Epílogo

Sábado, 14 de noviembre de 2009

¿Café? —preguntó Oliver.

Su padre asintió, él le sirvió una taza y abrió el periódico. El titular le llamó de inmediato la atención.

«El encubrimiento del enfriamiento global —leyó, y sintió que empezaba a temblar—. Poco antes de la cumbre climática de la ONU en Copenhague, la comunidad internacional de investigadores se ve sacudida por un escándalo de manipulación de datos y robo de correos electrónicos. Unos desconocidos han conseguido copiar datos secretos y miles de mensajes con un contenido explosivo del servidor de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de Gales y los han hecho públicos a través de internet. El escándalo, sin embargo, no reside tanto en el robo de datos como en el contenido de los correos electrónicos, cuya autenticidad ya ha sido corroborada por el director de la unidad, que ha dimitido de su cargo a consecuencia de los acontecimientos. En esos mensajes, prominentes investigadores climáticos de todo el mundo acordaban cómo hacer frente a los escépticos del cambio climático y la prensa más crítica, y cómo podían manipularse las mediciones para conseguir que encajaran con la tesis oficial del cambio climático provocado por el hombre. Estas revelaciones son la prueba de un intento sin precedentes por parte de importantes expertos internacionales de tergiversar los resultados de sus investigaciones, o incluso eliminarlos, con intenciones fraudulentas y llevados por motivaciones políticas. La relevancia del instituto británico confiere al suceso una magnitud extraordinaria, puesto que el Centro de Investigaciones Climáticas de la Universidad de Gales es uno de los cuatro únicos organismos de todo el mundo que proveen de datos “oficiales” de temperaturas al Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Ginebra. También el nombre del científico alemán Dirk Eisenhut, director del Instituto Climatológico de Alemania, entidad cercana al Gobierno federal, aparece mencionado en numerosas ocasiones en los correos electrónicos. El “papa climático” alemán, cuyo nombre posee un gran peso en el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, no ha querido por el momento expresar su opinión sobre el asunto, pero ya parece irremediable que su credibilidad se vea gravemente perjudicada. Es probable que tampoco él tenga más alternativa que renunciar a su cargo para no perjudicar a su instituto. Haciendo alusión al escándalo del Watergate, la prensa anglosajona habla ya de un “Climagate”, que para la facción internacional de defensores del calentamiento global comportará sin duda la obligación de ofrecer explicaciones detalladas».

Oliver cerró el periódico y dio un sorbo a su café, que ya se le había enfriado. Finalmente Annika lo había conseguido.