Capítulo 37
Salimos del baño. Sawyer se inclina contra la barandilla que rodea la rotonda que tiene detrás. Está hablando con un par de personas que no reconozco.
—Nos vemos en la sala de juegos —digo, asintiendo hacia la habitación de al lado, que dispone de videojuegos. Entonces me coloco sutilmente al lado de Sawyer y él me rodea la cintura con el brazo en cuanto estoy cerca. Me presenta a dos chicos a los que no recordaré y vislumbro a Gabe en el bar.
—Necesito una copa —le digo a Sawyer en cuanto los chicos se van y mantengo a Gabe en mi campo de visión.
—Estoy seguro —responde secamente, pero no me lleva la contraria.
Sawyer me lleva directamente a Gabe, que está de pie en una mesa alta cerca del bar con una morena. Ella tiene que irse, obviamente. Los chicos se dan la mano y de inmediato veo que están relajados. Me doy cuenta de que son amigos. Fulmino a Sawyer de reojo. Podría haberme dado esa información.
—¿Conoces a mi novia? —Sawyer asiente hacia Gabe y me presenta a la morena. Me dicen su nombre, pero me olvido rápidamente. Estoy segura de que es una chica encantadora, pero no. Tiene que buscarse a otro que no sea Gabe.
Los chicos se ponen a hablar de deportes y yo golpeteo la mesa con los dedos mientras pienso en una estrategia.
—¿Desde cuándo os conocéis? —interrumpo cuando escucho algo sobre remo en la conversación.
—Desde Harvard —responde Gabe—. Compañeros de habitación.
—Ajá —respondo. Miro rápidamente a Sawyer y él sonríe.
Le devuelvo la sonrisa y saco el móvil del bolsillo del vestido.
—Oh —digo, y frunzo el ceño con la mirada en la pantalla—. Oh, Dios. —Me pongo una mano en la boca con sorpresa fingida y miro a la mesa con los ojos bien abiertos, vislumbrando la expresión divertida de la cara de Sawyer como si esperara con ganas la estratagema que iba a llevar a cabo—. Sandra no se siente bien —anuncio—. Dolor de cabeza. Gabe. —Me giro hacia él. Coloco la mano en su manga, lo miro con ojos suplicantes y añado—: ¿Podrías llevarla a casa?
Me mira con los ojos abiertos como platos por mi descaro, y luego sonríe ampliamente y mira hacia la habitación a la que se ha ido Sandra hace unos minutos. La mirada es tan breve que casi me la pierdo. Entonces vuelve a posar los ojos en los míos y se pasa el dedo por la sien.
—Claro, claro —accede un momento después—. ¿Necesita que la lleven? —pregunta, a pesar de haber accedido a hacerlo hace un segundo.
Asiento con lo que espero que sea una expresión sincera.
—Sí.
Entonces escribo un mensaje rápido a Sandra para informarla de que le duele la cabeza y de que Gabe la va a llevar a casa.
Percibo un destello de frustración en el rostro de la morena cuando se da cuenta de que cualquier plan de seducción que tuviera no se hará realidad esta noche. Recorre a Gabe con una mirada lasciva una última vez y se va con una disculpa. Adiós, chica.
—Oye, recuérdame que te ponga al día cuando volvamos a la oficina —dice Gabe, mirando a Sawyer al volverse hacia la habitación en la que se ha metido Sandra—. Nuestro hombre tiene una nueva pista en Los Ángeles. Cree que está a punto.
Sawyer flexiona la mandíbula y se pasa una mano por el cuello, pero asiente y mi teléfono suena cuando recibo la respuesta de Sandra.
«¡¡¿¿QUÉ??!!»
«Va hacia allí»
«¡Ni siquiera me duele la cabeza!»
«En serio. Te recomiendo que te abras de piernas, pero tú haz algo con lo que te sientas cómoda. ¡Diviértete!»
Guardo el teléfono en el bolsillo con una sonrisa de satisfacción mientras Gabe entra en la habitación en la que está Sandra.
Sawyer niega con la cabeza y se muestra resignado.
—Debería controlarte mejor —murmura.
Gruño.
—Si hubieses querido una chica a la que poder controlar nunca habrías ido a por mí.
—Eso es cierto —coincide con un guiño.
—¿Te has dado cuenta de que no ha preguntado dónde estaba Sandra? Lo sabía. ¡Le ha estado echando el ojo toda la noche! —Levanto el dedo, triunfante.
—Entendido.
—Sandra sí que va a echar un polvo esta noche —reflexiono con satisfacción.
Él gruñe.
—Sin duda hemos terminado de hablar.