea (60 p.)

Sabre: Caja pequeña de Bob Martins (39 p.)

Nigel: Caja familiar de Maltesers (34 p.)

Señorita Elf: Guantes de cocina (hechos en casa).

Domingo, 20 de diciembre

cuarto de adviento

Pandora y yo hemos hecho un ensayo privado de María y José en mi habitación. Improvisamos una magnífica escena en la cual María, que vuelve del centro de planificación familiar, le dice a José que está embarazada. Hice de José a lo Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo. Pandora hacía de María a lo Blanche Dubois; fue grandioso, hasta que mi padre se quejó por los gritos. El perro hacía de humilde ganado, pero no se quedaba quieto el tiempo suficiente para representar la escena.

Después del té, mi madre dijo que iba a llevar su abrigo de piel de zorro al concierto del colegio mañana. ¡Sopla! ¡Menudo lío! Inmediatamente me fui a casa de Pandora a buscar la asquerosa piel, ¡pero me enteré de que la madre la había cogido prestada para ir a la cena-baile de Navidad del Centro de Consejeros Matrimoniales! Pandora dice que no sabía que sólo se lo había prestado; ¡creía que era un regalo entre amantes! ¿Cómo va a poder un escolar de catorce y tres cuartos regalar una piel de zorro? ¿Quién se cree Pandora que soy yo, un millonario como Freddie Laker?

La madre de Pandora no volverá hasta altas horas de la madrugada y tendré que acercarme a su casa antes de ir al colegio y volver a la mía para meter a hurtadillas la piel en su bolsa de plástico. Va a ser difícil, pero ya nada en mi vida es fácil o normal. La mitad de las veces me siento como un personaje de una novela rusa.

Lunes, 21 de diciembre

¡Me desperté aterrorizado al ver en mi reloj digital que eran las nueve menos diez! Mis negras paredes tenían un aspecto poco usual, con mucha luz y resplandecientes; sólo con echar un vistazo al exterior, quedaron confirmadas mis sospechas de que había una gruesa capa de nieve.

Me tambaleé por la nieve hasta la casa de Pandora con las botas de pescar de mi padre, pero descubrí que en la casa no había un alma. Miré por la rendija del buzón de la puerta y vi a la gata de color jengibre de Pandora, arañando el abrigo de piel de mi madre. Utilicé un lenguaje ordinario con la apestosa y maldita gata pero me miró sarcásticamente y siguió arrastrando el abrigo por el vestíbulo. No tuve más opción que embestir la puerta de servicio y entrar pitando en el vestíbulo, para rescatar el abrigo de piel. Me marché a toda prisa (tan rápido como pude con las botas de pescar, que me llegaban hasta los muslos y para colmo, cuatro números más grandes que mi pie). Me puse el abrigo para que me calentase durante mi arriesgada vuelta a casa. Casi perdí el rumbo en la esquina de la avenida de Ploughman con la calle Shepherd’s Crook, pero me abrí camino a través del temporal hasta que tuve a la vista los garajes prefabricados tan familiares para mí, en la esquina de nuestro callejón sin salida.

Llegué tambaleándome a la cocina en un estado de hipotermia y extremo agotamiento; mi madre estaba fumándose un cigarrillo y haciendo empanadillas de carne picada. Gritó: «¿Qué demonios estás haciendo llevando mi abrigo de piel de zorro?». No se mostró preocupada ni compasiva, como se supone que debe hacer una madre. Refunfuñó, mientras quitaba la nieve de su abrigo y lo secaba con el secador del pelo. Ni siquiera se ofreció para prepararme una bebida caliente o algo por el estilo. Dijo: «La radio ha anunciado que el colegio ha cerrado a causa de la nieve, así que haz algo útil y comprueba si las camas plegables están oxidadas. Los Sugden van a pasar las Navidades con nosotros». ¡Los Sugden! ¡Sus parientes de Norfolk! Qué asco. ¡Son todos de raza pura y no saben hablar correctamente!

Llamé a Pandora para explicarle lo de la piel de zorro y los daños causados, etc., pero se había marchado a esquiar a la ladera que hay detrás de la panadería. El padre de Pandora me pidió que colgase, que tenía que llamar a la policía. Dijo que acababa de llegar a casa y había descubierto ¡que un desconocido había entrado en su casa! Dijo que la casa estaba hecha un desastre (debió de hacerlo la gata, yo tuve mucho cuidado), pero, afortunadamente, lo único que había desaparecido era un viejo abrigo de piel de zorro que Pandora había utilizado para forrar la cesta de su gata.

¡Lo siento, Pandora, ésta ha sido la gota que ha colmado el vaso! Puedes buscarte a otro José. Me niego a compartir escena con una chica que antepone la comodidad de su gata a los apuros de su novio.

Martes, 22 de diciembre

El colegio estaba cerrado esta mañana porque los profesores no pudieron llegar a tiempo a causa de la nieve. ¡Eso les enseñará a vivir en viejas casas de fábrica y en molinos de viento en el campo! La señorita Elf vive con un antillano en una casa adosada de la ciudad, y salió heroicamente de su casa para preparar el concierto de la tarde en el colegio. Decidí perdonar a Pandora por lo del incidente de la piel de zorro en la cesta de gata, después de que me dijera que la gata iba a ser madre.

El concierto no tuvo éxito. La música compuesta para campanas por la clase de Uno G duró demasiado, mi padre dijo: «¡Las campanas! ¡Las campanas!» y mi madre se rió tanto que el señor Scruton se la quedó mirando.

¡La orquesta del colegio fue un desastre! Mi madre dijo: «¿Cuándo dejan de afinar y empiezan a tocar?». Le respondí que acababan de tocar un concierto para trompeta de Mozart. Eso hizo que mis padres y los de Pandora comenzasen a reírse de forma muy ordinaria. Cuando Alice Bernard, que pesa unos 70 kilos y es de la clase de Tres C, salió con un tutú y bailó la muerte del cisne, pensé que mi madre iba a explotar de risa. La madre de Alice Bernard inició un aplauso, pero nadie la siguió.

La clase de los peques salió y cantó unos pocos villancicos viejos y aburridos. Barry Kent cantó todas las versiones verdes (lo sé porque se lo leí en sus labios), luego se sentaron con las piernas cruzadas y el listo de Henderson, de la Cinco K, tocó la trompeta, la armónica, el piano y la guitarra. El hipócrita puso cara de superioridad mientras saludaba al público en medio de los aplausos. Llegó el descanso y ya me tocaba ponerme la camiseta blanca y los vaqueros Wrangler de José. El nerviosismo entre bastidores era electrizante. Me quedé en las alas (un término teatral; significa los lados del escenario) y observé al público que volvía a sus asientos. Luego la música de Encuentros en la tercera fase resonó por los altavoces y el telón se abrió para mostrar un pesebre abstracto y sólo tuve tiempo de susurrarle a Pandora: «Pon todo tu empeño, querida», antes de que la señorita Elf nos empujase hacia los focos. ¡Mi interpretación fue genial! Me metí en la piel de José, pero Pandora no lo hizo tan bien; se olvidó de mirar con dulzura a Jesús/Peter Brown.

Los tres reyes eran punkies en la obra e hicieron demasiado ruido con sus cadenas y estropearon mi discurso sobre la situación en el Oriente Medio y los ángeles representando a la señora Thatcher fueron abucheados con fuerza por el público hasta el punto que las palabras del coro sobre el desempleo no se oyeron.

Con todo, al público le gustó mucho. El señor Scruton se levantó y soltó un discurso hipócrita sobre el «valiente experimento que suponía la obra» y «el trabajo infatigable de la señorita Elf entre bastidores», y luego cantamos «¡Os deseamos una alegre Navidad!».

Cuando volvíamos a casa en coche, mi padre dijo: «Ha sido la obra navideña más graciosa que he visto en mi vida. ¿De quién fue la idea de transformarla en una comedia?». No respondí. No era una comedia.

Miércoles, 23 de diciembre

9 de la mañana. Sólo me quedan dos días para hacer las compras de Navidad y todavía estoy sin un céntimo. Hice un guante de horno para la señorita Elf, pero para que pueda dárselo a tiempo de las Navidades tendré que entrar en el gueto y arriesgarme a que me atraquen.

Tendré que salir a la calle a cantar villancicos; no puedo hacer otra cosa para ganar dinero.

10 de la noche. Acabo de llegar de cantar villancicos. Lo de las casas de los suburbios fue un fracaso. La gente gritaba: «Vuelve el día de Navidad», sin abrirme la puerta siquiera. El público más entendido fueron los borrachos que entraban y salían dando tumbos en la taberna del Black Bull. Algunos lloraron a moco tendido por la belleza de mi versión de «Noche de paz». Debo decir que compuse un cuadro conmovedor, allí en la nieve, con mi rostro angelical vuelto al cielo y haciendo caso omiso de las juergas que se corrían los borrachos a mi alrededor.

Conseguí tres libras y trece chelines y medio, más una moneda de diez peniques irlandeses y un tapón de una botella de Guinness. Mañana saldré otra vez. Llevaré el uniforme de mi colegio. Creo que así conseguiré algunas libras más.

Jueves, 24 de diciembre

Compré los Woodbines a Bert, camino de la residencia. Bert está dolido porque no he ido a verlo. Me dijo que no quería pasar las Navidades con un montón de mujeres maliciosas. Él y Queenie están causando un escándalo. Están comprometidos extraoficialmente. Han puesto sus nombres en el mismo cenicero. He invitado a Bert y a Queenie para que vengan el día de Navidad. Mi madre todavía no lo sabe, pero estoy seguro de que no le importará. Tenemos un gran pavo. Canté unos cuantos villancicos para las ancianas. Me dieron dos libras con once peniques, así que me fui a Woolworth’s a comprar el Chanel n.° 5 de Pandora. No tenían, y me decidí por un desodorante para las axilas. La casa tiene un aspecto la mar de limpio y brillante; hay en el aire un olor mágico a comida y satsumas. He buscado mis regalos pero no están en los lugares de costumbre. Quiero una bicicleta de carreras y no me conformaré con ninguna otra cosa. Ya es hora de tener independencia de movimientos.

11 de la noche. Acabo de volver del Black Bull. Pandora vino conmigo. Llevamos nuestros uniformes del colegio y esto hizo recordar a los borrachos que ellos también tienen hijos. Soltaron dinero para estar en paz con su conciencia por la cantidad de doce libras cincuenta y siete peniques. ¡Así que iremos a ver una pantomima el día después de Navidad y cada uno de nosotros se tomará una tableta familiar de chocolate Cadbury’s!

Viernes, 25 de diciembre

navidad

Me he levantado a las cinco para dar una vuelta con mi bicicleta de carreras. Mi padre la pagó con la tarjeta de American Express. No pude ir muy lejos por culpa de la nieve, pero no me importó. Me gusta mirar la nieve. Mi padre había dejado una nota colgando del manillar, que decía: «Esta vez no la dejes fuera bajo la lluvia». ¡Como si yo lo fuese a hacer!

Mis padres tenían una fuerte resaca, así que les llevé el desayuno a la cama y, al mismo tiempo, les di mis regalos. Mi madre estaba encantada con su nuevo reloj para cocer huevos y mi padre estaba igualmente encantado con su marcapáginas. La verdad es que todo fue perfectamente hasta que dejé caer que Bert y Queenie eran mis invitados del día y pedí a mi padre que, si no le importaba, se levantara y fuera a recogerlos con su coche.

La discusión duró hasta que llegaron los horripilantes Sugden. Mis abuelos Sugden, el tío Dennis y su esposa Marcia y su hijo Maurice, todos son iguales, como si fuesen a un funeral todos los días de sus vidas. Me cuesta creer que mi madre sea pariente de ellos. Los Sudgen no aceptaron una copa y se tomaron una taza de té mientras mi madre descongelaba el pavo en la bañera. Ayudé a mi padre a sacar a Queenie (unos cien kilos) y a Bert (unos noventa kilos) del coche. Queenie es una de esas viejas llamativas que se tiñen el pelo y quieren aparentar que son más jóvenes. Bert está enamorado de ella. Me lo dijo mientras yo le ayudaba en el retrete.

La abuela Mole y la tía Susan llegaron a las doce y media y fingieron sentirse a gusto con los Sudgen. La tía Susan contó unas anécdotas divertidas sobre la vida en la cárcel, pero nadie más que yo, mi padre, Bert y Queenie reímos. Subí al baño y me encontré a mi madre llorando, y con el pavo debajo del grifo del agua caliente. Dijo: «El maldito pavo no acaba de descongelarse, Adrian. ¿Qué voy a hacer?». Yo le dije: «Mételo en el horno y ya está». Y eso es lo que hizo.

Nos pusimos a comer cuatro horas más tarde de lo previsto. Para entonces, mi padre estaba demasiado borracho para comer. Los Sudgen quedaron encantados con el discurso de la reina, pero parece que no les agradó ninguna otra cosa. La abuela Sudgen me regaló un libro titulado Historias bíblicas para niños y como no pude decirle que había perdido la fe, le di las gracias y mantuve una falsa sonrisa durante tanto tiempo que empezó a dolerme la cara.

Los Sudgen se fueron a sus camas plegables a las diez en punto. Bert, Queenie, mi madre y mi padre jugaron a las cartas mientras yo sacaba brillo a mi bicicleta. Todos lo pasamos muy bien contando chistes sobre los Sudgen. Luego mi padre llevó a Bert y a Queenie de vuelta a la residencia y yo telefoneé a Pandora para decirle que la amaba más que a la vida misma.

Mañana iré a su casa para darle el desodorante y acompañarla al teatro.

Sábado, 26 de diciembre

día festivo en el reino unido y la república de irlanda (puede recuperarse en otro día). luna nueva

Los Sudgen se levantaron a las siete de la mañana y se sentaron en el salón luciendo sus mejores prendas de vestir con aire de respetabilidad. Yo me fui con mi bici. Cuando volví, mi madre todavía estaba en la cama y mi padre discutía con el abuelo Sugden acerca del comportamiento de nuestro perro; así que decidí dar otra vuelta en la bici.

Visité a la abuela Mole, comí cuatro pasteles de fruta y luego me volví a casa. Llegué a ir hasta los 45 km por hora en la carretera y me lo pasé de miedo. Me puse mi nueva chaqueta de ante y mis pantalones de pana (cortesía de la tarjeta Barclay de mi padre) y recogí a Pandora; me ha regalado por Navidad un frasco de crema para después del afeitado. Fue un momento de orgullo; para mí significaba el fin de la infancia.

Disfrutamos bastante con las pantomimas, pero era algo infantil para nuestro gusto. Bill Ash y Carole Hayman hicieron bien sus papeles de Aladino y la princesa, pero los ladrones, interpretados por Jeff Teare e Ian Giles, fueron los mejores. Sue Pomeroy hizo una divertidísima interpretación de la viuda de Twankey. Le ayudó mucho su vaca, interpretada por Chris Martin y Lou Wakefield.

Domingo, 27 de diciembre

primer domingo después de navidad

¡Gracias a Dios que los Sudgen han regresado a Norfolk!

La casa ha vuelto a su acostumbrado desorden. Anoche mis padres se llevaron a la cama una botella de vodka y dos vasos. No los he visto desde entonces.

He ido a Melton Mowbray con la bici; lo he hecho en cinco horas.

Lunes, 28 de diciembre

He recibido una bronca por haber dejado mi bici fuera por la noche. Mis padres no me hablan. Me da igual, acabo de afeitarme y me siento espléndidamente.

Martes, 29 de diciembre

Mi padre está de mal humor porque sólo queda una botella de jerez V. P. Ha ido a casa de Pandora para pedir prestada una botella de alcohol.

El perro ha tirado el árbol de Navidad y todas las agujas de pino se han pegado a la alfombra.

He terminado todos los libros que me han regalado para Navidad y la biblioteca todavía está cerrada. Me veo limitado a tener que leer los Reader’s Digest de mi padre y comprobar mi dominio del vocabulario.

Miércoles, 30 de diciembre

Todos los globos se han desinflado. Se parecen a los pechos de las viejas que salen en los documentales de televisión sobre el Tercer Mundo.

Jueves, 31 de diciembre

¡Último día del año! Han ocurrido muchas cosas. Me he enamorado. He sido un hijo sin madre. Me he vuelto intelectual. Me han escrito dos cartas de la BBC. ¡No está mal para quien sólo tiene catorce años y tres cuartos!

Mi padre y mi madre se han ido al baile de Año Nuevo en el Gran Hotel. ¡Mi madre llevaba un vestido auténtico! Ha pasado más de un año desde que enseñó las piernas en público.

Pandora y yo vimos juntos la entrada del año. Nuestro encuentro apasionado estuvo acompañado por Andy Stewart y un gaitero.

Mi padre entró con gran alboroto por la puerta principal a la una de la madrugada y con un trozo de carbón en la mano. Borracho como de costumbre.

Mi madre se puso a hablar del maravilloso hijo que soy y de cuánto me quiere. Es una pena que nunca diga nada de eso cuando está sobria.